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Hace exactamente un año, la Agencia de Información de la Energía de Estados Unidos pronosticaba con acierto que los bajos precios del petróleo habían venido para quedarse. ¿Por cuánto tiempo? De momento ya llevan un año y las perspectivas no son nada halagüeñas para los países productores: las reservas mundiales de crudo han batido en octubre su máximo histórico al superar los 3.000 millones de barriles, según el último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en el que los técnicos del  organismo de la OCDE advierten de que el almacenamiento masivo podría seguir presionando los precios a la baja, a pesar de que el Brent está en mínimos de los dos últimos meses y cerró el pasado viernes a 43,61 dólares.

Los países exportadores de petróleo prosiguen su particular vía crucis y viendo, no sin cierta desesperación, como los bajos precios están dejando maltrechas sus economías. Por el contrario, los países importadores prolongan una fiesta que ya dura más de un año y que no tiene visos de tocar a su fin. La AIE esboza en su último informe el peor de los escenarios posibles para aquellos y el mejor de los imaginables para estos últimos: la demanda no termina de consolidar su incipiente repunte, la oferta no deja de crecer y, consecuentemente, el volumen de crudo almacenado aumenta cada día. Y es en este último factor, el del almacenamiento, donde  la AIE pone el acento por sus implicaciones futuras para un mercado ya de por sí deprimido por la sobreoferta.

“Los rebosantes inventarios de crudo ofrecen un parachoques sin precedentes contra crisis geopolíticas o interrupciones inesperadas en la producción”, dicen los técnicos de la AIE en su informe. La causa del incesante crecimiento de las reservas no ha sido otra que la irrupción de la eficiente y revolucionaria tecnología de la fracturación hidráulica (fracking), que ha cambiado de la noche a la mañana el orden petrolero mundial previo y ha convertido a EE UU en el líder global de producción en detrimento de Arabia Saudí. Cuando la oferta de petróleo no convencional  empezó a inundar el mercado, hace casi dos años, los precios iniciaron su cuesta abajo y el país norteamericano apostó por el acopio.

El abaratamiento del crudo ha seguido intensificándose desde entonces, en parte porque la respuesta de Arabia Saudí ha sido hacer frente al envite estadounidense aumentando el bombeo, y el almacenamiento masivo de petróleo ha acabado convirtiéndose en una práctica generalizada. “Las reservas se han disparado en Asia y Oceanía, y en Europa el récord de producción de crudo ruso y los crecientes envíos desde Oriente Próximo han llenado los tanques”, constata la AIE. El aviso de la Agencia es el segundo en cuestión de días: el cártel de la OPEP incidió la semana pasada en la anomalía que supone este volumen de reservas.

El regreso de Irán al mercado petrolero mundial con el levantamiento de las sanciones internacionales previsto para el próximo año, intensificará la competencia en Europa. Así lo cree la AIE, que apunta al Viejo Continente como principal terreno de batalla para las principales potencias petroleras —Rusia, Irak, Arabia Saudí y, ahora, Irán— en 2016. La Agencia subraya el interés de Teherán en “recuperar la cuota de mercado perdida” en los últimos años en favor de Irak y remarca que el país persa ya ha contactado con varios potenciales compradores europeos.

En el plano de la demanda, la AIE pronostica que el crecimiento será de 1,2 millones de barriles diarios en 2016. Esta prolongación de la tendencia alcista sería, en principio, una buena noticia para los productores, augurando una subida de precios. Pero no lo es por dos motivos: porque la debilidad de los emergentes, con China a la cabeza, hace que flaquee respecto al crecimiento registrado este año (1,8 millones de barriles diarios) y, sobre todo, porque la oferta no termina de aterrizar pese a estar en niveles históricamente altos. Además, tampoco parece que las previsiones meteorológicas para el próximo invierno vayan a ayudar, ya que apuntan a temperaturas suaves a ambas lados del Atlántico.

La tendencia bajista en el mercado —el crudo se ha dejado casi la mitad de su valor en un año— contrasta con las últimas previsiones de largo plazo de la AIE, que espera que el barril de Brent, el de referencia en Europa, se sitúe en 80 dólares en 2020. Aún es demasiado pronto para evaluar si se trata de un pronóstico certero, pero el mercado parece remar en sentido contrario, hasta el punto de que algunos analistas sostienen que solo es “cuestión de tiempo” que el crudo caiga por debajo de los 40 dólares por barril. Volviendo al principio, los bajos precios del petróleo han venido para quedarse, ya llevan un año con nosotros y todo apunta que, al menos, se quedarán un año más.

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