Huawei y la energía europea: los escenarios que se abren tras el caso español
Aunque no existe ninguna propuesta legislativa formal, altos cargos comunitarios han confirmado que analizan “instrumentos adicionales” para blindar infraestructuras críticas.
El caso español ha llegado en un momento en que la Comisión Europea debate si ir más allá de las recomendaciones de la “5G Toolbox” y estudiar mecanismos que limiten la contratación pública con Huawei y ZTE. Aunque no existe ninguna propuesta legislativa formal, altos cargos comunitarios han confirmado que analizan “instrumentos adicionales” para blindar infraestructuras críticas.
El punto clave es que la seguridad nacional es competencia exclusiva de los Estados miembros, no de la UE. Pero la Comisión puede influir indirectamente: a través de estándares europeos, condicionalidad en fondos, o mediante evaluaciones de riesgo que empujen a los gobiernos a actuar con mayor contundencia.
El expediente español, el primero en el que Bruselas vincula explícitamente un contrato a riesgo de interferencia extranjera, se interpreta en las capitales europeas como un mensaje político. La Comisión no prohíbe, pero marca el camino.
Según ha podido saber este periódico, una alta responsable comunitaria vinculada al equipo de Henna Virkkunen, la vicepresidenta que firmó la advertencia a España se reunió en septiembre con Datenna, la consultora holandesa especializada en análisis tecnológico, para conversar “sobre soberanía tecnológica y relaciones con China”. La empresa declinó confirmar si asesoraba directamente a Bruselas sobre contratación pública o riesgos en infraestructuras críticas.
Un mercado europeo fragmentado y presionado desde fuera
La divergencia entre Estados miembros es profunda. Mientras países como Suecia, Lituania, Rumanía o Francia han vetado o restringido severamente a Huawei en sus redes, otros, como Alemania, han aplazado decisiones mientras negocian con Washington y calibran el impacto económico. España mantiene una postura intermedia, insistiendo en que estudiará el riesgo caso por caso.
Paralelamente, Estados Unidos continúa su estrategia de presión: desde la Administración Trump hasta la actual, Washington ha insistido en que Huawei representa un vector de acceso para inteligencia china y ha advertido que la presencia de la compañía en redes nacionales puede comprometer la cooperación en materia de inteligencia. Países del grupo Five Eyes (EE. UU., Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Reino Unido) ya han prohibido o iniciado la retirada de equipos.
En Europa continental, Bélgica, Dinamarca, Estonia, Polonia y Suecia han adoptado medidas similares. Pero el mapa global sigue siendo desigual: países en desarrollo o vinculados a China a través de proyectos de infraestructura, como varios de Asia o Latinoamérica, continúan adoptando redes 5G con Huawei. Su argumento central: la capacidad de construir redes robustas a bajo coste y en tiempos competitivos.
Algunos países europeos que aún no han vetado a Huawei argumentan que el riesgo es estructural a todas las redes modernas, independientemente del proveedor. Por ello, prefieren mantener licitaciones abiertas y redoblar auditorías, controles y supervisión continua.
“Europa necesita un esfuerzo de monitorización integral [a escala de toda la UE] para poder seguir el ritmo de la estrategia de innovación, también nacional, que despliega China,” afirma el CEO de Datenna.
¿Puede la UE restringir a Huawei sin frenar su transición energética?
Este es el corazón del dilema. La transición verde (electrificación, digitalización de redes, sensores distribuidos, almacenamiento inteligente) depende cada vez más de hardware y software conectados, muchos de ellos de origen chino. Huawei tiene un peso notable en fotovoltaica, inversores, monitorización y soluciones de gestión.
Si se lleva adelante una exclusión total de la empresa, las consecuencias serían múltiples. Podría elevarse el coste de las infraestructuras y reducirse la competencia: varios estudios internos de operadores europeos estiman que sustituir a Huawei podría encarecer el despliegue de 5G y redes inteligentes entre un 20% y un 40%. Además, la digitalización energética se ralentizaría, porque la transición depende de la conectividad en tiempo real, del almacenamiento inteligente y de plataformas de gestión avanzada. También existe un riesgo industrial: Europa actualmente no cuenta con una industria propia suficientemente sólida en electrónica de potencia, inversores avanzados o baterías conectadas para reemplazar a Huawei sin generar cuellos de botella o retrasos.
