Seguramente para sorpresa de pocos, este verano ha vuelto a estar marcado por las olas de calor y las altas temperaturas. Y es que, aunque el calor es un elemento inherente de la época estival, es innegable que cada año se superan niveles históricos. Así, según los últimos datos consolidados, 2023 fue el tercero más cálido de la serie histórica, con una temperatura media de 23,4ºC y máximas de hasta 47ºC, según el balance de temporada de la Agencia Estatal de Meteorología.
Pero más allá de las cifras, el impacto de las recurrentes olas de calor se hace notar en todos los ámbitos de nuestro día a día, especialmente en países como España donde, según un informe del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en julio de 2024, los niveles de ozono troposférico superaron en un 50% los valores recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en varias ciudades debido a las altas temperaturas.
Sin duda, una realidad impactante a la que hay que sumar el efecto que los termómetros tienen en otros ámbitos tan relevantes como el aumento de la sequía, los incendios forestales o los efectos en la producción agrícola, entre otros. Con todo, nadie escapa de las altas temperaturas y el sector energético, como no podía ser de otra manera, no es una excepción.
Y es que las olas de calor tienen también un gran impacto en el consumo y en el gasto energético, tanto en el hogar como a nivel empresarial e industrial. Y ahora que, gran parte de las compañías apuestan por la descarbonización y la eficiencia energética, las altas temperaturas de los meses de verano suponen un importante desafío que puede poner en jaque a las compañías.
Así, en un contexto en el que nuestro país se encuentra inmerso en una gran apuesta por las energías renovables, la energía solar fotovoltaica se está consolidando como un actor clave, encadenando récord tras récord y situándose ya como la tercera fuente de energía eléctrica en España. Con una penetración creciente, las renovables cubren ya más del 50% de la demanda eléctrica, y la energía solar juega un papel fundamental en esta transformación. España, con más de 2.500 horas de sol al año, es un lugar privilegiado para el desarrollo de esta tecnología, lo que ha permitido una rápida expansión de las plantas solares en todo el territorio.
El calor no es bueno para el rendimiento de los paneles solares
Sin embargo, las ventajas naturales de nuestro clima pueden convertirse en enemigas durante las épocas de altas temperaturas pues, aunque pueda parecer contradictorio, son perjudiciales para la generación de energía solar fotovoltaica ya que, según los datos del sector, la temperatura óptima de funcionamiento de los paneles solares se sitúa entre los 20 y los 25 grados centígrados. Por encima de esta temperatura, el rendimiento de las placas solares comienza a disminuir y de hecho, según la mayoría de los fabricantes, a 40°C el rendimiento nominal se sitúa en torno al 80%, lo que representa una significativa pérdida de eficiencia.
En concreto, los datos que manejamos en Smarkia, procedentes de las más de 1.000 instalaciones que gestionamos en Estados Unidos y España, confirman esta tendencia. Así, una de cada cuatro instalaciones fotovoltaicas presenta problemas de bajo rendimiento durante las olas de calor, registrando, de media, una caída del 25% en la producción de energía eléctrica, lo que nos da una idea de la dimensión del problema.
En este escenario, no podemos obviar que estas caídas de rendimiento coinciden, precisamente, con el habitual aumento de la demanda energética que acompaña siempre los momentos de máximas temperaturas. Nos encontramos así ante un cóctel que aglutina las altas temperaturas con una caída en la generación de energía renovable y un aumento notable de la demanda energética. Ante este escenario, urge avanzar en soluciones que nos permitan minimizar el impacto que las altas temperaturas tienen en la generación y el consumo de energía.
David B
02/09/2024