Para que la transición a vehículos de cero emisiones tenga éxito en Europa y en España, hay que valorar cinco indicadores: la disponibilidad de baterías y materias primas críticas, la capacidad de la red, la infraestructura de carga, la accesibilidad para el consumidor y las ventas.
Cuando hablamos de coches eléctricos, el foco de la conversación se suele centrar en las baterías.Para producirlas**,** primero hace falta fabricar las celdas de la batería, los ánodos y los cátodos. En Europa se ha planificado la fabricación de celdas de baterías y de cátodos. Sin embargo, no se espera que haya suficiente capacidad para la fabricación de ánodos, donde seguiremos dependiendo de China si nada cambia.
Tampoco se vislumbra un futuro mejor en el suministro de las materias primas. Hoy, China concentra el monopolio de gran parte de las materias primas críticas, lo que pone en jaque la competitividad de las fábricas europeas. Está claro que antes de fijar objetivos deberíamos haber trabajado en asegurar el suministro de materiales cuya demanda no hace sino aumentar, como el litio, tierras raras, cobalto y níquel. La buena noticia es que, aunque nos queda trabajo por hacer en este campo, en Europa ya hemos emprendido el camino correcto, que pasa por la creación de acuerdos internacionales para fomentar la cooperación de materias primas críticas o la aprobación de un reglamento para mejorar el abastecimiento europeo de estos materiales.
Precios caros
Vamos con los precios. En el mercado europeo sólo hay un coche por debajo de los 20.000€, este se produce en China y está limitado a la movilidad urbana. Únicamente dos vehículos eléctricos sin esta limitación están por debajo de los 30.000€, y también son chinos. No hay duda de que la movilidad eléctrica no es accesible para todos; los fabricantes esperan poder ofrecer modelos más asequibles en los próximos años, pero mientras tanto la movilidad eléctrica se sigue considerando un bien de lujo.
El consumidor no acaba de ver las ventajas de comprarlo, porque los obstáculos son disuasorios. Tenemos subvenciones superiores a los de otros países a través del Plan MOVES para fomentar la movilidad eficiente y sostenible, pero la gestión de esas ayudas es muy deficiente. Se tarda hasta un año y medio en recibirlas –las burocracias regionales- y cotizan en la declaración de la renta, así que se puede dar la paradoja de que Hacienda reclame por un dinero que el consumidor aún no ha recibido.
En cuanto a ventas, los coches eléctricos representaron en Europa el 14,6% de las matriculaciones de 2023, pero con resultados muy diferentes según el país. España acabó con un 5,4% de matriculaciones, y en lo que llevamos de año, estas se han estancado de forma alarmante por debajo del 5%. Mientras tanto, Portugal nos está triplicando la cuota de mercado. Algo estamos haciendo mal.
A diferencia de lo que aprendimos en el colegio, hay ocasiones en las que sí merece la pena copiar al compañero. Medidas como la exención total del impuesto de circulación y del impuesto sobre vehículos, una burocracia ágil, la centralización de los incentivos y subvenciones a nivel nacional –no la dispersión que tenemos en España, con ritmos y plazos desiguales y lentos— son determinantes a la hora de estimular la demanda. Todas esas medidas están en vigor en Portugal, donde las empresas, gracias a las bonificaciones fiscales, son grandes compradoras de coches eléctricos para sus flotas. Entre otras cosas, logran de esta forma la deducción total del IVA.
Otro aspecto clave está en los cuellos de botella de la capacidad de la red eléctrica, fundamental para desarrollar la carga bidireccional inteligente y descongestionar las redes de distribución, donde las distribuidoras tendrán trabajo por hacer en los próximos años. Para ello será necesario que también se permita la inversión en infraestructura a futuro y que no se limite solamente a las conexiones recibidas.
Estaciones de carga
En cuanto a las estaciones de recarga, para decir que un país europeo cumple con los objetivos, la clave reside en comprobar si los cargadores funcionan y están en los puntos apropiados. En España estamos a la cola de Europa en cuanto al despliegue de la infraestructura de recarga, además el 21% de los puntos de recarga no funcionan. Hemos visto esta Semana Santa tediosas filas para cargar y numerosas quejas sobre puntos que no funcionan. Fallan las infraestructuras y faltan cargadores rápidos. Además, la red de pagos está fragmentada: hay que descargar la aplicación de turno, a veces en lugares remotos y sin cobertura.
Portugal ha desarrollado un centro nacional que planifica y monitoriza el despliegue de infraestructuras, lo que permite que los cargadores estén donde deberían estar, y que, para colmo, funcionen. Además, hay un sistema de pago universal en los puntos de recarga, fácilmente localizables con una herramienta de búsqueda. Nada revolucionario, incluso el Gobierno español llegó a prometer una plataforma similar aquí. Pero no hay noticias de ella.
Si queremos que la industria española de la automoción no pierda el lugar que ocupa en Europa, hace falta cambiar esta dinámica preocupante. Para ello, es imprescindible trabajar en toda la cadena de suministro, estimular la demanda e incentivar las compras de vehículos con una mínima eficiencia en el diseño de planes nacionales, de las bonificaciones fiscales y de su ejecución.
Susana Solís es eurodiputada en el Parlamento Europeo, miembro del grupo liberal Renew Europe.
David B
19/04/2024