Es la primera vez que soy testigo en primera persona de lo que ocurre en una Cumbre Climática. La COP25 se iniciaba en Madrid en una mañana fría, y ya desde primera hora eran muchos los asistentes que esperaban pasar por la zona de seguridad que se asemejaba a un aeropuerto. Los alrededores del recinto ferial IFEMA estaban blindados con Policía Nacional y con un perímetro de seguridad que impedía aparcar en sus inmediaciones.
Ese no era el problema. El ayuntamiento de Madrid garantizaba la movilidad a los asistentes de forma gratuita en transporte público y los pocos aparcamientos abiertos para la Cumbre apenas tenían coches.
Una vez dentro de la Zona Azul, la reservada para los acreditados en la ONU, nos daban la bienvenida ofreciéndonos frutas de temporada del país: mandarinas, manzanas y plátanos, y por delante nos esperaban más de 100.000 metros cuadrados, el 50% de todo el espacio del IFEMA, un total de 6 pabellones y el Centro de Convenciones Norte al completo, así como las salas de reuniones situadas sobre los pabellones, sumadas a las salas que integran el proyecto en el interior de los pabellones.
El conjunto de las instalaciones me pareció austero en decoración pero bonito, y apenas había calefacción, una medida para que no se dispararan las emisiones contaminantes por el uso de la energía térmica, pero la temperatura me resultó en general bastante agradable.
A las 10,30 comenzó la Ceremonia de apertura. Delegados de casi 200 países ocupaban sus asientos en uno de los plenarios, desde los países más pequeños del mundo, Mónaco, Tuvalu o la República de las Islas Marshall, hasta los más grandes y conocidos. Pero donde se desarrollaba la actividad era en otro lado, en otro plenario al que solo podían acceder los elegidos que habían obtenido un pase especial de color verde.
"A lo largo de estos 12 días, el 90% de lo que ocurra aquí es paja", me decía uno de los asistentes al acto, "el 10% es realmente lo relevante, pero será a medida que vayan pasando los días, la presión entre las diferentes delegaciones determinará el éxito o el fracaso de esta Cumbre, así que los días más importantes serán los últimos".
Los países firmantes del Acuerdo de París deberán decidir cuánto recortan sus emisiones de CO2 y lo que es más importante, acordar el diseño del nuevo mecanismo de comercio de emisiones. "El modelo europeo, el EU ETS, es el mejor ejemplo que se podría seguir a nivel mundial, el problema es que hay países que ni siquiera tienen capacidad para desarrollar sistemas de control o de análisis de las industrias o centrales contaminantes", me explicaba un representante de Greenpeace Internacional.
Aunque es pronto para saber qué va a pasar, muchos han reconocido que "la organización de esta Cumbre, que se suele preparar en más de un año, Madrid lo ha hecho en tres semanas y el resultado es más que satisfactorio". Una alemana me comentaba que "si nos lo hubieran propuesto a nuestro país, seguro que hubiéramos dicho que no porque no nos hubiera dado tiempo, pero la capacidad de trabajar a última hora de los españoles ha conseguido lo que parecía imposible. Es de admirar".
Otra de las conclusiones en las que muchos han coincidido es que "el traslado de la Cumbre de Chile a España le ha dado una visibilidad que antes no tenía. La COP25 se preveía que iba a ser de perfil bajo, pero desde que se ha traído a Europa, la repercusión mediática ha sido tremenda. La Unión Europea quiere liderar la lucha contra el cambio climático, y ese evento se ha convertido en una oportunidad para que se escuche con más fuerza que estamos en un momento crítico para la lucha contra el cambio climático".
Lo cierto es que no han venido los Jefes de Estado de los principales países contaminantes, EEUU, China, Rusia, Brasil o India, ni los presidentes de los principales países europeos, (Alemania, Francia o Reino Unido) pero "que haya venido la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha servido para que todos los ojos se hayan posado en esta Cumbre".
Y aunque no se esperaba la visita de Donald Trump, la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, la demócrata Nancy Pelosi, junto a una enorme delegación de más de cincuenta personas que recorrieron todos los pabellones, despertaron el interés de todos los participantes.
Aún quedan por delante once días llenos de actividades y de debates, donde la emergencia climática será la palabra más escuchada y repetida por todos. Ahora solo falta que no se quede en eso, en palabras.
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