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La demanda de energía evoluciona. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé una disminución de, al menos, un 5% en la demanda de energía para este año en comparación con 2019, esperándose las mayores caídas en la demanda de petróleo y carbón. Por el contrario, la demanda de energía renovable aumentará casi un 1% sobre la misma base. La desaceleración económica provocada por la pandemia también ha reducido las emisiones de carbono en casi un 7%, según estimaciones de la AIE, y las inversiones disminuirán un 18%, lo que afectará principalmente a los combustibles fósiles.

Las perspectivas de la energía fósil están cada vez más claras. Total comentaba el mes pasado que espera que la demanda de petróleo disminuya después de 2030. Por su lado, BP, en el marco de posibles escenarios, estimó que la demanda podría no llegar a recuperarse jamás de la pandemia. No obstante, el suministro de fuentes de energía alternativas continuará expandiéndose en todos los escenarios de BP, incluyendo el “business as usual”.

Los encargados de la adopción de políticas, incluido el Banco Mundial, consideran que los mercados de carbono son importantes en la transición hacia una economía con bajas emisiones. Actualmente, los mercados de carbono representan cerca del 20% de las emisiones mundiales, siendo Europa el continente con mayor mercado comercial del planeta donde los productores tienen que comprar derechos de emisión para contribuir así a la financiación de la descarbonización. Un derecho de emisión permite emitir una tonelada de dióxido de carbono o su equivalente en óxido nitroso y perfluorocarbonos. El precio actual por este derecho es de unos 30 dólares, mientras que el Banco Mundial estima que, para cumplir con las ambiciones del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a menos de 2 grados centígrados, el precio debería oscilar entre 40 y 80 dólares.

El incentivo para adoptar otras fuentes de energía renovable es débil a menos que los emisores paguen el coste total para la sociedad generado por el consumo de energía fósil. Se están realizando esfuerzos para mejorar el mercado, incluyendo mayores recortes en los derechos de emisión de carbono. Sin embargo, salvo que se reduzca su oferta, los mercados de carbono no tendrán un precio preciso ni contribuirán a la descarbonización.

Posibles aceleradores y el papel de las elecciones de EEUU

Los precios actuales en el mercado del petróleo también reflejan la gestión de la oferta de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados (OPEP+), incluida Rusia. El cártel, que representa alrededor de un tercio de la producción mundial de petróleo, está gestionando una serie de desafíos que van desde la reducción de la demanda mundial hasta la competencia del esquisto estadounidense y la reactivación de las exportaciones libias a unos 1.000 millones de barriles por día. A principios de este año, Rusia y Arabia Saudí se enfrentaron por sus compromisos de producción.  Ambos acordaron aumentar la producción, debilitando a los productores de esquisto de Estados Unidos y desafiando la posición de liderazgo de esta potencia en el mercado. ****

Una victoria demócrata en las elecciones de EE.UU. el próximo mes complicaría la gestión de la OPEP. Mientras que una presidencia de Biden puede buscar restringir la producción de petróleo esquistoso en suelo público, el control demócrata de la política exterior de EE.UU. puede llegar a retomar a las relaciones con Irán, lo que podría traer casi 2 millones de barriles de producción al día al mercado mundial. No obstante, esto último estaría todavía sujeto a los límites de la cuota. Mientras la demanda se mantenga en los niveles actuales, cualquier aumento de la producción iraní reduciría los precios, y pediría un recorte por parte de los miembros de la OPEP+ para evitar otra dramática caída en el mercado mundial.

Las opciones que tienen los votantes de EE. UU. el próximo mes ofrecen políticas energéticas contrastadas. Para una parte de la clase política americana, el cambio climático es una cuestión de creencias. “Odian el carbón limpio y hermoso”, dijo el presidente Donald Trump en un mitin en Pennsylvania el 13 de octubre. Para muchos otros, el cambio climático es una ciencia y una oportunidad urgente para reconfigurar la economía de EE. UU.

El candidato demócrata Joe Biden ha propuesto un paquete de medidas de 2 billones de dólares en cuatro años que promovería una energía, transporte y la construcción ‘más limpios’ en los Estados Unidos. El plan incluye la promesa de reducir las emisiones de carbono de la energía eléctrica a cero en un plazo de 15 años. Biden sostiene que la transición energética es una oportunidad para crear más puestos de trabajo y restablecer los compromisos de EE. UU. con la reducción de las emisiones de carbono en el marco del Acuerdo de París. Según la política actual, todos los compromisos estadounidenses en virtud del Acuerdo de París expiran formalmente el 4 de noviembre, un día después de las elecciones.

Apoyando el cambio

Algunas compañías petroleras están adoptando alternativas en favor de la electricidad limpia, la bioenergía, el hidrógeno, así como la captación y el almacenamiento de carbono. BP, por ejemplo, se ha comprometido a convertirse en un emisor neto en 2050 como muy tarde y otras grandes petroleras prometen haber reducido a la mitad la cantidad de carbono de los productos para entonces, o antes. BP es ahora el mayor promotor de proyectos de energía solar de Europa, mientras que Total aspira a constituirse como líder mundial integrado en energía solar. La estrategia de Royal Dutch Shell incluye la recarga de vehículos eléctricos e iniciativas para fomentar la adopción de dichos vehículos con celdas de combustible de hidrógeno. Eni lanzó la primera conversión de una refinería tradicional a una bio-refinería que produce combustible para aviones, diésel verde, nafta verde y gas de petróleo líquido.

Sin embargo, estas intenciones se quedan cortas para frenar el calentamiento global en línea con el Acuerdo de París.

Los mercados están tratando estos compromisos con cierto escepticismo, ya que las empresas energéticas siguen teniendo un rendimiento inferior al del mercado de valores en general. Los objetivos para tres décadas fijados por las empresas requerirían importantes compensaciones de carbono en forma de sumideros naturales de carbono, incluida la reforestación, o tecnologías de captura y almacenamiento de carbono que todavía no funcionan a gran escala. Además, las empresas de combustibles fósiles existentes pueden resultar más costosas debido a los “activos bloqueados” en infraestructuras obsoletas y al precio erróneo del carbono.

La empresa danesa Ørsted ha ido más lejos. En poco más de una década ha pasado de generar un tercio de las emisiones de carbono del país a convertirse en uno de los principales productores de energía eólica marina del mundo. Esto refleja que lo más probable es que otras compañías energéticas puedan, e incluso lo hagan, cambiar también sus modelos de negocio de marrón a verde.

Los inversores pueden poner el foco en las empresas que están tomando el camino hacia la transición de la energía alternativa y que, por lo tanto, hacen contribuciones sustanciales a la descarbonización, al mismo tiempo que ofrecen soluciones limpias y novedosas. En definitiva, los transformadores y los pioneros tienen papeles que desempeñar y ambos pueden representar oportunidades de inversión en el camino mundial hacia la energía limpia.


Stéphane Monier es CIO de Lombard Odier Private Bank

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