Cuando un país tiene una dependencia energética en hidrocarburos superior al 99% que supone un desembolso anual en importaciones de 41.000 millones de euros, y existe la posibilidad de que en el subsuelo haya gas y petróleo, el sentido común y la lógica aconsejan explorar los potenciales recursos del país y no cerrarse en banda por razones estrictamente ideológicas. En todos los países de nuestro entorno lo hacen, ¿y por qué no en España, es que España es diferente?, se preguntaba ayer Mariano Marzo, catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona, en el transcurso de XIII Seminario Internacional sobre Energía y Medio Ambiente "Recursos energéticos propios, competitividad y medio ambiente", organizado en Madrid por la Fundación Gas Natural Fenosa con la colaboración del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
A día de hoy, España no puede considerarse una potencia en materia de hidrocarburos. De hecho, las reservas probadas de petróleo son de 15.000 barriles/día, lo que supone 125 días del consumo español, mientras que las de gas, con 90.000 millones de pies cúbicos, solo cubrirían 28,6 días de consumo. Según los datos de Aciep, los recursos prospectivos de hidrocarburos convencionales se concentran fundamentalmente en las aguas de Canarias, del Golfo de Vizcaya y del Golfo de Valencia, mientras que los no convencionales se encuentran en torno a la cornisa cantábrica, “que es la única cuenca que puede catalogarse como explorada”, explica Marzo, quien está a favor de apostar por invertir en eficiencia energética, en energías renovables y mejorar las interconexiones, pero que considera que “el desarrollo de los hidrocarburos propios también debería ser considerado una prioridad”.
Ahora el Gobierno ha dado el visto bueno a prospecciones en Canarias. Pero la oposición es muy fuerte. Ya no sólo en el archipiélago canario sino también en comunidades autónomas como Cataluña, Comunidad Valenciana y Baleares por unos sondeos en aguas del Mediterráneo. “Estamos asistiendo a una campaña para paralizar las prospecciones de hidrocarburos convencionales en las aguas marinas de nuestro país con el argumento de dañar el medio ambiente o que un vertido perjudique a la industria turística”.
Costes energéticos y competitividad
Unos argumentos que chocan frontalmente con los niveles de seguridad existente en las actividades exploratorias de hidrocarburos. El Mar del Norte constituye, a juicio de Marzo, un buen ejemplo. “Las actividades de exploración y explotación de hidrocarburos en esta área (ver mapa) se han desarrollado durante décadas, con la obtención de cientos de miles de kilómetros de líneas sísmicas y la perforación de miles de sondeos, sin que ello resulte sinónimo de catástrofe ambiental generalizada o de incompatibilidad entre la industria petrolera y una intensa actividad turística”.
Iván Martén, socio de The Boston Consulting Group (BCG) es de la misma opinión y ofrece datos contundentes: “En 2013 en el mundo se realizaron 79.000 sondeos exploratorios y no pasó nada”. Martén es partidario de las exploraciones, así como de la explotación del gas y el petróleo no convencionales, sobre todo por la necesidad que tienen Europa y España de reducir sus costes para lograr una industria y una economía más competitiva.
El consumo mundial de energía va a crecer un 35% hasta 2035 y un 60% en el horizonte de 2050, pero según Martén, “el sector es energético es frágil y muy volátil, lo que favorece unos costes energéticos altos”, por lo que hay que hacer todo lo posible para abaratarlos. El sector de las energías renovables ha avanzado mucho. Según Martén, el coste de producción de la energía fotovoltaica representa hoy el 7% de lo que costaba en 1984. Pero ese no es el caso de los combustibles fósiles, salvo en caso de Estados Unidos que, con la revolución del fracking o fracturación hidráulica para la obtención de gas y petróleo no convencional, ha logrado abaratar mucho los costes energéticos de la industria. “Si Europa no se espabila, la industria química y otras muchas industrias intensivas en uso de energía acabarán huyendo del Viejo Continente para instalarse en Estados Unidos, cuyos costes son un 20% más competitivos”.
En lo que hace referencia a España, Martén considera que los costes energéticos para la industria están en un rango medio de los costes en Europa, e incluso en uno medio-bajo en los costes de producción de la electricidad, pero esta ventaja se ve amortiguada por unos costes bastantes más altos que la media en lo que hace referencia a subsidios e impuestos, que suponen ya el 54% de la factura eléctrica del cliente final.
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