El sector de las energías renovables ha sufrido un profundo cambio en nuestro país marcado fundamentalmente por dos elementos clave: en primer lugar la reducción de los ingresos a lo largo de la vida de los proyectos existentes, con más años de operación y mayores tasas potenciales de fallo. En segundo lugar, la creciente internacionalización de las empresas del sector por la paralización de nuevos proyectos.
Este nuevo escenario junto con la caída de nuevos proyectos, la potencia instalada en renovables el año pasado no supero los 100 MW y además en instalaciones de pequeño tamaño, ha hecho que el mantenimiento y operación de las instalaciones existentes haya adquirido una importancia fundamental para mantener altas disponibilidad, alargar en la medida de lo posible su vida útil y seguir aportando electricidad a la cobertura de la demanda usando recursos renovables y autóctonos.
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