La transición energética nace como una de las propuestas imprescindibles para abordar el cambio climático. La descarbonización de la economía es un gran reto que hace pocos meses era motivo de debates continuados con una sociedad dividida sobre cómo abordarlo y sus consecuencias. Nadie quería hacer un paso atrás, nadie quiere perder. Del inmovilismo nació la emergencia climática, declaraciones más incisivas sobre los cambios que deberíamos afrontar.
De forma inesperada nos parece el COVID y al margen de sus efectos nocivos para la salud de las personas, el obligado confinamiento mundial ha paralizado de forma inmediata gran parte de la economía global durante casi dos meses. Lo nunca visto e inimaginable.
Es decir, han caído las emisiones de CO2, el cielo es perceptiblemente más azul y la naturaleza con sus animales han iniciado una reconquista de espacios, como una señal de su capacidad de recuperación si la humanidad es capaz de saber encontrar este deseado equilibrio entre crecimiento y sostenibilidad del planeta.
La electricidad es uno de los vectores más importantes de la descarbonización. Conseguir la descarbonización del transporte es un gran reto. La electrificación de éste se ve en el horizonte en la movilidad automovilística, pero aún no en los transportes pesados, camiones, barcos, aviones.
Estos días de confinamiento las infraestructuras energéticas y de telecomunicaciones han sido claves para el confort necesario en el hogar, aportando entretenimiento, teletrabajo, cultura, formación, etc, ante las prohibiciones de salir de la casa para ocio o trabajo.
Justamente esta unión de las telecomunicaciones con las redes de distribución de energía va a permitir también en un futuro breve avanzar hacia la descarbonización.
Las empresas de distribución de energía eléctrica agrupadas en la asociación ASEME estamos muy implicadas en el reto de la electrificación pues en él vemos el camino del cambio.
La incertidumbre, rumores, noticias, especulaciones que estos días han circulado sobre el incremento del recibo de la luz en los hogares debido al confinamiento solo es debido a la falta de información sobre el consumo energético en el hogar. Recibir la factura de mis decisiones energéticas un mes a posteriori lleva consigo que, como consumidor, no relaciones el consumo con coste.
Así pues desde nuestro punto de vista, la transición energética nace en el propio hogar como fuente de conocimiento de nuestras decisiones energéticas. Esto solo ocurrirá cuando de forma fácil y evidente seamos capaces de mostrar los consumos en el mismo momento que se producen. La siglas en inglés de “iot” o internet de las cosas son y serán el camino para llevar esta información en nuestro hogar pero también en las infraestructuras globales de distribución de energía. La sensorización de éstas nos llevaran a una mejora en muchos sentidos, desde el ahorro en pérdidas energéticas, mantenimientos más eficientes, etc.
Así pues y con el deseo de vuelta progresiva a nuestra normalidad, nos hemos de llevar todos deberes para la mejora de esta sociedad en el sentido de la sostenibilidad de nuestro entorno, que estos días hemos podido ver sus efectos positivos cuando cesamos nuestra agresividad con el planeta.
La empresas energéticas que forman nuestra asociación, ASEME, tienen un compromiso claro ambiental que se refleja en la proximidad a las personas de su territorio, brindando el asesoramiento necesario así como en sus planes de inversión enfocados a una mejora de las infraestructuras energéticas que juntamente con la ayuda de las telecomunicaciones han de permitir unos mayores índices de incorporación de energía renovable en la red, así como facilitar la participación activa de los clientes domésticos, de servicios e industriales en la gestión “sin esfuerzo” de su energía, solo así conseguiremos avanzar hacia una sociedad más sostenible con el medio ambiente.
Albert Estapé es vicepresidente de ASEME.
Turbomotor2000
14/05/2020