Ya se están sufriendo las consecuencias del calentamiento global de 1 grado (respecto a los valores preindustriales) a través del aumento del nivel del mar, la disminución del hielo marino en el Ártico, y un clima más extremo. Nuestros políticos tendrán en cuenta estos hechos de cara a la cumbre de diciembre en Polonia en la que se revisará el Acuerdo de París.
Un mix energético renovable para el año 2050 es imprescindible para garantizar la sostenibilidad del planeta y responde además a un compromiso que hemos adquirido. Por ello, intensificar los recursos en inversión en I+D+i representa un vector clave para poder consolidar la mayor amplitud posible de fuentes de energía renovable, de modo que se pueda garantizar un mix energético competitivo y eficiente.
Esto supone un plan estratégico de inversión en clave de país que apueste por un horizonte 100% renovable, incluyendo alternativas hoy en día pendientes de explotar. Una de ellas es el gas renovable, que como su nombre indica son gases no fósiles. Uno de estos gases, el biogás, se produce, de manera natural y espontánea, por la biodegradación de la materia orgánica (residuos). El resultado de este proceso natural de degradación, una vez se trata de la forma adecuada, permite obtener biometano, una fuente renovable similar en composición al gas natural convencional, con todas sus capacidades energéticas, y que además, actúa como sumidero de CO2.
El estudio de la Comisión Europea “Gas Infrastructure 2050 study – feedback on content” reconoce un papel relevante a los gases renovables en la mayoría de sus posibles horizontes. En la mayoría de los países relevantes de nuestro entorno (Francia, Alemania o Reino Unido) existen un entorno admirativo que impulsa el desarrollo de sistemas que evitan la emisión descontrolada de gases GEI derivados de actividades antropogénicas (gestión de residuos humanos, purificación de aguas o la agricultura, etc.) y su valorización de los mismos en forma de biometano, en un claro ejemplo de economía circular y de generación de valor de la transición energética. España se encuentra en la cola de los países europeos en desarrollo de plantas de producción de gas de origen renovable para su posible inyección en red, a pesar de que existe viabilidad técnica y materia prima suficiente para el desarrollo del mismo.
Para paliar este retraso y recuperar el tiempo perdido es necesario que el Gobierno impulse un plan integral que permita un marco normativo adecuado. Se requiere una fiscalidad que reconozca la reducción de emisiones posibles gracias al gas de origen renovable y, un sistema de apoyo equiparable a los países punteros de nuestro entorno, incluyendo un sistema de certificados de origen.
Así, se abren numerosas oportunidades hacia una economía más sostenible. Una situación de la que no debemos ser meros partícipes sino aceleradores del proceso de cambio. Un cambio que urge hacerlo.
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