Alemania ha cerrado sus últimas minas de carbón negro, poniendo fin a una industria que sentó las bases de la revolución industrial del país y su recuperación económica de posguerra. Los mineros entregaron al presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, un último y simbólico trozo de carbón arrastrado desde 1.200 metros (3.940 pies) bajo tierra en la mina Prosper-Haniel en la ciudad occidental de Bottrop. Junto con otra mina, en la ciudad de Ibbenbueren, a unos 100 kilómetros al norte, han sido se cerrará formalmente a fines de año.
Las minas de carbón negro una vez dominaron la región del Ruhr que rodea Bottrop, empleando a medio millón de personas en su apogeo en la década de 1950. Pero desde entonces han estado en constante declive, sobreviviendo solo gracias a generosos subsidios.
La región ha recibido más de 40.000 millones de euros en fondos federales desde 1998 y está previsto que obtenga otros 2.700 millones de euros hasta 2022, en parte para hacer frente al mantenimiento de la mina y los esfuerzos de limpieza ambiental. Las cifras no incluyen el dinero gastado en apoyo al desarrollo económico en la región del Ruhr, que ha experimentado un crecimiento en universidades, centros de investigación y empresas de TI en los últimos años.
El final de las minas de pozo profundo se considera una prueba para el cierre planeado de minas de lignito a cielo abierto, o carbón marrón, que aún operan en Alemania.
El país genera casi dos quintas partes de su electricidad a partir de la combustión del carbón, una situación que, según los científicos, no puede continuar si Alemania quiere reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en línea con los esfuerzos internacionales para frenar el cambio climático. Pero algunos temen que otras fuentes de energía, principalmente renovables, no sean suficientes, especialmente porque Alemania tiene previsto cerrar sus plantas nucleares para el año 2022.