Así se podría ejemplificar mi periplo por el sector eléctrico desde que la comercializadora OVO Energy llegó a España hace poco más de un año conmigo al frente. Y es que la industria eléctrica está llena de contradicciones. Por un lado, el consumidor demanda cada vez más energía eléctrica 100% verde para contribuir en la lucha contra el cambio climático. Por otro lado, el regulador intenta fomentar, con un cambio tarifario, un consumo eléctrico más responsable, en el que los costes de distribución eléctrica serán más altos en los momentos en los que el sistema contamina más. Hasta aquí, parece que regulación y consumidor están alineados y que juntos caminan hacia un futuro más sostenible. Sin embargo, la realidad no podría estar más lejos de la verdad.
El inicio de este descompás es que unos 11 millones de hogares en España están acogidos a la tarifa de último recurso (PVPC). Se trata de una tarifa variable en la que el consumidor paga el coste real de la energía en cada momento. El problema fundamental es que se trata de una tarifa deficitaria para aquellas comercializadoras que se ven obligadas, por ley, a ofertarla (las grandes eléctricas básicamente).
Como consecuencia, al ser un modelo tarifario deficitario, las comercializadoras del mercado libre se han buscado la vida para encontrar argumentos comerciales para convencer a los consumidores que su producto es mejor. Dicho argumentario se basa mayoritariamente en proponer a los clientes una estabilidad de precios, ofertando tarifas planas o fijas. “No tienes por qué cambiar de hábitos”, te dicen. “Usa energía cuando quieras y paga lo mismo cada mes”. En el proceso de venta, además, se tiende a demonizar las tarifas variables, exagerando el riesgo de volatilidad de precios al que los clientes se exponen. “Es como jugar a la bolsa”, me comentó un agente de atención al cliente de un competidor.
A ello le añadimos que descarbonizar el sistema energético pasa por crear un nuevo sistema de generación distribuida, el desarrollo de tecnología de almacenamiento y la creación de mercados de flexibilidad atractivos. No obstante, el esfuerzo y la inversión requerida para transformar el sistema puede reducirse drásticamente si somos capaces de gestionar la demanda “suavizando” sus picos. Dada la urgencia de la crisis climática y el estado de desarrollo tecnológico en el que nos encontramos, suavizar los picos de demanda es indudablemente una prioridad para todos, incluido el regulador.
En este sentido, el cambio tarifario va en la dirección correcta. Reduce la porción fija de la tarifa eléctrica asociada al término de potencia, fomentando la competitividad de las fuentes de generación distribuidas. Además, refleja de una manera más granular el coste real de la energía en cada momento. No obstante, mientras siga existiendo la tarifa de último recurso y ésta sea deficitaria, las comercializadoras del mercado libre continuarán apostando mayoritariamente por las tarifas planas o fijas para ser competitivas.
Si las comercializadoras eléctricas queremos tener un rol relevante en la descarbonización del sistema, tenemos la responsabilidad de fomentar un consumo más responsable de la energía. Debemos apalancarnos en la tecnología y en las señales de precio para acercar la problemática energética a los consumidores, fomentando hábitos de consumo más responsables y sostenibles.
Como agente activo en el mercado, soy plenamente consciente de que el desafío es mayúsculo. La industria es compleja y el nivel de involucración de los consumidores es extremadamente bajo. Nadie dijo que salvar el planeta fuera fácil, pero el entorno regulatorio debería ser parte de la solución, y no parte del problema. ¿Estamos preparados?
Juan Sureda es CEO de OVO Energy en España.
Nostromo
07/06/2021