Ningún comentario Durante gran parte del siglo XX, la industria petrolera mundial estuvo controlada por un poderoso cártel de empresas privadas conocido como las "Siete Hermanas". Este grupo dominó durante mucho tiempo la producción, los precios y el acceso a las reservas desde Oriente Medio hasta Latinoamérica. Moldearon los mercados, impusieron condiciones a los países receptores y sentaron las bases del sistema energético moderno. Sin embargo, desde entonces, el equilibrio de poder ha cambiado drásticamente.
Hoy en día, el centro de gravedad del petróleo mundial no reside en las grandes petroleras occidentales, sino en las Compañías Nacionales de Petróleo (NOC). Gigantes estatales como Saudi Aramco, Abu Dhabi National Oil Company (ADNOC) y Petrobras controlan actualmente aproximadamente tres cuartas partes de las reservas mundiales de petróleo y más de la mitad de la producción diaria, según Rystad Energy. Ya no son meros instrumentos de soberanía, sino actores estratégicos en un panorama energético complejo y cambiante.
Las compañías petroleras nacionales surgieron a mediados del siglo XX como expresión de independencia política y económica. Impulsadas por el sentimiento anticolonial y el nacionalismo de los recursos, los países del Sur Global tomaron el control de su riqueza petrolera y establecieron empresas líderes nacionales. Estas compañías servían a objetivos estatales: generar ingresos, crear empleo y proyectar poder político. Sin embargo, en sus primeras décadas, a menudo carecían de la tecnología, la experiencia y la escala de las compañías petroleras internacionales (IOC) a las que desplazaron.
Esa brecha se ha reducido significativamente. Mediante empresas conjuntas, alianzas técnicas y acuerdos de inversión extranjera, muchas petroleras nacionales (NOC) se han convertido en actores sofisticados e integrados globalmente. Petrobras lideró la innovación en aguas profundas en Brasil con la ayuda de Shell y Total. Petronas, de Malasia, se expandió globalmente mediante alianzas inteligentes y una gestión rigurosa de proyectos. Incluso en Venezuela, donde la mala gestión estatal ha paralizado la producción, las operaciones en curso de Chevron demuestran que la colaboración externa sigue siendo viable y productiva.
Las compañías nacionales son cada vez más flexibles
Además, las compañías petroleras nacionales (NOC) son cada vez más flexibles en su forma de operar. Saudi Aramco ha expandido su presencia en el sector downstream a nivel mundial. QatarEnergy ha incrementado significativamente su presencia en GNL con socios globales. ADNOC ha abierto bloques terrestres y marinos a licitación internacional, lo que indica una transición hacia modelos operativos más comerciales.
“Sin embargo, a pesar de estos avances, una forma crucial de colaboración sigue sin desarrollarse: la cooperación entre las propias empresas petroleras nacionales. Históricamente, esta colaboración se ha limitado a las cuotas de producción de la OPEP. Sin embargo, en una era de oferta limitada, demanda creciente y creciente tensión geopolítica, se necesita urgentemente una mayor colaboración entre las empresas petroleras nacionales”, dice W. Schreiner Parker, director general para América Latina de Rystad Eenergy.
La exploración global presenta un rendimiento inferior al esperado. El esquisto estadounidense se acerca a su punto máximo. La inversión en proyectos convencionales a gran escala se está quedando atrás. En conjunto, se avecina un déficit de suministro para finales de la década de 2030, que podría superar los 18 millones de barriles diarios para 2040 si no se realizan nuevos descubrimientos. Afrontar este desafío requerirá más que la participación de las compañías petroleras internacionales (IOC): exige un nuevo tipo de cooperación entre las compañías petroleras nacionales (NOC).
El modelo es simple pero eficaz: desarrollo conjunto de cuencas poco exploradas, infraestructura compartida en regiones de alto riesgo, inversión coordinada en tecnologías avanzadas de recuperación y un enfoque común para mitigar el riesgo político. Imaginemos a Petronas y Sonangol coinvirtiendo en aguas profundas de África Occidental. O a Saudi Aramco y Kuwait Petroleum uniendo recursos para I+D en exploración y producción. Incluso PDVSA, bajo un liderazgo reformado, podría asociarse con las petroleras nacionales asiáticas para reactivar las enormes reservas de Venezuela.
“Las Siete Hermanas controlaron la industria petrolera mediante la consolidación privada. Hoy, las compañías petroleras nacionales podrían estabilizarla mediante la cooperación soberana. El mundo no necesita un nuevo cártel. Necesita una coalición en la que los administradores nacionales de las reservas mundiales restantes trabajen no solo en paralelo, sino en colaboración, para afrontar los retos energéticos que se avecinan”, concluye Schreiner Parker.
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