Los deseos del Gobierno ya no son órdenes en el sector eléctrico. O por lo menos, en cuanto a los principales actores se refiere. Las dos últimas grandes operaciones, la venta de Endesa a Enel y ahora la venta de los activos de E.ON España dan muestra de ello. La españolización del sector eléctrico brilla por su ausencia, algo que en Industria saben de primera mano y que esperaban que con la salida de la alemana, el mercado volviera a ser más nacional. Pero se han quedado con las ganas.
Todo indica que los activos de EON España acaben en manos australianas. La alemana negocia en exclusiva con el fondo de infraestructuras Macquarie para llegar a un acuerdo final. La oferta del fondo australiano es la que más ha gustado en tierras bávaras por varias cuestiones. Una, por el precio. La oferta ronda los 2.200 millones de euros. Y la otra, que puja por todos los activos, algo que algunos de sus competidores no lo han hecho.
El proceso de due dilligence ha sido muy complejo, con actores inesperados y con muchas sorpresas en el camino. Todo bajo un prisma de extraña confidencialidad, que desde el primer momento se ha saltado a la torera hasta el punto que desde Alemania se llamó al orden por ello.
El proceso, que ha durado casi cuatro meses, ha dado muchas vueltas, y a pesar de que todo el mundo tenía las mismas posibilidades desde el principio, ha quedado claro que al final ha primado lo que desde un principio quería E.ON. Es decir, vender todos los activos y por el mayor dinero posible.
Eso sí, seguro que la germana no está del todo contenta con las ofertas que ha recibido ya que esperaba traspasar sus redes, clientes e instalaciones de generación por una cifra cercana a los 3.000 millones de euros como mínimo.
La pequeña intervención
Desde el primer momento el proceso de due dilligence, al hacerlo al más puro estilo de subasta, ha jugado con un handicap importante. Cuantos más ofertantes, más peligroso, más posibilidades de que la confidencialidad se rompiera. Por eso, desde el minuto uno se conocían a los que estudiarían la oferta. Los nombres de varios fondos extranjeros, entre los que no se encontraba Macquarie, pero sí otros como Riverstone, JP Morgan, Blackstone, KKR o Brookfield salían a la luz. Al igual que EDP y el grupo Villar Mir.
Ante este panorama, el ministro Soria movió pieza. Soltó la perla, a modo de pequeña intervención en un proceso del que supuestamente no debería opinar pero finalmente lo hizo. "Me gustaría que se quedara en España", en referencia al vencedor del proceso y comprador final de los activos de E.ON.
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