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La energía fotovoltaica, el gran catalizador del autoconsumo

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Paneles fotovoltaicos en el tejado

Con la** rápida reducción de costes de las placas fotovoltaicas, la energía solar se está convirtiendo poco a poco en la chispa que impulsa a una nueva economía energética** que está cambiando radicalmente el modus vivendi de los ciudadanos estadounidenses. Y es que la tecnología para satisfacer las necesidades de energía del siglo XX era muy diferente de la que se necesita hoy para satisfacer las necesidades de los consumidores del siglo XXI.

La construcción de la red eléctrica original de Estados Unidos iniciada en 1900 fue una tarea gigantesca, que requirió grandes cantidades de capital para financiar los postes, el cableado de las líneas de distribución y las centrales eléctricas. La electricidad se empezó a contemplar desde el Gobierno como un auténtico lujo y surgió un mercado dominado por los primeros monopolios corporativos naturales y regulados. Sin competencia, resultaba más fácil financiar la infraestructura de la red y la construcción de plantas de energía cada vez más grandes para dar respuesta a una demanda creciente.

La situación se mantuvo más o menos estable dando una respuesta satisfactoria a los intereses públicos y privados. Los costes de la electricidad fueron reduciéndose paulatinamente –al menos en las zonas urbanas- y se amplió el acceso a la electricidad a un mayor número de personas. Pero desde la crisis energética de los años 70, los intereses públicos y privados en el sistema eléctrico se han ido distanciando de manera constante. Las empresas de servicios públicos siguieron persiguiendo aumentar las ventas de electricidad a pesar de que la eficiencia se convirtió en una clara fuente de reducción de costos.

Las eléctricas estadounidenses mantienen hoy en día la construcción de centrales de combustibles fósiles, incluso cuando se ha hecho evidente que la energía eólica y solar podrían reducir drásticamente el impacto medioambiental de la generación de electricidad a un costo bastante competitivo. Además, los servicios públicos han librado su particular batalla para defender con uñas y dientes su parcela de mercado, así como la propiedad de sus carteras de clientes, quienes poco a poco se van apercibiendo de la escasa utilidad que tiene dejar en sus la gestión de sus recursos destinados a la energía.

La nueva economía de la energía

Pero el sentido común se acaba imponiendo y la energía solar se ha convertido con el paso del tiempo y la drástica reducción de sus costes en el catalizador de la nueva economía de la energía, porque los usuarios pueden, por primera vez, obtener un suministro rentable de electricidad a partir de su propio hogar o negocio. La energía solar ofrece hoy en día más utilidades que la eficiencia energética, que se limita a reducir el consumo de energía (incluso si el recurso es de costo más bajo).

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La energía solar tiene, además,  la capacidad de generar riqueza y empleo. Según algunos estudios realizados en Estados Unidos, cada megavatio de energía solar instalada añade 2,5 millones de dólares y 20 empleos de nueva  construcción a la economía local. En su vida útil de 25 años, un proyecto solar de propiedad local revierte de nuevo a las economías familiares 5,4 millones dólares adicionales del gasto realizado en electricidad.

Una nueva visión del negocio que ha hecho posible que los pequeños paneles fotovoltaicos que se han instalado en las azoteas de numerosos hogares y pequeños negocios de los ciudadanos estadounidenses representen ya el 7% de toda la nueva generación de energía en los Estados Unidos. Y según los estudios realizados, para el año 2022, podrían instalarse en su territorio  alrededor de 312.000 MW de energía solar fotovoltaica sin subsidios y a precios muy competitivos.

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