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Entiendo que el pobre consumidor esté anonadado. Las informaciones contradictorias que le inundan cada día, al principio le han inquietado, luego le han alertado, seguidamente le han enfadado, ha escalado hasta la indignación y más recientemente está desafectado. Con todos los que tratan de engañarle. Con toda la clase política, sindical, patronal, mediática. Hasta con su suegra. Ya no se cree a nadie. Y no es extraño.

La corrupción de políticos y gestores, la mala gestión de ministros y altos cargos o la ignorancia supina de la clase dirigente desafectan a este pobre ciudadano y consumidor que solo puede hablar cada cuatro años. Y no puede, o no le dejan  hablar, cuando quiere decir otras cosas como el derecho a decidir, cómo quiere su entorno medioambiental o cómo le gustaría que el contrato social se restableciera, una vez roto por los sucesivos gobiernos estatales y autonómicos.Ha llegado al hartazgo.

Esto ocurre en general en el ámbito político y social y este ciudadano cada vez entiende de menos cosas. Prefiere centrase en su mundo profesional que casi tampoco llega a entender, de extraño que ha llegado a ser. Reconozco que este es mi caso particular en mi mundo que es el de la energía. Hace 50 años que estoy ocupado, gracias a ella. Desde un inicio técnico y manual, pasando por un periodo empresarial y de gestión internacional y finalizando con un largo periodo de regulador nacional y consultor internacional, las he visto de todos los colores, pero, créanme, nada en comparación con la que está cayendo en España en estos últimos tiempos. Déjenme comentarles una lista pequeña, no exhaustiva y sin priorización previa, de 10 perlas:

  1. Vaciado de Endesa;

  2. Judialización creciente de la regulación;

  3. Fiasco del almacenamiento Castor;

  4. Incumplimiento en la transposición de directivas;

  5. Sobreinversión inútil;

  6. Sainete nuclear;

  7. Céntimo sanitario;

  8. Penalización del autoconsumo;

  9. Fallos en la gobernanza;

y 10) Pobreza energética.

  1. Por haber sido un adelantado en la internacionalización de Endesa, encuentro reprobable el vaciamiento al que se ha visto sometida la empresa por sus actuales dueños, ante la pasividad de gobierno y oposición.

  2. Me da mucha pena que en los tribunales nacionales e internacionales se acumulen los expedientes de demandas judiciales al Reino de España por inversores que han visto defraudada su legítima confianza.

  3. Que los errores de la administración central y los concesionarios de Castor los tengan que pagar los consumidores españoles, no es digno de un país en el que impere el derecho.

  4. Que la directiva sobre eficiencia energética se haya transpuesto tarde y mal es un fiel reflejo de los valores imperantes en nuestra clase política dirigente.

  5. Que tengamos un 40% de sobreinversión en plantas de regasificación del sistema gasista nacional o que nuestros ciclos combinados funcionen menos de un 10% de su tiempo, refuerza la idea que hemos regulado de una manera muy ineficiente y la culpa no es solo del gobierno actual sino también de sus predecesores.

  6. Que el Gobierno impulse la energía nuclear, pero imponga tasas que desalienten la continuidad de Garoña tiene más de sainete que de política energética coherente.

  7. Gravar con el céntimo sanitario para que luego el Tribunal de Luxemburgo lo anule, no habla muy bien de nuestros próceres legislativos y sus asesores legales.

  8. Que por mor del cierre económico-financiero del déficit tarifario se pongan barreras al autoconsumo en lugar de regular una discriminación positiva hacia él, muestra un cortoplacismo en las decisiones políticas que las encontraremos en un futuro en falta.

  9. Que el regulador independiente sea un organismo carente de toda decisión va en contra de todo el acerbo comunitario y deja bien a las claras la singularidad de España en la transposición de las directivas, todo ello, con el silencio cómplice de la Comisión Europea.

  10. Que toda iniciativa autonómica a favor de solventar la pobreza energética tenga la sistemática oposición del gobierno central, da la justa medida de las sensibilidades imperantes en nuestra jungla política.

Por todo lo expuesto y mucho más que sería tedioso desgranar, el de desafecto es un sentimiento creciente y sería bueno encontrar en un próximo futuro alguna iniciativa que nos indicase que se está en proceso de revisión de estos nefastos comportamientos y que nos encaminamos hacia la eficiencia. Dios lo quiera.

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