Todas las flechas llevan a una misma dirección. El fin del carbón en la Unión Europea está cerca. El Acuerdo de París señala el camino hacia la descarbonización de la economía y quemar carbón es, de lejos, el modo de emitir más CO2 a la atmósfera.
Por eso, y porque el ejecutivo comunitario se comprometió, en la presentación del 'paquete de invierno' a ayudar a las regiones mineras, la Comisión Europea ha anunciado que está trabajando en una iniciativa para apoyar a que las regiones mineras de carbón realicen una transición y transformación de su sistema productivo, y que se hará pública este otoño.
Para su elaboración se basarán en el informe que presentó el año pasado el Comité Económico y Social Europeo (CESE): "Los recursos autóctonos de carbón en la transición energética de la UE". En este informe se destaca que las cuencas mineras que siguen activas deben prepararse para la supresión progresiva de la producción de carbón, bien para ajustarse a las decisiones de política energética y climática de la UE relativas a la utilización de combustibles fósiles, bien por razones económicas.
Sin embargo, reconoce que su porvenir y sus condiciones de vida futuras deben tenerse en cuenta en una planificación a largo plazo. Tanto es así, que calculan que debe abarcar dos generaciones, es decir, un período de 25 a 50 años.
Mientras tanto, las comarcas mineras de toda Europa están preocupadas por su futuro, porque saben que tienen que hacer frente a nuevas realidades. La era de las renovables, sin duda, no deja espacio para el carbón. En 2015, según Euracoal, casi 8.000 personas trabajaban en la industria del lignito en la República Checa, 9.500 en Polonia, 10.600 en Rumania, 11.700 en Bulgaria y casi 15.500 en Alemania. En España, hoy sólo quedan 2.900 empleados supervivientes.
Además, en la actualidad, más de una cuarta parte de la electricidad de la UE sigue generándose en 280 centrales eléctricas de carbón en 22 países y solo seis países han prescindido del carbón para producir electricidad: Chipre, Estonia, Letonia, Lituania, Luxemburgo y Malta.
Por estas y otras razones, las regiones mineras de carbón necesitan apoyo para hacer frente a la transición hacia una economía de bajas emisiones.
La iniciativa está siendo elaborada por las Direcciones Generales de la CE responsables del desarrollo regional, el empleo, la energía, el transporte, así como el I+D, pero se pretende además establecer una plataforma permanente de representantes de la industria del carbón, que sustituya las reuniones anuales que se llevan hasta la fecha en Bruselas. Esta plataforma deberá prestar su apoyo en la búsqueda de nuevas tecnologías y de nuevos modelos de negocio.
El documento final que se presentará este otoño también contará con la opinión de varios equipos de expertos que estudiarán caso por caso sobre el terreno y hablarán con los interesados en las distintas regiones.
Pero ¿qué opciones se barajan a día de hoy como alternativa al carbón? Los estudios de viabilidad podrían demostrar que algunas cuencas mineras no solo poseen un gran potencial para la producción de energía solar, eólica o geotérmica, sino que también contarían con los requisitos necesarios para la inversión y el despliegue de tecnologías de energías limpias.
Y no solo. Según el estudio del CESE, la industria del carbón también podría centrarse en un uso más eficiente y limpio de este mineral y desarrollar usos alternativos. Con una eficiencia elevada, se puede producir más electricidad con cada tonelada de carbón y las emisiones de CO2 pueden reducirse en un 30% o más. O también podría desarrollar la cogeneración, e incluso a medio plazo se tiene la esperanza de que las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CAC) puedan desempeñar un papel significativo en una economía descarbonizada.
Se abre un abanico de posibilidades que la Comisión Europea deberá valorar, aunque lo esencial será contar con un marco institucional y político adecuado, capaz de impulsar las inversiones públicas y privadas que se necesitarán en los próximos años. Dentro de poco se sabrá.
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