Es un hecho que las principales economías a nivel mundial han adoptado el hidrógeno verde como un pilar fundamental en su búsqueda de la neutralidad climática para el año 2050. Este ambicioso objetivo implica reemplazar gradualmente las energías fósiles, que son responsables de aproximadamente el 70% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), por hidrógeno de origen renovable. No obstante, es crucial no olvidar las peculiaridades de esta fuente energética, como son; su baja densidad, su fragilidad y su potencial explosividad.
Como punto de partida, la hoja de ruta definida en el Pacto Verde Europeo plantea que para el año 2030, el hidrógeno renovable pueda representar hasta un 24% del consumo energético primario, en comparación con el modesto 2% actual.
Además, se busca instalar 40 gigavatios de hidrógeno renovable, cifra que actualmente apenas alcanza el 1%. En línea con estos objetivos, el plan REPowerEU, aprobado por la Comisión Europea en mayo de 2022, establece la producción de 10 millones de toneladas de hidrógeno renovable y la importación de otros 10 millones de toneladas para el mismo año.
El hidrógeno, en su forma más pura, se obtiene a través del proceso de electrólisis, que descompone la molécula de agua (H2O) en oxígeno (O2) e hidrógeno (H2), demandando agua y electricidad, es decir, energía. Es común clasificar el hidrógeno según la fuente energética utilizada en su producción.
El hidrógeno gris, producido a partir del gas natural, prevalece en un 96% del consumo actual, lo que conlleva emisiones considerables de CO2. Por otro lado, existe el hidrógeno azul, que se produce a partir de gas natural, pero captura el CO2 generado. También existe el hidrógeno rosa, que se obtiene mediante energía nuclear y, finalmente, está el hidrógeno verde, que se produce a partir de fuentes de energía renovable.
A pesar de su larga historia de uso en diversos sectores, como la industria química, refino, fabricación de fertilizantes y metalurgia, el hidrógeno está viviendo un resurgimiento sin precedentes como un elemento esencial para reemplazar a los combustibles fósiles. Sin embargo, si bien el hidrógeno renovable tiene muchas ventajas como fuente de energía limpia y versátil, también enfrenta desafíos en términos de eficiencia, infraestructura y seguridad.
En términos de eficiencia, el hidrógeno renovable no destaca actualmente como la opción más interesante. Las pérdidas de energía en todo el proceso de producción, desde la electrólisis hasta el transporte, almacenamiento y distribución, pueden alcanzar hasta el 80%, según datos del instituto de investigación independiente Hydrogen Science Coalition. Además, su baja densidad y propiedades físicas hacen que su transporte sea complicado y costoso en comparación con otros combustibles.
Es fundamental destacar que el hidrógeno renovable puede desempeñar un papel significativo en la descarbonización de sectores difíciles de electrificar, sustituyendo al hidrógeno de origen fósil. Sin embargo, para el resto de los sectores la electrificación con fuentes renovables parece ser la alternativa más sólida.
La energía solar y eólica, en particular, han experimentado una drástica reducción en sus costes de generación en la última década, lo que las posiciona como la mejor alternativa para lograr la ansiada descarbonización de la economía e independencia energética.
Si bien el hidrógeno verde es prometedor, sigue siendo una tecnología con desafíos importantes en términos de rentabilidad económica, eficiencia energética y limitaciones en su producción y transporte.
Nadie duda de que el hidrógeno renovable tendrá un papel relevante en la transición energética, pero más allá de la reducción en sus costes de generación que seguro acabará llegando, no debemos olvidar las características de este gas que plantean diferentes desafíos asociados a su producción, almacenamiento y distribución.
Carlos Ruiz de Gauna es Managing Director de Arcano Partners
galan
25/09/2023