La cumbre mundial del clima se resolvió en una hora después de una parálisis de dos semanas, con la aprobación de un texto que incluye que todos los países participantes presentarán ante la ONU a lo largo de 2015 sus compromisos “cuantificables” en reducción de gases de efecto invernadero. Un acuerdo que no deja satisfecho a casi nadie, pero que supone algo inédito hasta ahora, ya que la lucha contra el calentamiento global siempre había recaído sobre los países desarrollados, responsable del 80% de las emisiones globales. La idea de que para salvar el planeta hace falta el compromiso de todos ha empezado a calar.
El documento acabó salvando del naufragio a una cumbre a la que se había llegado con expectativas demasiado altas y que estaba obligada a no fracasar. La conferencia de Lima ha sido la última parada en el camino hacia la madre de todas las cumbres sobre cambio climático: París 2015. En Francia se tiene que aprobar un nuevo acuerdo para luchar contra el calentamiento global que tiene que incluir a todos. La meta es sustituir al ya ineficaz Protocolo de Kioto, en vigor desde 2005, que tan solo obliga a reducir emisiones a los países desarrollados.
Con la capital francesa en la mira, los avances de esta cumbre de Lima son relativos. Se llegó a Perú con la idea de hacer un borrador del futuro acuerdo, pero eso se ha conseguido solo a medias. Los mediadores están obligados a seguir trabajando en ello en 2015 para llegar a Francia con un texto más o menos definido. Lo que consumió todo el tiempo de las negociaciones en la capital peruana fue la elaboración del documento sobre cómo y cuándo se presentarán los compromisos individuales para contribuir a la lucha común.
Pretender poner de acuerdo a casi doscientos países es casi una misión imposible. Ni siquiera aunque todos tengan la misma necesidad de controlar el termostato del planeta para evitar que la temperatura aumente más de dos grados, el límite señalado por la ciencia para evitar consecuencias catastróficas. Se trata de lograr el entendimiento entre los que más contaminan (y más han contaminado) y los que más sufren los efectos del cambio climático. Un debate entre países ricos y pobres que convirtió el dinero en uno de los mayores puntos de desencuentro.
Los países en vías de desarrollo se negaron a aprobar un texto que no obligara a las mayores economías del mundo a entregar fondos para ayudarles a enfrentar los efectos del cambio climático. Estas, entre ellas la Unión Europea, presionaron hasta el final para que los compromisos financieros no formaran parte del documento para mantener su carácter voluntario. Al final, para contentar a unos y a otros, se incluyó un párrafo que no obliga pero enfatiza y “urge” a aumentar las ayudas.
Valoraciones
El texto, aunque sabe a poco para casi todos y que no es vinculante, fue aplaudido por los líderes políticos. El enviado de Cambio Climático de la Administración Obama, Todd Stern, aseguró que el consenso permite que se pueda “seguir trabajando en el acuerdo de Francia” y el comisario europeo de la Energía y Clima, Miguel Arias Cañete, habló de una “buena hoja de ruta”.
Quienes peor recibieron el acuerdo fueron las organizaciones ecologistas. “Las negociaciones climáticas fracasaron. Los gobiernos fallaron rotundamente en alcanzar un acuerdo para reducir las emisiones antes del 2020”, sostiene la líder de la Iniciativa global de Clima y Energía de WWF, Samantha Smith. “Las decisiones tomadas en Lima no excluyen la posibilidad de un acuerdo en París, pero aportan poco para mejorar las probabilidades de éxito”, valoró Oxfam.
El camino a París puede ser de todo menos fácil. El empujón que se suponía que sería el acuerdo anunciado en noviembre entre Estados Unidos en China para reducir emisiones no fue suficiente. Ni siquiera la presencia del secretario de Estados de EE UU, John Kerry, que visitó Lima para dejar claro que su compromiso es firme y que no están dispuestos a seguir siendo señalados como los culpables de que no haya avances en la lucha común, como ha pasado en anteriores citas.
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