David Robinson, presidente de DR & Associates e Investigador del Instituto de Estudios Energéticos de la Universidad de Oxford, afirma en el último número de la revista Gas Actual que la “sustitución del carbón por gas natural es una forma evidente de reducir las emisiones de CO2 en la UE, y de las emisiones de SOx y NOx, así como de partículas, principales responsables de la contaminación local”.
Robinson asegura además que el empleo de gas natural como sustituto del carbón para la generación de electricidad, con el fin de reducir las emisiones de CO2, “debería considerarse una meta fácil de alcanzar”, si bien esto implicaría “la aplicación de políticas públicas, puesto que los precios del carbón son más bajos que los del gas en términos de unidad de generación”.
Entre estas políticas, el experto cita como ejemplo la imposición de un coste elevado a las emisiones de dióxido de carbono como el que ha puesto en práctica el Reino Unido, que ha demostrado “que es posible fijar un impuesto que se incrementa durante un período prolongado; de ese modo, se puede enviar una señal a los inversores”.
Con el fin de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, menciona otra serie de iniciativas, como el establecimiento de “incentivos a la innovación y al desarrollo de nuevas tecnologías de baja emisión de carbono”, además de acordar “objetivos de disminución de las emisiones de CO2 en diferentes sectores”.
El futuro del gas natural
Robinson afirma en la revista editada por la Asociación Española del Gas (Sedigas) que el gas natural “conservará su importancia como respaldo a las renovables intermitentes, aunque existen otras fuentes alternativas de flexibilidad con las que tendrá que competir”.
Mirando nuevos mercados, señala que “el transporte en camiones podría ser un mercado interesante para el gas natural, pero el progreso hasta ahora ha sido lento”, y que “el GNL como combustible para buques marítimos es más promisorio y podría transformarse en un importante mercado para el gas natural en la década de 2020”.
Respecto a la contribución del sector gasista español a la seguridad energética europea, Robinson opina que la importante capacidad de importación de GNL de España podría ayudar a abastecer a otros países. “Sin embargo, para que las exportaciones de gas españolas lleguen a Europa Central, Francia debería realizar una mayor inversión en infraestructuras”, puntualiza. “Extender la capacidad de la infraestructura de gasoductos entre España y Francia podría ser un buen comienzo, siempre que el aspecto económico acompañe”. No obstante, afirma que “antes de hacer las inversiones en Francia y España, es necesario estudiar la rentabilidad de todas las nuevas infraestructuras en profundidad y con independencia. También es necesario aclarar quién asume el riesgo de la posible infrautilización de las mismas.”
David Robinson también hace mención al anunciado comienzo de las exportaciones de GNL de Estados Unidos. El gas estadounidense llegará al mercado internacional después de cerca de 80 bcm procedentes de Australia, lo cual ya está significando más GNL desviado a Europa. “El GNL estadounidense competirá también con el gas transportado por gasoducto desde Rusia, así como con el gas y el GNL de otras fuentes (incluido Egipto) por una cuota del mercado europeo; eso podría hacer que bajen los precios entre 2018 y 2025.”
El experto también señala algunos retos para el sector de gas natural en el contexto de la descarbonización. “Si bien la sustitución del carbón traerá beneficios inmediatos en términos de cambio climático, el gas natural es también una fuente de emisiones de CO2. Para que el uso continuo de hidrocarburos sea sostenible, se deberían desarrollar tecnologías económicamente viables a gran escala para la CCS, la utilización de CO2 y la absorción directa de CO2 de la atmósfera. Estamos todavía lejos de alcanzar ese requisito.”
En cuanto al futuro de la industria gasista en Europa, el investigador británico afirma que el sector debería desarrollar “una estrategia a largo plazo”, para un mundo futuro de bajas emisiones. Esta estrategia debería incluir “usos alternativos para los gasoductos, las instalaciones de almacenamiento y la infraestructura de GNL”, como por ejemplo el transporte y almacenamiento de CO2 o la tecnología power-to-gas.
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