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Con el inicio de las cinco subastas de la Ronda Uno, México afrontó su especial 'Día D' de la importante reforma energética del país. Durante casi 80 años, la industria del petróleo mexicana se ha concentrado en las manos de Petróleos Mexicanos (Pemex), la compañía petrolera estatal. Pero como la producción lleva ya una década en declive, el gobierno de Enrique Peña Nieto cifra las esperanzas en que los inversores privados le den un vuelco a la situación y pongan a la maltrecha economía mexicana en la senda del crecimiento sostenido.

México tiene una larga tradición como productor de petróleo, que se remonta a 1869, cuando se perforó el primer pozo,  aunque la producción comercial no comenzó hasta 1901. Las compañías británicas y estadounidenses dominaban la producción al inicio, pero México nacionalizó la industria en 1938 después de graves conflictos laborales, dándole al petróleo el estatus de tesoro nacional.

Por lo tanto, las subastas que dieron inicio el miércoles suponen un giro de 180 grados. Es la primera vez que se les ha autorizado a las compañías petroleras privadas operar en México, y la primera vez en la historia que se subastan los contratos petroleros mexicanos, a los que se presentan 33  grupos petroleros, en su mayoría internacionales.

Y lo que está en juego, es un bocado muy apetitoso: México espera subastar algo más de un tercio de sus recursos prospectivos totales en cinco años.

Con la licitación de 14 bloques de exploración en aguas poco profundas, el miércoles se dio inicio a las cinco subastas de la ronda uno. Las otras cuatro partes de la primera ronda son: la adjudicación de los nueve campos, ya descubiertos, en aguas poco profundas en cinco bloques, el 30 de septiembre; la adjudicación de 26 campos en tierra, el 15 de diciembre; bloques de aguas profundas en alta mar y campos de petróleo extra pesado; y, por último, las perspectivas de esquisto.

Aún no se han anunciado los detalles de estas dos últimas subastas, pero deben ser adjudicadas en el primer trimestre del próximo año. La ronda dos, también con una variedad de activos, se llevará a cabo en 2016, la ronda tres en 2017, y así sucesivamente.

Los 14 bloques de exploración que se licitaron se encuentran en las aguas poco profundas del Golfo de México, donde Pemex ha tenido  sus mayores descubrimientos en cinco años. Hay mucha información geológica disponible, y la proximidad a los oleoductos existentes de Pemex es una ventaja adicional,  aunque aún no se ha establecido la cantidad que las compañías tendrán que pagar por usarlos.

En medio de esa coyuntura era impensable que se pudiera colocar entre el 30% y el 50% de los bloques. El preludio no presagiaba nada bueno.Cinco empresas se habían retirado – Pemex; la estadounidense Noble; la colombiana Ecopetrol; la suiza Glencore, y PTT de Tailandia. Además, personas cercanas a Lukoil dijeron que era poco probable que la compañía rusa participara en la subasta.

Algo que aumentaba el desaliento a algunas compañías y que venía a ser la gota que colmó el vaso fue la insistencia de México en estrictas garantías corporativas –ya se tratara de una garantía ilimitada de una compañía matriz, o 6.000 millones de dólares de una filial– en caso de accidente o derrame. Pero todavía quedaba un importante  grupo de compañías precalificadas y, lo que es más importante, las ventajas que ofrece el país por las ricas perspectivas sin explotar, sobre todo en las aguas profundas del Golfo, y su ubicación tan cercana a EEUU, lo cual se traduce en potenciales sinergias con las operaciones en Estados Unidos.

A pesar de ello, el escaso interés por los bloques licitados y la inoportunidad del momento se tradujeron, en términos cuantitativos, en que sólo se adjudicaron dos de los catorce bloque licitados. ¿Un fracaso? No, porque no cabía esperar otra cosa en las actuales circunstancias del mercado  de hidrocarburos. Quizás, lo que habría que valorar no es tanto la paupérrima proporción de las adjudicaciones como el hecho de que por primera vez en muchos años  el Estado mexicano ha adjudicado a una empresa privada -en este caso un consorcio liderado por la mexicana Sierra Oil & Gas, en el que participaban la estadounidense Talos y la británica Premier- y no a Pemex, dos áreas para exploración en materia de hidrocarburos. Y eso es, en sí mismo, un éxito en la medida en que la libertad y el libre mercado se imponen frente al dañino intervencionismo público.

El volumen de licitaciones por venir en materia de hidrocarburos, de acuerdo a lo previsto por la Secretaría de Energía, será de 914, desde ahora y hasta 2019, de modo que lo subastado ayer representa escasamente un 1,5% de lo previsto. Tiempo hay, y de sobra, para que cambien las tornas, pero probablemente las autoridades mexicanas deberían revisar la metodología para calcular los valores mínimos exigidos por Hacienda, ya que no es razonable que cuatro bloques con ofertas se quedaran sin adjudicar por quedarse por debajo de lo exigido. Pero eso es lo de menos. Hoy, lo importante, lo que hay que celebrar, es el triunfo de la libertad. Lo demás, el haber empezado con mal pie,  no es más una mera anécdota.

José Antonio Roca es editor de El Periódico de la Energía-

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