La COVID-19 es un nuevo territorio para la industria petrolera. El virus ha reducido la demanda mundial de petróleo en aproximadamente un tercio y el exceso de petróleo actualmente en el mercado ha llevado a una caída dramática de su precio. Nadie espera que el barril de petróleo vuelva a los 60 dólares en el corto plazo, ni nadie espera que el COVID-19 termine repentinamente y las economías se reanuden normalmente.
Y al igual que al resto del mundo, esta crisis económica le ha cogido por sorpresa a Rusia. La exportación de petróleo representa más de la mitad del presupuesto del gigante eurasiático, y para estabilizar el mercado, su presidente, Vladimir Putin, debe entenderse con Arabia Saudita, según explica Armand Gosu, profesor de política rusa de la Universidad de Bucarest, en la revista del Middle East Institute.
Después de un mes de guerra por el precio del petróleo, Rusia, Arabia Saudí y otras 21 naciones productoras de petróleo llegaron a un acuerdo para reducir la producción de petróleo de mayo a junio de 2020 en diez millones de barriles por día, aproximadamente el 10% de la producción mundial actual. En los siguientes seis meses, la producción de petróleo se reducirá en ocho millones de barriles por día. La última etapa, que entrará en vigencia a partir del 1 de enero de 2021, se verá un recorte de seis millones de barriles por día hasta abril de 2022. Los expertos dicen que no hay certeza de que esta reducción sea suficiente para permitir que el precio del petróleo se estabilice, y mucho menos que lo haga subir.
En las negociaciones que tuvieron lugar entre los ministros de energía de la OPEP y los no pertenecientes a la OPEP, Moscú acordó recortar más de 2,5 millones de barriles del total de 11 millones de crudo. Es una reducción equivalente a cuatro veces la cantidad inicialmente propuesta y rechazada en Viena.
Al menos dos factores fueron fundamentales para firmar este acuerdo. La primera es que la OPEP + fue presionada por el presidente Donald Trump. Y en segundo lugar, la espectacular caída de los precios del petróleo ha amenazado la estabilidad económica y política de Rusia. En las últimas cinco semanas, a medida que la pandemia se apoderó del país y la crisis económica se ha profundizado, la OPEP + ha sido testigo de un cambio radical de la actitud de Putin que está más dispuesto a comprometerse.
Rechazar el acuerdo, un error estratégico de Putin
En 2016, el acuerdo de la OPEP + negociado entre Rusia y Arabia Saudí estabilizó el precio en más de $ 60 por barril. El acuerdo expiró el 30 de marzo y debido a la baja demanda, este último propuso un recorte en la producción equivalente a 1,5 millones de barriles por día (aproximadamente 1,5% de la producción mundial).
Si Rusia hubiera aceptado, habría tenido que reducir la producción en alrededor del 3% de su producción diaria y habría ayudado a estabilizar el precio del petróleo. Su negativa enfureció a Arabia Saudí que respondió reduciendo el precio a 25 dólarsa.
En ese momento, nadie esperaba que el precio por barril de petróleo de los Urales alcanzara los 13 dólares, la cotización más baja en las últimas dos décadas. Los costes de transporte del petróleo ruso hacen que sea inviable explotar y exportar a un precio inferior a 15 dólares por barril y una gran parte del presupuesto federal proviene de la exportación de petróleo. De hecho, el de 2020 fue diseñado con un precio de 42,2 dólares por barril de petróleo Urales.
La mayoría de los expertos aseguran en que la posición irracional de Moscú fue determinada por Igor Sechin, un asesor cercano de Putin y propietario de Rosnefti, la compañía petrolera más grande de Rusia que produce más del 40% del total de petróleo extraído. Además, el ministro de Finanzas, Anton Siluanov, aseguró a los rusos que habían acumulado suficiente dinero en estos últimos siete años a pesar del bajo precio del petróleo. Se refería al Fondo Nacional de Riqueza de Rusia, que en enero ascendía a 550.000 millones de dólares.
Sin embargo, la economía de Rusia se enfrenta a varias conmociones. Las acciones de las principales compañías rusas, incluidas Rosnefti y Sberbank, han perdido entre un 20 y un 25% de su valor en los mercados internacionales. El rublo ruso también ha perdido terreno frente al dólar y el euro, a pesar de que el Banco Central ruso infundió al mercado más de 7.000 millones de dólares para evitar el pánico. Casi 600 millones abandonaron Rusia en la primera semana de marzo, y entre el 12 y el 18 de marzo, 1.500 millones de dólares fueron retirados por inversores extranjeros. A este ritmo, el riesgo de una economía descapitalizada es mayor que nunca.
Rechazar el acuerdo con los sauditas fue un error estratégico de Putin, y que Rusia pagará caro. Debido al clima y al subdesarrollo tecnológico, muchos depósitos de petróleo se verán comprometidos.
Y para rematar, llega la pandemia a Rusia
COVID-19 ha echado a perder la agenda política de Putin. El 15 de enero, el presidente anunció un cambio en la Constitución de Rusia y el reemplazo del gobierno de Dimitri Medvedev. Se separaba conseguir que los mandatos presidenciales se restablecieran a cero. En otras palabras, los cuatro mandatos de Putin ya no contarían y podría postularse para presidente una vez más.
Eso suponía que Putin podría seguir siendo el jefe de Rusia hasta 2036, momento en el que tendría 83 años. Pero la campaña del referéndum constitucional se vio eclipsada con el comienzo de la pandemia COVID-19. Se suponía que el referéndum del 22 de abril sería un triunfo para Putin, pero se ha tenido que posponer.
Los pasos iniciales para manejar el coronavirus fueron opacos. A pesar de que Putin envió camiones cargados con suministros médicos a países occidentales en un ejercicio interno de relaciones públicas, los hospitales rusos no están preparados para una gran cantidad de pacientes, según la prensa de Moscú. El Kremlin intentará gestionar cuidadosamente la información sobre la evolución de la pandemia. Putin ha ofrecido múltiples garantías de que el coronavirus está bajo control y que las personas no tienen motivos para preocuparse, aunque crisis pasadas, como el caso de Chernobyl, el submarino Kursk y los incendios forestales, han demostrado que el sistema es otro: primero las autoridades niegan y luego minimizan los daños.
Aún así, Moscú parece estar mejor preparado hoy que en 2008 y se va a gastar el dinero del fondo de estabilización con más cuidado. Hoy, el gobierno está considerando un paquete de solo 40.000 millones de dólares para apoyar la economía de Rusia, que comparado con el programa de 500.000 millones de euros anunciado por Merkel o 1,500.000 millones de dólares acordado por Trump, queda bastante austero.
Ahora solo queda observar cuál es la capacidad de supervivencia del país más grande del mundo. El gobierno pronto necesitará manejar la enfermedad extendida por sus áreas provinciales y la COVID-19 podría impactar dramáticamente la vida política en Rusia, además de una disminución drástica de los ingresos por el petróleo.
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