La presentación del ‘paquete de invierno’ de la Unión Europea no ha dejado indiferente a nadie. Para Teresa Ribera, directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI) de París, “en su conjunto, son buenas noticias. Facilita la integración de las políticas de clima y energía; da confianza y predictibilidad a los inversores y permitirá consolidar un proceso de cambio que generará empleo y ahorrará importaciones (alrededor de 70.000 millones de euros en importaciones de gas y petróleo para 2030). Además, intenta un enfoque multisectorial importante, sentando las bases para avanzar en transporte, eficiencia, sector residencial…”.
Además, señala “por otra parte, incorpora ciclos de revisión compatibles con el Acuerdo de París (evitando un decalaje muy nocivo para Europa) y, lo que a mi juicio es más importante, integra una perspectiva social: transición justa, pobreza energética, protección de consumidores y generación de empleo. No es sólo business y tecnología: la energía es un elemento fundamental para la prosperidad de la gente y las instituciones europeas deben ser conscientes de ello y actuar en consecuencia -más todavía en este momento en el que estamos-“.
Sin embargo, la experta considera que hay dos tipos de cautelas que añadir, “la primera, en términos de objetivos es bastante tendencial y alejada todavía de las sendas de transformación necesarias para alcanzar los objetivos a 2050. Necesitamos fortalecerlos y acelerarlos en el futuro inmediato, por lo que cualquier tentación de relajar el paquete en las siguientes etapas de tramitación debería rechazarse frontalmente. Al contrario, conviene enmendarlo al alza, y por otra parte, la nueva propuesta de gobenanza depende en gran medida de los estados miembros -tanto en su política nacional, como en arreglos regionales de integración de mercados-“.
En definitiva, en opinión de Teresa Ribera, “las medidas podrían ayudar si en los países miembros hay intención de implicarse seriamente, pero la UE no tiene mucho margen de intervención si no hacen lo correcto. Un último comentario es el sorprendente calendario que maneja la propuesta para invitar a los estados miembros a aprobar estrategias a 2050: les invita a hacerlo en 2020, en línea con el Acuerdo de París pero dos años más tarde de que remitan sus Planes Nacionales de Clima y Energía, ¿acaso son ejercicios independientes”.