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El tejido industrial europeo se enfrenta a dos graves amenazas: la escasez de recursos naturales y la dificultad para gestionar el creciente volumen de residuos. Estas amenazas están revelándose en el momento actual, y el permanecer inactivos generará impactos catastróficos a medio y largo plazo. Si la sociedad europea quiere sostener su existencia tal y como la conocemos, debe abordar un profundo cambio del sistema productivo, que va más allá de lo industrial, implica un cambio social, un rediseño completo que nos lleve hacia la economía circular. Hablamos de centrar el sistema productivo en los ciudadanos y en el conocimiento, en la búsqueda perpetua de soluciones innovadoras a las necesidades.

El camino hacia un modelo de economía circular representa un cambio hacia la sostenibilidad a largo plazo, promoviendo los beneficios ambientales y sociales, y generando oportunidades comerciales y económicas. De esa manera, la economía circular es restaurativa y regenerativa por diseño, basada en la innovación constante.

En la Europa actual, vivimos en el escenario de mayor bienestar de la historia, pero con un horizonte lleno de amenazas, amenazas de índole global, como nunca habíamos sufrido (cambio climático, agotamiento de recursos, extinción de la biodiversidad…), amenazas de ámbito regional (decrepitud del sistema económico, social, industrial, científico…), amenazas de ámbito social (creciente desigualdad, crisis demográfica, crisis de sistemas de protección social en la vejez, crisis ideológica…). Todas estas amenazas, sólo pueden ser conjuradas con un conjunto de conocimiento, investigación, esfuerzo, imaginación, diálogo y compromiso, que nos lleven a una completa reformulación de nuestra estructura económica e industrial.

La economía de la Unión Europea representa alrededor de un 23% del PIB global con menos del 7% de la población, lo que supone que es, con diferencia, la mayor economía del mundo, si la valoramos unida. Aparte de esto, es la zona con tasas de igualdad, desarrollo humano y equidad más elevadas.

La economía europea es la más grande del planeta y la que ofrece mejores datos de desarrollo humano. Debería de ser un modelo para aplicar a nivel global, pero se asienta en un territorio reducido y cuyos recursos naturales ya han sido sobreexplotados durante cientos de años, recursos que por tanto se agotan. Para sostener esos datos de desarrollo humano es necesario un desarrollo económico que es imposible con los recursos provenientes de ese territorio e implica una generación de residuos que pondrían en peligro el bienestar de los ciudadanos y que, de hecho, se intentan exportar a terceros países para librarse de ellos.

El caso de los recursos energéticos es paradigmático y especialmente grave. La UE ha necesitado importar, en el año 2016, el 53,6% de la energía primaria que necesitó para sostener su sistema productivo, cifra que cada año crece y que en 2016 supuso un 15% más que en el ejercicio anterior. La industria europea es extremadamente dependiente de la energía que proviene del exterior para su actividad y toda la sociedad europea en general lo es. Esta dependencia hace a Europa vulnerable ante un posible (y probable en algún momento) corte de suministro de alguna de las fuentes de energía de las que dependemos.

Actualmente, se avistan nubarrones en el horizonte de diversos sectores industriales, debido a la escasez de recursos, la necesidad de poner coto a las emisiones contaminantes y a la cantidad creciente de residuos además de la fuerte dependencia energética europea.

La industria metalúrgica, del que el ejemplo español es el más dramático, fuertemente dependiente del consumo eléctrico, se está mostrando incapaz de adaptarse a un sistema de generación-consumo energético diferente, más centrado en energías renovables, y en el que en origen debería haberse involucrado de forma decidida en vez de centrarse en poner trabas a su desarrollo… Unas direcciones empresariales acostumbradas a chantajear a los poderes públicos con la amenaza de la pérdida de empleo para obtener recursos fáciles, con nula visión de futuro y menor compromiso a largo plazo han puesto a este sector al borde de la desaparición en Europa.

La industria del automóvil, el mayor generador de empleo industrial en Europa, con 12,5 millones de trabajadores en 2016 y una generación de riqueza inducida difícilmente calculable, es un sector que puede tener serios problemas sino toma medidas para subirse a un nuevo modelo productivo.

El cambio de modelo de movilidad hacia un modelo electrificado solventaría gran parte de la dependencia energética europea, pero las marcas europeas del automóvil se encuentran en una situación de atraso en el desarrollo debido a las fuertes inercias que generaba su preponderancia en la tecnología de combustión interna (es difícil moverse de una situación cómoda). Pero, no es el energético el único problema del sector, también lo es cómo gestionar la deficiencia de materiales críticos para la fabricación de baterías (cobalto, litio…), cómo gestionar la cantidad ingente de residuos que previsiblemente generará un cambio radical del modelo de movilidad y cómo gestionar la amenaza sobre gran parte del empleo del sector que genera un tipo de vehículo con muchos menos componentes.

Otra grave afectación del sistema productivo que “sufrimos” es un modelo territorial profundamente desequilibrado. La población está fuertemente concentrada en núcleos urbanos, mientras las zonas rurales se ven despobladas y paulatinamente desprovistas de servicios, lo cual acelera el proceso de despoblamiento. Este proceso, tiene una tendencia a agravarse, con lo cual nos encontraremos con zonas “vacías” y otras sobrepobladas, toda una oda al desperdicio de recursos. El principal motivo de la despoblación es la tendencia del actual sistema productivo a la concentración en núcleos industriales, y de generación de valor, y precisamente ése es uno de sus principales problemas, la acumulación de población en núcleos territorialmente reducidos concentra la generación de residuos, de emisiones contaminantes y provoca afectaciones incluso en la salud de los ciudadanos, además de provocar serios problemas sociales, de convivencia… incluso mentales. Por otro lado, las zonas “vacías” con creciente despoblamiento tienden a convertirse en sumideros de residuos y extracción de los pocos recursos naturales que quedan.

Todos estos problemas que nos acucian tienen una solución, no sencilla, pero sí eficaz, y es el cambio del modelo productivo desde el actual, un modelo de economía extractivo y depredador que considera los recursos naturales infinitos, hacia un modelo de economía circular, en la cual todo el proceso productivo y los productos que se producen/consumen estén orientados hacia la recuperación de los recursos naturales utilizados.

Cuando hablamos de economía circular, no sólo hablamos de industria, de recursos, hablamos de todo un cambio social, hablamos de replantearnos la necesidad de ser propietarios de los bienes de consumo cuando lo que necesitamos es su uso, hablamos de incrementar la vida útil de los bienes duraderos, de fomentar la reparación frente al deshecho, hablamos de diseñar productos planteándonos como fabricarlos, con qué, para qué se usarán, cómo actualizarlos y finalmente para qué serán materia prima sus componentes cuando su vida útil finalice, hablamos de convertir el conocimiento y no la explotación de recursos limitados en la materia prima básica de todo el sistema productivo.

Francisco Méndez Gómez, miembro del programa "Líderes de la Cumbre de Innovación Tecnológica y Economía Circular" de la Advanced Leadership Foundation, responsable Estatal Energías Renovables CCOO Industria y trabajador y delegado sindical CCOO en Siemens Gamesa.

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Un comentario

  • Cesar electrico

    28/06/2019

    Dame un producto de igual precio, mas duradero y yo como consumidor lo compraré. Yo como consumidor se lo pido a la industria y me dice que no le sale rentable(no por el precio si no por perdidas del potencial de ventas). y ahora que hacemos? quien salió antes el huevo o la gallina?...

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