Irán cuenta con uno de los precios más bajos del mundo de gasolina y se enfrenta al dilema de mantener unos millonarios subsidios que hacen que el combustible sea más barato que el agua en un país con una debilitada economía o subir su coste y arriesgarse a protestas como ha ocurrido en el pasado.
Los iraníes tienen acceso a 60 litros mensuales de gasolina por 15.000 riales el litro o 0,01 euros y tras esa cantidad el coste se duplica hasta los 30.000 riales o 0,02 euros por litro, unos precios que se mantienen desde 2019, cuando se produjo la última subida en medio de unas protestas que causaron más de 300 muertos.
Esos subsidios cuestan al Estado iraní cerca de 70.000 millones de euros anuales o casi un 20 % de su presupuesto nacional y el doble de sus exportaciones de petróleo, según datos de la Cámara de Comercio, una situación que el presidente de Irán, Masud Pezeshkian, considera insostenible.
“No hay duda de que la gasolina debe encarecerse. La gasolina no puede costar 15.000 riales. Ni el agua está a ese precio”, dijo la semana pasada el mandatario en un discurso en la ciudad noroccidental de Urmía.
No le falta razón al presidente, ya que una botella de agua de medio litro cuesta 100.000 riales o 0,08 euros, por encima del equivalente en gasolina.
Pezeshkian se preguntó si puede subir el precio de la gasolina a 300.000 riales o 0,2 euros: “Me siento y tomo una decisión por la noche y golpeo a cualquiera que se queje. ¿Puedo golpearlo?”.
El político reformista hacía así referencia a las protestas de 2019 que comenzaron con la subida de los precios de la gasolina de 10.000 riales a 15.000 riales hasta 60 litros y tras esa cantidad a 30.000 riales y en las que pronto se pasó a pedir el fin de la República Islámica.
La subida de los precios llevó a la calle a miles de personas en varias ciudades del país y entre el 15 y 19 de noviembre de 2019 murieron 321 personas en la represión estatal, de acuerdo con Amnistía Internacional.
El precio del combustible no ha subido en los seis años transcurridos desde entonces en un país que sufre una inflación de entorno al 40 % anual, cuenta con una moneda nacional en continua devaluación y donde el coste de casi todo sube constantemente.
El parlamentario Mostafa Purdehghan Ardakani resumió la situación afirmando recientemente que el precio del combustible se ha convertido en una cuestión de “seguridad nacional”.
Falta de inversiones y contrabando
Ese bajo coste de los combustibles además de vaciar las arcas públicas limita la capacidad de inversión de la industria energética de un país que a pesar de contar con las segundas reservas mundiales de gas y petróleo sufre escasez de energía, en parte también por las sanciones internacionales que limitan su comercio exterior.








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