El mundo del transporte está entrando en un cambio de paradigma. La profunda transformación que está experimentando el modo de desplazarnos de uno a otro punto con el definitivo establecimiento de la movilidad eléctrica implicará no sólo que vayamos a movernos de una forma más amable con el medio ambiente, sino que también resultará en una mejora de la calidad del aire en las ciudades y los nexos de circulación principales.
Esto no es un cambio “cosmético” en lo que se refiere a la imagen del sector automovilístico en su relación con el resto de la sociedad: tendrá profundos beneficios en la salud de la población, gracias a poder disfrutar de un aire sin contaminación y a frenar un calentamiento global que, verano tras verano, se hace cada vez más evidente. Sin embargo, quizás hay otra vertiente de la cuestión que nos pase desapercibida y que implicará un cambio pragmático en la vida de cada uno de nosotros: la manera en cómo cargamos la energía de nuestro vehículo.
En la era de la combustión, un conductor puede esperar a repostar tanto como dure el combustible en su tanque de diésel o gasolina, y una vez llegue el momento, hacerlo en cuestión de apenas un par de minutos. A pesar de que la capacidad de las baterías no deja de aumentar, la autonomía de los coches 100% eléctricos aún no llega a la de sus parientes tradicionales. Además, aunque el tiempo de carga es cada vez menor, aún sigue siendo más que el necesario para repostar combustible y conseguir la misma autonomía. Como consecuencia, es justo admitir que la comodidad de la carga sigue estando del lado de la combustión.
Pero esto no es, ni por asomo, un muro infranqueable. La solución para solventar esta incomodidad es sencilla: ampliar la cantidad de veces que reponemos la autonomía de un coche. Aunque evidentemente deben existir puntos de carga rápida con alta potencia y gran velocidad de carga (más similares al concepto de gasolinera), la mayoría de los conductores se verán beneficiados de muchos otros tipos de infraestructura.
Donde antes sólo las gasolineras abastecían a los vehículos, una red de recarga descentralizada entrará en juego para que los conductores puedan reabastecer sus baterías en una infinidad de contextos: desde el propio hogar hasta un centro comercial, el parking de un restaurante, el aparcamiento de un edificio de oficinas o un cargador en la vía pública, todos serán lugares preparados para llenarnos de energía.
Esto implicará el cambio definitivo: pasar de la carga esporádica a la carga constante. Una comodidad que no sólo facilitará la vida a los conductores, sino que permitirá proteger la salud de nuestros vehículos gracias a adaptarnos a los distintos tiempos de carga según cada oportunidad. Cada vez que nos detengamos podremos enchufar y seguir con nuestra vida, y salvo alguna mirada ocasional al tablero de mandos, la autonomía de nuestro vehículo dejará de existir en nuestras mentes. Estacionar será sinónimo de enchufar, y lo podremos hacer con la satisfacción de ofrecer a los nuestros un futuro más limpio.
Pero para que este plan funcione hace falta ampliar la red de recarga en todos los sentidos y contextos. Los organismos públicos se van haciendo cada vez más partícipes de esta necesidad de ampliación, y de hecho poco se puede comparar la red actual con la que había hace unos años, donde eran escasísimos los puntos en los que los vehículos eléctricos podían llenar sus baterías fuera de los hogares.
Sin embargo, con el paso de los años, cada vez se hace más evidente que debe estandarizarse y masificarse la instalación de puntos de recarga, y no sólo por parte de las administraciones: las empresas y los servicios también tienen un papel vital, proporcionando posibilidad de reabastecimiento de energía para los vehículos de clientes y trabajadores.
Y puede que el mejor ejemplo de esta ampliación lo encontremos en los países del norte y el centro de Europa, que llevan años desarrollando una red de recarga amplia -a todos los niveles y con todos los actores implicados- para garantizar la posibilidad de carga para los conductores de vehículo eléctrico. Es importante tomar buena nota y exportar este sistema allí donde sea necesario.
Es evidente que, para que la electromovilidad funcione, es fundamental un cambio de mentalidad que, seguramente, no será sencillo. Pero una vez esté llevado a cabo, esta capacidad de enchufar en cada lugar, a cada parada y cada respiro, permitirá hacer nuestras vidas más cómodas, más limpias y más responsables. Y esto sólo con un pequeño empujón, al alcance de todos y para el bien de todos. ¿Acaso nos quedaremos a las puertas?
Antoni Mª Grau es director de Desarrollo Corporativo de Circontrol.
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