La generación distribuida basada en fuentes renovables como modelo complementario al tradicional aproxima la producción de energía, no sólo eléctrica, si no también térmica, al consumidor, instalando pequeñas o medianas centrales de generación cerca de los puntos de consumo. Ya es más habitual ver instalaciones de generación junto o dentro de entornos urbanos, avanzándose así hacia un modelo de smart cities que consigue un triple objetivo: mejora sensiblemente la gestión energética; reduce las pérdidas e ineficacias de los sistemas de transporte; fomenta el respecto al medioambiente y reduce las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Otra consecuencia, no menos importante, es la reducción de los costes económicos.
La sociedad actual presenta unas necesidades de consumo energético cada vez mayores y con un perfil de demanda muy variable. Estos dos factores que definen el perfil del consumidor tipo son el caldo de cultivo perfecto para que la generación distribuida basada en fuentes renovable se acompañe de medidas de eficiencia energética. A la variedad de tecnologías renovables suficientemente maduras aplicables a la generación distribuida (fotovoltaica, mini eólica, geotermia, aerotermia), se le suman las técnicas y equipos de eficiencia energética que son capaces de aplanar la demanda.
Desde el punto de vista energético, el consumidor se enfrenta a nuevos retos en cuanto a formas de consumir y producir energía. Así surge la nueva figura del prosumidor, cuyo papel resultará clave dentro del esquema energético. La evolución de esta figura es altamente dependiente de la madurez de las tecnologías de generación y eficiencia energética, de los costes de los equipos y de la facilidad para disponer de ellos e instalarlos. Es evidente que, dependiendo del perfil y la ubicación del prosumidor, unas tecnologías serán más apropiadas que otras. De igual forma, las condiciones de partida del prosumidor (nueva construcción, rehabilitación, etc.) harán que ciertas actuaciones de mejora sean o no posibles. Lamentablemente no existe una solución general que sea aplicable a todos los perfiles, pero sí una amplia gama de opciones que, todas juntas, contribuyen de forma eficaz a los objetivos descritos hasta ahora.
Seguramente, la clave del éxito sea una transición suave desde el perfil de consumir neto al de prosumidor. Pequeñas actuaciones que vayan incorporando fuentes renovables y eficiencia energética a nuestro día a día. Igualmente, podríamos pensar en una especie de “capilaridad” en la transición del prosumidor, de forma que se produzca un efecto contagio desde los prosumidores hacia los consumidores. El último objetivo es apoyarse en el prosumidor para atomizar todo lo posible la generación distribuida para maximizar la gestión energética, además de reducir todo lo posible las ineficacias y multiplicar la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Con un crecimiento disparado de la población mundial, la incorporación de hábitos de consumo extremo en países en desarrollo y con continuos avances tecnológicos dependientes de energía de algún tipo, es de esperar que la demanda energética global siga incrementándose de forma vertiginosa. En contraposición, existe la inevitable obligación de luchar contra el cambio climático, reducir la huella de carbono y generar sistemas energéticos sostenibles, fiables y rentables. Este escenario dual, que ya es una realidad, pone de relieve la necesidad de apostar por una transición energética basada en la utilización de energías renovables, en la eficiencia energética y en la generación distribuida. En este nuevo ecosistema, el prosumidor toma un papel activo e indispensable para la consecución de los objetivos. El presente-futuro de los prosumidores de cualquier tamaño es realmente prometedor.
Alfonso Agudo es Responsable de Operaciones de Ingeniería e Infraestructuras en Capgemini Engineering.
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