Un grupo de científicos de la Universidad de Waterloo en Canadá e investigadores de BASF en Alemania podrían haber resuelto los problemas que implica el uso de baterías de litio-sulfuro, una de las alternativas más prometedoras a las tradicionales baterías de ión-litio.
Las baterías de litio-sulfuro almacenan más electrones, y el sulfuro es abundante, ligero y económico, lo que podría convertirlo en un elemento clave para la siguiente generación de baterías. El problema es que el electrodo que contiene sulfuro a menudo queda empobrecido a los pocos ciclos de recarga, ya que se desintegra en el líquido del electrolito en el que tanto el litio como el sulfuro están contenidos, y además se disuelve para formar los llamados polisulfuros.
Las baterías desarrolladas por estos grupos de científicos contienen láminas de dióxido de manganeso con un grosor de apenas unos nanómetros, y que además están recubiertas de sulfuro. Ambos compuestos reaccionan y generan compuestos conocidos como grupos de tiosulfatos, que junto a los polisulfuros evitan que se filtren al electrolito.
De este modo se podrían conseguir baterías eléctricas para coches que se pudieran recargar más de 2.000 veces, cuando el ideal en estos casos es de unas 1.500 veces. De momento la nueva tecnología sigue en plena fase de estudio, y como explican sus creadores las baterías de los coches que se ven en la actualidad se desarrollaron hace 15 años. Parece que tendremos que esperar algún tiempo a ver esta tecnología en funcionamiento.
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