Tras seis años de distanciamiento, Israel y Turquía están a punto de reconciliarse. Una relación que se llevaba fraguando varios años, a falta de buscar un acuerdo respecto a la situación de Gaza. Ambos Gobiernos tienen previsto anunciar oficialmente este lunes el compromiso final alcanzado.
Y todo porque comparten uno de los yacimientos gasísticos más importantes de Oriente Medio, el Leviatán, en aguas territoriales israelíes y suelo turco, donde enlazará con la red de conducciones de energía que fluyen hacia Europa. El acuerdo entre ambos países ha sido impulsado por la perspectiva de alcanzar acuerdos lucrativos sobre el gas que se alberga en el interior del mar Mediterráneo, así como para mejorar la seguridad ante los riesgos de conflictos bélicos o atentados.
"También se ha producido un acercamiento entre Turquía y Rusia y todo por un trasfondo energético", señala Javier García Breva, experto en el sector energético, "Rusia quiere recuperar proyectos de gasoductos hacia la UE, y no le queda otra alternativa que llevarse bien con Turquía y con los europeos".
"Lo que va a cambiar es la geopolítica energética en el Mediterráneo Oriental", añade Mariano Marzo, catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona, "porque hasta ahora el poco gas que se exportaba iba de Egipto a Israel, pero ahora entra en acción un nuevo protagonista de primer orden, la provincia gasística de Egipto, Israel, Chipre y Turquía".
Para el experto, "todo dependerá de cómo se gestione su explotación pero de lo que no hay duda es que la cuenca del Mediterráneo Oriental va a producir su propio gas". Las consecuencias son evidentes. "Rusia deberá hacerse a la idea de que sus clientes futuros serán, sobre todo, los países del norte de Europa, y aunque ahora quiera abrir nuevos cauces por el sur, con el anuncio de recuperar su proyecto South Stream, lo hace por no tirar la toalla, pero sabe que poco tiene que hacer ya", añade Mariano Marzo.
Por último, queda la cuestión de los conflictos provocados por ataques terroristas, por las milicias del islamismo radical o por los frecuentes conflictos bélicos. "Podrían ser problemas puntuales pero si esas infraestructuras encuentran capital para ponerlas en marcha, se va a hacer, nadie quiere dejar una riqueza natural de ese calibre en el subsuelo", concluye Marzo.
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