La ministra francesa de Ecología, Ségolène Royal, ha vinculado el cierre de la central nuclear de Fessenheim, la más antigua del país, a la apertura de la que se está construyendo en Flamanville, y que tras la asunción de nuevos retrasos no entrará en servicio hasta finales de 2018.
Royal, que se encontraba de visita en Estrasburgo, dio a entender así, a preguntas de la prensa, que no se cumplirá una de las promesas electorales del presidente, François Hollande, que era cerrar Fessenheim durante su mandato, que finaliza en 2017.
La ministra señaló que la ley sobre la transición energética establece "un techo de la producción energía nuclear de 63,2 gigavatios, lo que significa que cuando Flamanville abra, Fessenheim tendrá que cerrar".
A continuación, hizo notar que "Flamanville va a abrir en 2018", de acuerdo con el nuevo programa de construcción presentado la semana pasada por la compañía eléctrica estatal EDF, que también reconoció que el costo con ese retraso se triplicará respecto a las estimaciones iniciales, y será de 10.500 millones de euros.
La ministra rechazó la cifra de 5.000 millones de euros que supuestamente EDF quiere reclamar como indemnización por ser obligada a prescindir de Fessenheim, y señaló que "no se ha realizado ninguna evaluación".
Varios responsables ecologistas reaccionaron con enfado a las palabras de la ministra, y así el diputado Denis Baupin, señaló que Hollande debe cumplir con su promesa de poner fin a la actividad en la central de Fessenheim durante su mandato.
El primero de los dos reactores de este complejo ubicado en Alsacia empezó a producir electricidad en marzo de 1977.
Francia tiene en total 58 reactores en funcionamiento, que proporcionan el 80% de la electricidad generada y su pesidente, François Hollande pretende disminuir el peso relativo del sector nuclear al 50% para 2030.
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