Anda el carbón a paso lento por su eterno letargo camino de la desaparición. El panorama (y sin que suene a chiste) está más negro que nunca, a pesar del intento del Gobierno de arrojar un poco de luz al sector minero. Pero todo el mundo, empresas eléctricas, mineras, sindicatos, trabajadores, saben que el reloj ya inició la cuenta atrás hace unos años y el final cada vez está más cerca.
A lo largo de los años el carbón nacional ha requerido ayudas. Prácticamente desde que nació. Desde los años 80 hasta ahora, se calcula que ha percibido casi 30.000 millones de ayudas. Se dice pronto. Casi cinco billones de las antiguas pesetas.
Habría que hacer más cálculos, pero sería junto a las eléctricas (y los bancos ahora tras el rescate) los que más ayudas han percibido. En el caso del carbón, las ayudas las percibían porque era un negocio bastante ruinoso. Por cada peseta que producía, perdía dos. Así era imposible. Por eso recibía ayudas.
Ahora se han acabado las ayudas. Tras 30.000 millones y 30 años percibiendo subvenciones, el sector ha sido incapaz de ser competitivo. No se han hecho los deberes. Se ha dejado pasar el tiempo, poner el cazo y a otra cosa mariposa. Y claro, cuando vienen mal dadas como ahora, pues no hay una solución ad hoc.
Y no es competitivo el sector porque no se han hecho las inversiones necesarias, al menos para intentarlo. Van camino de ser dos años en blanco, sin percibir ayudas, y el sector minero nacional está cerca de la desaparición. Sí, aunque suene duro, así es. Y no lo digo yo, lo dice el propio sector minero.
El problema del carbón pues ha sido siempre un problema de costes, y en los últimos años más. Con el crudo por los suelos ha sido incapaz de competir contra su primo, el gas de los ciclos combinados. Tanto que el gas como combustible para generar electricidad ya lleva una temporada por debajo del precio del carbón. Lo que le faltaba.
¿Cómo pretenden que las eléctricas quemen carbón si no le salen las cuentas? Las empresas son empresas, y como tales, están aquí para generar riqueza y crear empleo. Lo que no son es ser ONGs. No están para perder dinero. Pero así toda empresa. Si una compañía no es rentable, se cierra y a otra cosa mariposa. ¿No han cerrado miles de bares y restaurantes por la crisis? ¿Y tiendas?
Pero el carbón está muy mal acostumbrado. Son muchos años bebiendo del bote de los Presupuestos Generales del Estado y claro cuando se ha acabado el chollo, vienen los lloros.
El otro gran problema del carbón es el medioambiental. La quema de este combustible fósil es junto al transporte lo que más CO2 echa a la atmósfera. Como antes no había renovables, pues había que quemar carbón, pero ahora, con las renovables tan baratas y los ciclos combinados, ¿para que se quiere el carbón?
El mundo entero tiene señalado al carbón. Y la UE, que es la que ha cortado el grifo de las subvenciones a la minería, ha puesto una cruz a todo lo que contamina (bueno, a la industria del automóvil no).
Si una empresa quiere seguir quemando carbón lo podrá hacer, pero contaminando menos. Aquí viene el problema. Es la pescadilla que se muerde la cola. Ya de por sí es caro el carbón, que ahora, sin ayuda de ningún tipo, se pretende que las empresas realicen una serie de inversiones en sus plantas con las que contaminen menos.
¿Qué es lo que sucede? Que no salen las cuentas, y si salen muy justas. Las centrales térmicas de carbón están abocadas al cierre si no perciben ayudas. Lo que sucede es que se quiere todo. Y no puede ser.
Al final, si una eléctrica hace una inversión, pongamos de 200 millones de euros (las hay que menos) en una central, el coste de generación eléctrica se dispara. Para cubrir ese coste, aparte de recibir ayudas, se te amontona otro problema. Que te quedas fuera del 'pool', del mercado diario eléctrico. Te conviertes en una central más cara que los ciclos. Y entonces ya es la ruina del todo.
¿Cuántas horas tienen garantizadas de funcionamiento las centrales térmicas? ¿Mil? ¿Dos mil? ¿Más? ¿Menos? Es igual, no salen las cuentas por mucho que uno haga esfuerzos. Y eso que las cuentas son con el carbón importado, que es más barato y genera más calorías que el autóctono. Con el carbón nacional, las cuentas son imposibles.
Con este panorama, ahora las centrales térmicas que queman carbón nacional están en un brete. Necesitan ayudas. Pero el mecanismo no llega. La UE dio un portazo al Gobierno español cuando acudió a Bruselas a que le aprobaran el mecanismo de ayudas. Siguen negociando.
El ministro Soria y su número dos, Alberto Nadal, han sido incapaces de dar una solución a este problema. Siguen dando esperanzas al sector minero, mientras éste se desquebraja por completo. Probablemente sea tarde.
Y en cuanto a las eléctricas, hay de todo. Mientras hay unas, como Iberdrola, que se quiere olvidar ya del carbón, otras como EDP o Endesa siguen apostando por el mismo, por lo menos, hasta que se ponga fin a la aventura en 2020.
Estas dos últimas son las que están manteniendo en la medida de lo posible al carbón autóctono. Sin ellas, las compras de carbón nacional se hubiesen esfumado. Y eso que no es necesario.
Solo hay que echar un vistazo a cualquiera de las centrales térmicas que quema tanto carbón nacional como importado. Tienen montañas de carbón a la espera. Parado. Haciendo tiempo para entrar.
Como se puede apreciar la situación es muy complicada. Si no se consigue ningún tipo de ayuda el carbón está muerto. Y como decía antes, todo el mundo, todo el sector lo sabe.
Ahora, eso sí, lo que hay que hacer es un plan de reconversión que afecte al mayor número de gente del sector minero y que al menos el carbón pueda decir adiós, despedirse, con la cabeza alta. Ha hecho su función durante muchos años, pero ya son otros tiempos, los tiempos de las energías limpias.
Un análisis de Ramón Roca, director del Periódico de la Energía.
Teodoro
04/04/2016