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La industria reclama energía competitiva y certidumbre regulatoria para afrontar la descarbonización

Expertos del sector coinciden en que la industria española ya ha avanzado en descarbonización, pero advierten de que las inversiones, los trámites y la falta de energía competitiva frenan su capacidad de seguir transformándose

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La cuarta mesa del II Foro Industrial de El Periódico de la Energía, dedicada al reto de la descarbonización y su impacto en la industria, dejó claro que el proceso hacia una economía libre de emisiones avanza más despacio de lo necesario y, sobre todo, a un coste que muchas compañías dudan si podrán asumir. Representantes de sectores electrointensivos y de empresas energéticas coincidieron en que el gran desafío es garantizar precios competitivos, reglas estables y acceso real a las infraestructuras energéticas, tres elementos sin los cuales la transición corre el riesgo de convertirse en un factor de desindustrialización.

Carola Hermoso, directora general de UNESID, recordó que la siderurgia española es ya uno de los sectores más avanzados en reducción de emisiones. Explicó que el 75% del acero nacional se produce mediante hornos eléctricos alimentados con chatarra, un proceso significativamente menos intensivo en CO2 que la ruta convencional a partir de mineral de hierro. Aun así, alertó de que la industria continúa soportando costes energéticos muy superiores a los de sus competidores internacionales, en algunos casos entre dos y tres veces más elevados. Para Hermoso, el acceso a energía asequible, estable y suficiente es indispensable, no solo para culminar la descarbonización, sino para mantener el empleo y la competitividad de una actividad que representa cerca del 8% del consumo energético del país y alrededor del 7% de las emisiones.

La representante de UNESID insistió en que la industria necesita estabilidad regulatoria y ayudas públicas adaptadas a los tiempos reales de inversión, ya que los procesos siderúrgicos requieren desembolsos millonarios y plazos largos. También reclamó una gestión más eficaz de los permisos de acceso a la red, ante un cuello de botella que, a su juicio, frena proyectos industriales con elevado valor añadido. Y advirtió de que la neutralidad tecnológica debe ser un principio rector, ya que la electrificación por sí sola no basta: tecnologías de transición como el gas natural, los biocombustibles o, incluso, el debate sobre el papel de la energía nuclear en la estabilidad del sistema deberían estar abiertas. “Vamos a descarbonizar, pero no a desindustrializar”, remarcó.

Evolución de los mercados del gas y la electricidad

Desde la óptica de los servicios energéticos, Ignacio Flores, director de desarrollo de negocio y M&A de Engie, subrayó que las empresas recurren cada vez más a modelos energy as a service para externalizar inversiones intensivas en capital. Sin embargo, consideró que su aportación va más allá de la financiación: cubren riesgos que los industriales difícilmente pueden asumir solos, desde la volatilidad de la energía primaria hasta la incertidumbre regulatoria o el desempeño de tecnologías emergentes. Flores señaló que las decisiones de descarbonización están condicionadas por la evolución futura del gas y de la electricidad, dos variables que ninguna empresa puede prever con certeza. También reclamó resolver el bloqueo actual de capacidad de acceso a la demanda, que está frenando proyectos eléctricos y de almacenamiento.

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Jon Macías, responsable comercial de Edison Next, introdujo un mensaje de advertencia sobre el riesgo de perder de vista a la industria existente frente a nuevos focos de consumo como los centros de datos. Recordó que solo tres sectores —siderurgia y metalurgia, alimentación y química— concentran la mitad del consumo energético del país, y que proteger su continuidad es esencial para el empleo, la producción de proximidad y la seguridad económica. Macías defendió que la energía debe entenderse en euros, no en kilovatios, porque para las empresas el impacto real se mide en costes unitarios de producto. También alertó de que la transición necesita más que tecnología: requiere superar el rechazo social a las infraestructuras renovables y agilizar trámites administrativos que pueden bloquear proyectos durante años, como ocurre actualmente con las plantas de biogás.

Miguel Carpintero, director de políticas públicas de Moeve, situó el reto de la competitividad en el centro del debate. Recordó que Europa paga por la energía precios muy superiores a los de Estados Unidos o China, una desventaja que amenaza a la industria en un momento en el que la transición exige electrificar procesos y desarrollar vectores alternativos como el hidrógeno o los combustibles sintéticos. Carpintero destacó que España tiene capacidad para liderar la producción de biomasa y de hidrógeno verde, pero subrayó que la Unión Europea no está invirtiendo al ritmo necesario: el PNIEC estimaba 380.000 millones de euros hasta 2030 y, según advirtió, no se ha alcanzado ni una fracción de esa cifra. Pidió agilizar trámites, redirigir fondos y ofrecer certidumbre en un momento de revisión regulatoria permanente.

Mecanismo de Ajuste en Frontera

El debate también se adentró en el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM). Para UNESID, su implantación es esencial para corregir la pérdida de competitividad causada por años de costes del CO2 dentro del ETS europeo. Hermoso advirtió, sin embargo, de que su diseño actual presenta “agujeros” importantes: valores de referencia incoherentes, dificultades para garantizar la verificación de emisiones en terceros países y el riesgo de prácticas de elusión mediante cambios artificiales de origen. También reclamó una solución específica para las exportaciones y para productos transformados, que serán incorporados progresivamente al mecanismo.

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Engie coincidió en la necesidad de perfeccionar el sistema y recordó que, aunque el CBAM protege al mercado interior, deja en desventaja a las empresas europeas que compiten en el exterior con industrias que no soportan los mismos costes de carbono. Desde Edison Next, la postura fue diferente: su representante defendió que es preferible incentivar que penalizar, apostando por mecanismos fiscales que fomenten la inversión en renovables o eficiencia, en lugar de nuevas barreras comerciales que puedan derivar en medidas proteccionistas sin resolver las causas estructurales del problema.

La jornada concluyó con un consenso amplio: la transición energética representa una oportunidad histórica, pero requiere neutralidad tecnológica, marcos regulatorios adaptados a la realidad industrial y un apoyo decidido a la competitividad. Carpintero llamó a evitar el pesimismo y recordó que Europa cuenta con recursos naturales, instituciones fuertes, economías diversificadas y capacidad financiera para liderar una nueva revolución industrial, siempre que sea capaz de equilibrar ambición climática y viabilidad económica.

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