A pesar de tener un origen biológico por obtenerse a partir de recursos naturales, los biocombustibles procedentes de cultivos conllevan graves impactos sociales y ambientales. En concreto, los biocombustibles a base de soja provocan la deforestación y la pérdida de biodiversidad, especialmente en países de América del Sur, una realidad en aumento para satisfacer las necesidades de biocombustibles en Europa, que se ha multiplicado por cinco en siete años.
Asimismo, los terrenos dedicados al cultivo de biocombustibles compiten con los de alimentos, aumentando la inseguridad alimentaria al quemar cultivos como combustibles para el transporte, en un contexto de hambruna mundial.
Para limitar estas consecuencias e incentivar energías renovables ambiental y socialmente responsables, más de 100 personas del ámbito científico español se han unido —bajo el impulso de Ecologistas en Acción, ECODES y Transport & Environment— en esta carta enviada a la Comisión Europea, para que recoja la evidencia científica sobre los impactos de la soja y la catalogue como “materia prima de alto riesgo de causar cambios indirectos en el uso de la tierra” (ILUC, por sus siglas en inglés).
Los biocombustibles de soja
Un estudio encargado por la propia Comisión Europea demostró que los biocombustibles producidos a base de aceite de palma y de soja generan tres y dos veces más emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que el diésel fósil, respectivamente. Por este motivo, en 2019 la Comisión Europea catalogó el aceite de palma como materia prima de alto riesgo de ILUC y aprobó su eliminación gradual.
Sin embargo, la soja se quedó fuera, a pesar de que los cultivos de soja causan la deforestación en algunos de los ecosistemas más biodiversos del mundo, especialmente en América del Sur. El Parlamento Europeo y varios Estados miembros de la UE han manifestado claramente su oposición tanto a los biocombustibles de palma como a los de soja, solicitando una eliminación inmediata de ambos.
El aumento continuo de las importaciones de soja a Europa para producir biocombustibles, cuyo consumo aumentó cinco veces de 2015 a 2022 según un estudio de Transport & Environment, ha exacerbado esta deforestación y, con ello, los graves impactos que produce, como la liberación de carbono irrecuperable y la pérdida de biodiversidad, así como el acaparamiento de tierras y conflictos con pueblos indígenas y comunidades locales en países de América del Sur. En la ecorregión del Cerrado, en Brasil, una tierra rica en carbono y de gran biodiversidad, la deforestación aumentó un 43% el pasado año.
Toda esta situación se evidenciará también en el evento organizado hoy en el Parlamento Europeo en torno a la necesidad de desincentivar la soja como biocombustible, que contará con la representación de las instituciones europeas, estatales, ONG y personas expertas a nivel técnico. En este marco, y en línea con la advertencia recogida en la misiva, es importante asegurar que los biocombustibles procedentes de materias primas cuyo cultivo y uso tienen graves impactos sociales y ambientales se excluyan de los objetivos de energía renovable de la Directiva de Energía Renovable de la Unión Europea.
Para ello la oportunidad legislativa está en la revisión prevista del Acto Delegado 2019/807, que regula las materias primas para producir biocombustibles y excluye las que suponen una amenaza ambiental. Una revisión ambiciosa establecería los criterios que permitan incluir a la soja y favorecer su eliminación como biocombustible cuanto antes. La Comisión Europea debería haber producido el informe final en septiembre de 2023. Sin embargo, no ha salido hasta la fecha.
Los objetivos climáticos
Para cumplir con los objetivos establecidos en el Acuerdo de París, la Declaración de Glasgow sobre los bosques y la Declaración de Ámsterdam es crucial poner freno a la deforestación y a la expansión de la soja en áreas tropicales y subtropicales que son reservorios de carbono clave para nuestra supervivencia.
Fernando Valladares, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, advierte de que “es importante que la UE aproveche la oportunidad para abandonar la producción de los biocombustibles a partir de los cultivos de soja”, y añade que “estos biocombustibles liberan más gases de efecto invernadero que sus equivalentes fósiles como el diésel. Además, esta producción de soja lleva consigo aparejada la pérdida de biodiversidad, puesto que se están reemplazando ecosistemas de gran valor natural, especialmente en zonas de Suramérica, para estos cultivos monoespecíficos: cultivos que comprometen la seguridad alimentaria y afectan a los ciclos de la materia del carbono y del agua. Algo que compromete a toda la población a escala global, pero especialmente a las comunidades indígenas y locales”.
Lola Berna, en representación de las tres organizaciones ambientales, señala que “gran parte de la soja, además, viene de zonas con suelos con mucho carbono acumulado y el daño es inmenso. La alternativa a los combustibles fósiles debe ir por el camino de la electrificación y por reducir la demanda energética en el transporte, disminuyendo desplazamientos y ofreciendo alternativas de movilidad que reduzcan la dependencia en el automóvil y otros medios altamente contaminantes”.
Con este mismo objetivo, 30 organizaciones ambientales, entre las que se incluyen las tres organizaciones impulsoras de esta iniciativa, también dirigieron una misiva a la Comisión Europea reclamando que actúe de manera coherente con sus promesas ambientales y trate a la soja como lo que es, una de las materias primas para biocombustibles más dañinas medioambientalmente.
Estas acciones evidencian el consenso entre investigadoras, investigadores y representantes de la sociedad civil en torno a la protección de las áreas ricas en carbono y las comunidades locales que las habitan.
Juan mazza
06/03/2024