El grueso de las emisiones de CO2 se concentra en el sector de la energía pero la industria le pisa los talones. Es el segundo de los sectores más contaminantes. En España representa el 19% de las emisiones totales. Y mientras las primeras están haciendo los deberes para alinearse con las políticas climáticas, la industria acaba de empezar.
Por eso, los ministros de los estados miembros, el Consejo de la Unión Europea, se reúnen hoy, miércoles, para debatir sobre la transición de este sector a una industria neutral y circular frente al clima, tal y como está recogido en el European Green Deal.
En unos días se publicará la nueva Estrategia Industrial, pero todavía no está claro si cumplirá con las expectativas. Es un documento muy esperado porque muchos grupos industriales la han estado pidiendo durante varios años, y también el Consejo de Competitividad de la UE, según publica Euractiv.com.
El año pasado, los ministros de Asuntos Económicos de Francia y Alemania se unieron pidiendo un nuevo enfoque de la industria, y no ha habido escasez de ideas. Muchas organizaciones empresariales han presentado sus propias listas de sugerencias sobre lo que debería incluir una Estrategia Industrial.
Sin embargo existe el riesgo de que se pierda el panorama general. La verdadera pregunta es si la Estrategia Industrial permitirá a la industria europea dominar con éxito los desafíos de la enorme transformación que se requiere para que el Green Deal pueda alcanzar sus objetivos.
La limitación de esa transformación hacia una industria europea más sostenible siempre es la misma: su capacidad de competir en el mercado internacional. En otras palabras, si podrán seguir exportando y además esa exportación será una fuente adicional de ingresos para financiar la transformación para que Europa tenga una industria fuerte y saludable, capaz de resistir la competencia global y además que cumpla los requisitos de la sosteniblidad y de participación en la lucha contra el cambio climático.
El Green Deal se posiciona como una estrategia de crecimiento europeo para las próximas décadas. Sus múltiples medidas tienen como objetivo hacer que la industria europea sea más competitiva en un mundo cada vez más limitado de recursos que aborda colectivamente el cambio climático. Es un buen plan, pero se basa en el supuesto de que el Green Deal garantizará unas condiciones atractivas para la inversión privada y que el resto del mundo seguirá el ejemplo de Europa. Por sentido común podría ser que así fuera el caso y que, como resultado, terminará siendo una ventaja para la industria europea.
El problema es que nadie sabe con certeza si este Acuerdo Verde será atractivo para los inversores y si el resto del mundo seguirá el ejemplo de Europa, y lo que es más importante, cuándo, según explica **Dennis Kredler, **director en Bruselas de Dow, una compañía especializada en ciencia y la tecnología para innovar en aspectos esenciales para el progreso humano con una significativa huella de carbono en Europa.
Aún así, opina que no debe ser una excusa para no poner en marcha el Green Deal, si bien se requerirá que la industria europea movilice inversiones masivas, primero, en desarrollo tecnológico y, finalmente, en el despliegue de las nuevas tecnologías más sostenibles. Después, los productores en otras partes del mundo no tendrán tales restricciones financieras.
Esto afectará la capacidad de las empresas para desarrollar su negocio, incluso si se encuentra una forma de proteger el mercado europeo de los productos de terceros países (por ejemplo, a través del ya muy comentado arancel europeo a las importaciones con huella de carbono), porque también importan las exportaciones de los productos europeos no solo qué productos se importan a Europa.
La pregunta central que la Estrategia Industrial de la UE tendrá que responder es: ¿cómo seguirá siendo la industria europea líder del mercado mundial mientras se transforma en productores neutrales en carbono y con economías circulares, mientras que su competencia internacional no lo hace?
Para responder esta pregunta de manera convincente, la UE necesita equiparse de una sofisticada caja de herramientas que le permita evaluar y responder a los desequilibrios competitivos de una manera que no comprometa el éxito de esa transición climática. El papel de la competitividad industrial será un factor importante para determinar el atractivo de la inversión.
Y entre esos factores de competitividad está el precio de la energía, que ahora sufre ciertos sobrecostes como resultado de una regulación que penaliza a quien más contamina. Para Kredler, si Europa quiere tener éxito se requerirá un enfoque pragmático a la hora de tomar decisiones y que deje atrás viejos antagonismos. Lo que se necesita es un enfoque de colaboración en el que todos los interesados estén del mismo lado y compartan el mismo objetivo final.
Si no se hace así, se corre el riesgo de que la competitividad industrial se solucione con compensaciones. Y en su opinión, debe evitarse.
La Estrategia Industrial ya no será necesaria una vez que el resto del mundo se haya embarcado de manera integral en un camino transformador siguiendo el liderazgo de Europa, pero ahora toca mover ficha y decidir a qué velocidad la industria europea debe embarcarse en esta nueva aventura.
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