El colapso del proyecto holandés de "carbón limpio" ha puesto fin a las perspectivas a corto plazo sobre la captura y almacenamiento de carbono (CCS) en la generación eléctrica europea. Esto obliga a los que partidarios de esta tecnología a tener que recurrir a aplicaciones industriales más pequeñas. Y aunque la CCS puede tener sentido en una escala más pequeña, los grandes problemas siguen presentes.
El complicado proceso consiste en capturar las emisiones de dióxido de carbono de los gases de combustión de las centrales eléctricas de combustibles fósiles o de las fábricas intensivas en carbono, y luego comprimir el CO2 y canalizarlo a gran profundidad para el almacenamiento a largo plazo.
Uniper y Engie anunciaron el mes pasado que renunciaban a seguir con el proyecto holandés de CCS conocido como ROAD (Rotterdam Opslag en Afvang Demonstratieproject). ROAD era la última propuesta para un proyecto de CCS a gran escala de carbón o gas en Europa. Su desaparición siguió a la cancelación de la financiación de CCS en Gran Bretaña, poniendo fin a las perspectivas de una planta de demostración a escala comercial europea.
La mayor perspectiva para la generación de energía eléctrica en el país es sombría, especialmente después del fracaso de la planta limpia de carbón del condado de Kemper en Estados Unidos.Tomará tiempo para que los partidarios de CCS digieran y reconozcan lo que es un colosal fracaso o una decepción gigantesca, dependiendo de la perspectiva de las compañías eléctricas y la comunidad de expertos y políticos que han apoyado la CCS en la generación de energía durante más de una década.
En 2007, los líderes de la UE aprobaron un plan de la Comisión Europea para de hasta 12 centrales de CCS para el año 2015. Hoy no existen ni las plantas ni los planes. La CCS también ha contado con un gran respaldo de la Agencia Internacional de Energía y el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, los cuales han promovido la tecnología como la forma más barata de transición rápida a una economía baja en carbono porque, en teoría, permite seguir usando esta fuente de energía en lugar de eliminar la infraestructura existente de combustibles fósiles.
El problema central con la CCS es que es muy cara. Ni siquiera la perspectiva de cientos de millones de euros en subvenciones podría hacer que funcionara para las centrales de carbón de los Países Bajos. La Comisión Europea había destinado 180 millones de euros al proyecto ROAD y el gobierno holandés hasta 150 millones de euros.
Otra barrera para la CCS en Europa es la gran incertidumbre que se cierne sobre las centrales térmicas de carbón en general, los vientos en contra que incluyen normas más severas de contaminación del aire y objetivos estrictos de cierres. Al final, Engie y Uniper no estaban dispuestas a tirar más dinero en plantas de energía cuya perspectiva era tan insegura.
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