La semana pasada, Alemania alcanzó un nuevo récord mundial al producir sus centrales de energía solar fotovoltaica 22 GWh, lo equivalente a la producción de 20 centrales nucleares en una hora. Actualmente la capacidad instalada de Alemania para generar esta energía fotovoltaica representa el 36% del total mundial y provee cerca del 20% de la energía eléctrica que consume el país.
Este logro es el resultado de una política energética cuidosamente diseñada e implementada por parte de los alemanes: el Energiewende, plan de reconversión energética aprobado hace cuatro años, tiene como objetivo reemplazar la energía nuclear y de origen fósil (es decir, el gas natural, el carbón y el petróleo) por energías renovables (como la eólica, la solar y la biomasa) buscando la protección del medio ambiente, costos asequibles para la población alemana y la seguridad energética del país.
El plan tiene como objetivo para el 2020 generar con renovables el 35% de la energía, reducir las emisiones de gas de efecto invernadero en un 40% desde los niveles de 1990 y disminuir el consumo de energía en un 20% en comparación al 2008; mientras que para el 2050, las metas son del 80%, 90% y 50%, respectivamente.
Electricidad renovable
Según la Agencia Internacional de Energía, la electricidad renovable pasó de representar el 6,3% en el 2000 a cerca del 30% en el primer trimestre de este año e, incluso, en días soleados y con suficiente viento, los paneles solares y las turbinas eólicas proveen hasta la mitad de la demanda de electricidad del país.
Hoy en día el sector de la energía renovable en Alemania, uno de los más innovadores y exitosos en el mundo, genera alrededor de 400.000 empleos directos superando ampliamente a los que genera el sector energético convencional. Esta potencial industrial ha logrado separar su crecimiento económico de las emisiones de gas de efecto invernadero y está en camino de cumplir su meta trazada en el Tratado de Kioto sin acudir a mecanismos de flexibilidad.
Los teutones, sin embargo, enfrentan grandes retos como, por ejemplo, construir grandes redes de alta tensión y optimizar las ya existentes para poder transportar la energía generada por los 29 parques eólicos ubicados en el Mar del Norte y en el Báltico hasta las zonas industriales del sur de Alemania y, a la vez, garantizar que esos molinos de viento no afecten los ecosistemas marinos.