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España necesita medidas que aceleren y consoliden la transición energética, según el Barómetro de Economics for Energy

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España mejoró ligeramente su índice de descarbonización en 2018 sobre 2017, pero es necesario apostar con rapidez por medidas de alcance para acelerar y consolidar la transición energética al margen de cuestiones coyunturales. Según el análisis del centro de investigación Economics for Energy, la leve reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a lo largo del año pasado se debió fundamentalmente a una mayor aportación de la energía hidráulica, un factor sujeto a circunstancias difícilmente controlables como la meteorología. Estas son las principales conclusiones del Barómetro de Transición Energética puesto en marcha hace un año por el centro, presentadas esta mañana en Madrid.

Los directores de Economics for Energy, Pedro Linares y Xavier Labandeira, insistieron en la necesidad de que España acelere su ritmo de transición hacia un modelo energético sostenible marcado por un avance en la integración de las energías limpias a costes razonables y por el aprovechamiento del elevado potencial de ahorro energético, en vista de la lentitud en los avances registrados durante los últimos años. A pesar de la reducción registrada en el gasto en energía, durante el año 2018 ha empeorado la seguridad del suministro en España respecto a 2017, aunque, como contrapunto, ha continuado la tendencia a la baja en el coste de las reservas para integrar energías renovables.

El Barómetro de Transición Energética, que presentó sus primeros resultados hace un año, realiza el análisis sobre la evolución de la descarbonización, la asequibilidad y la seguridad de la energía para seguir el ritmo de transición energética. Los resultados registrados hasta 2018 evidencian la necesidad de progresar en el ahorro energético y en la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes menos contaminantes, lo que contribuiría a mejorar el avance de estos tres ejes, seleccionados por tratarse de los referentes de la política energética europea.

Por lo que se refiere a la descarbonización, el análisis del volumen de emisiones de gases de efecto invernadero desvela una ligera reducción en 2018. Mientras que 2017 terminaba con un 21% de incremento sobre las de 1990, el año pasado la cifra se contuvo hasta el 15,4%. En relación a 2005, la reducción pasó del 21% de 2017 al 24% en 2018. El principal factor asociado a este pequeño avance fue un mayor aporte de la energía hidráulica al mix energético. Sin embargo, las emisiones siguen siendo algo superiores a las de 2016 (con volúmenes de precipitaciones similares), por lo que no se puede hablar de una tendencia de reducción. Además, las cifras se encuentran todavía alejadas de los objetivos planteados por la Unión Europea para España o de los que propone el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima.

En todo caso, el volumen de emisiones de 2018 marca un leve punto de inflexión después del repunte registrado entre 2016 y 2017, cuando los niveles habían vuelto a aumentar tras el ciclo de descenso iniciado en 2010 a raíz de la crisis económica. Además del efecto negativo que supuso el mayor gasto energético, en ese bienio el retroceso en el ritmo de descarbonización se había visto agravado por una reducción acusada de la generación hidráulica a causa de la sequía.

El segundo indicador analizado en torno a la descarbonización, el índice de emisiones en relación al Producto Interior Bruto (PIB), desvela un pequeño avance en 2018 que contribuye a la mejora de la descarbonización relativa de la economía sobre 2010. Sin embargo, un año más esta es inferior a la experimentada en el conjunto de la UE el año pasado, un factor que evidencia la necesidad de actuar sobre el desacoplamiento entre las emisiones y el crecimiento económico en España.

Contención del gasto y los precios

Por lo que se refiere a la asequibilidad de la energía, se detecta un ligero punto de inflexión en el gasto en energía sobre el PIB, que había repuntado un poco en 2017 y el año pasado se redujo hasta alcanzar el nivel más bajo desde el inicio de esta década. Esto indicaría una mejora en la intensidad del consumo energético primario de la economía española, debida principalmente a la mayor contribución de la energía hidráulica –que permite reducir el uso de combustibles fósiles–, acompañada de una reducción en el coste de la energía para los usuarios residenciales. Aún así, la intensidad energética sigue siendo superior a la europea, lo que hace que el gasto español, a pesar de haberse contenido, continúe por encima de los niveles de la UE. Según el análisis de Economics for Energy, esto representa una clara señal del importante potencial que tiene el ahorro energético como instrumento para la descarbonización y la necesidad de explotarlo.

Lo mismo ocurre con los precios, que, después de dos años seguidos de incremento, en 2018 bajaron hasta quedarse cerca de los valores de 2010. Esta reducción, superior a la experimentada en el conjunto de la UE, se explica fundamentalmente por la bajada de los precios de la electricidad y el gas para usos residenciales, que ha compensado la ligera subida de los precios del petróleo.

Más capacidad y menor coste en gestión de renovables

Por lo que se refiere a la seguridad de suministro, el punto positivo lo pone la continuidad durante 2018 en el descenso tanto de la cantidad como del coste de las reservas eléctricas, especialmente este último, que acumula un descenso superior al 60% desde 2010. Esta buena evolución de los indicadores de seguridad física, ininterrumpida desde 2016 gracias a la reducción de la demanda de electricidad, redunda en una mejor capacidad para gestionar las fuentes renovables de manera eficiente, a lo que se suma una disminución del coste que supone proporcionar este servicio.

En términos de seguridad económica, España empeoró en 2018 su ya elevada exposición a la volatilidad de los precios internacionales de los combustibles fósiles. Tras un aumento acusado de la volatilidad de los precios del gas y el petróleo en 2014, los valores de 2017 habían experimentado una mejora en términos de ajuste de la economía que el año pasado sufrió un retroceso. El otro indicador evaluado en este eje, la seguridad de las importaciones, también empeoró en 2018, aunque la situación sigue siendo más favorable que en el conjunto de la UE.

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