Por otro lado, mantener dependencia tecnológica de un solo proveedor extranjero implica aceptar una vulnerabilidad estratégica importante. En caso de tensiones geopolíticas, interrupciones de suministro o sanciones, las infraestructuras críticas podrían quedar expuestas. A ello se suma la incertidumbre regulatoria permanente: cualquier escalada política podría traducirse en nuevas restricciones, exigencias de verificación o cambios normativos que obliguen a rediseñar planes y calendarios de inversión.
El papel de la normativa: una red de seguridad… y de presión
La UE ha construido un marco regulatorio que podría determinar el futuro del debate, incluso sin mencionar empresas concretas. La Data Act, la Directiva NIS2, el Network Code on Cybersecurity y el Cyber Resilience Act marcan los requisitos para la digitalización, la protección de datos, la ciberseguridad y la resiliencia en infraestructuras críticas. Estos instrumentos buscan garantizar el control europeo sobre datos industriales e IoT, reducir la dependencia de servicios en la nube, endurecer las obligaciones de ciberseguridad para sectores sensibles como la electricidad, establecer auditorías y evaluaciones obligatorias para operadores de red, e imponer seguridad “por diseño” en productos digitales: contadores inteligentes, inversores, sistemas de almacenamiento, etc.
Aunque ninguna de estas normas alude explícitamente a Huawei, la aplicación combinada de estos requisitos podría restringir indirectamente la operativa de proveedores sometidos a leyes nacionales que obligan a cooperar con servicios de inteligencia de terceros países.
Este entramado normativo refuerza la presión sobre los Estados miembros: no sólo se trata de decidir si excluir a ciertos actores, sino de garantizar que cualquier tecnología incorporada cumpla estándares de resiliencia, transparencia y soberanía.
Cómo ha respondido Huawei y qué puede ocurrir ahora
A escala global, Huawei ha reaccionado a los vetos con una doble estrategia: diversificación industrial (incursión en chips, cloud, automoción eléctrica) y una ofensiva diplomática intensiva. La empresa insiste en que nunca ha colaborado con inteligencia estatal y afirma que ninguna ley china la obliga a espiar; sin embargo, ese argumento sigue siendo objeto de debate jurídico y político en Occidente.
Antonio Costa, presidente del Consejo Europeo; Xi Jinping, presidente de China; Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en julio de 2025.Reuters
En Europa, Huawei ha intensificado auditorías externas, aceptado evaluaciones de ciberseguridad (como protocolos internacionales del sector), y advertido de que prohibir su acceso elevaría los costes y frenaría la innovación europea. En España, mantiene diálogo con autoridades nacionales y europeas, destaca su trayectoria de más de veinte años en el país y defiende que cualquier evaluación debe basarse en criterios técnicos objetivos, no en origen geográfico.
Tres futuros posibles para Europa y su energía
Un camino, el de línea dura, consistiría en que varios Estados miembros coordinen vetos amplios a Huawei, impulsados por la presión de socios internacionales y por evaluaciones de riesgo. En este escenario, el impacto en el sector energético sería profundo: costes más altos, retrasos en la digitalización, rediseño de proyectos y caída de la competitividad.
Otro rumbo, probablemente el más realista en estos momentos, es un enfoque híbrido. Europa podría mantener restricciones en redes particularmente sensibles, reforzar los controles de ciberseguridad en el sector energético, exigir auditorías estrictas, pero sin prohibir globalmente a Huawei. España, al igual que otros Estados, seguiría evaluando caso por caso, evitando decisiones drásticas que pongan en riesgo el avance de renovables, smart grids y autoconsumo.
Una tercera vía, más pragmática, priorizaría la urgencia climática. En este escenario, se permitiría la presencia de proveedores chinos bajo condiciones estrictas de verificación, transparencia y supervisión continuada. Huawei podría conservar cuota en fotovoltaica, baterías inteligentes o redes de gestión, pero sometida a auditorías constantes y estándares técnicos elevados.
España y la UE se mueven entre dos principios que chocan: la urgencia climática, el avance de la digitalización y la seguridad estratégica. Huawei, con su capacidad tecnológica, su coste competitivo y su presencia ya consolidada, está en el centro porque encarna esa tensión. Lo que ocurra a partir de ahora no solo definirá la relación con China, sino el ritmo mismo de la transición energética europea.
En pocas semanas, la decisión colectiva que adopten los gobiernos de la UE marcará si los proyectos de energía renovable, redes inteligentes y autoconsumo avanzan con la agilidad necesaria o si la geopolitización de la tecnología frena esos procesos.
Sergio
04/12/2025