1 comentario publicado

El pasado mes de marzo la Comisión Europea remitió al Parlamento y al Consejo un borrador de reglamento que esboza la futura “Ley del Clima” europea, elevando el objetivo de reducción de emisiones de CO~2~ desde el 40% hasta el 50-55% (respecto de los niveles de 1990) y planteando el objetivo de emisiones netas cero para 2050.

Este incremento en la ambición medioambiental europea va a exigir esfuerzos adicionales por parte de los Estados miembros, en particular en el consumo de energía en edificios. En la Unión Europea los edificios son responsables del 40% de todo el consumo de energía final (el 31%, en España) mientras que, en los hogares, un 80% de ese consumo tiene su origen en las necesidades de calefacción y agua caliente sanitaria.

El borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), sacado a trámite de información pública por el Ministerio en enero de este año, preveía un fuerte esfuerzo de rehabilitación de edificios. La presidenta de la Comisión Europea ha anunciado un fuerte impulso a la rehabilitación de edificios, en parte como estrategia para reactivar la economía tras la crisis del COVID.

Sin embargo, la lectura pausada de unos planes y otros revela que el Gobierno de España y la Comisión Europea tienen visiones distintas de lo que significa “rehabilitar edificios”.  Mientras que para la Comisión la rehabilitación incluye cambios en los equipos de calefacción (p.ej. la instalación de bombas de calor), no parece que esta apuesta sea tan clara en el caso de España, donde la rehabilitación se asocia inmediatamente a la envolvente de los edificios, y no a los equipos.

En España no hay apenas políticas específicas para promover la instalación de bombas de calor, algo que sí ocurre en muchos países de la Unión Europea, incluidos muchos del norte de Europa.  Esto no puede sino causar una cierta perplejidad ya que las bombas de calor son más eficientes en los países de clima templado que en los países de clima frío, de modo que en España tienen más sentido que en los países del norte. ¿Debería España apoyar la instalación de bombas de calor?

A lo largo de la década 2020-2030, el PNIEC prevé impulsar la instalación de aislamiento térmico en 1,2 millones de viviendas.  Algunas actuaciones de aislamiento permiten ahorros significativos con desembolsos muy pequeños (poniendo burletes en puertas y ventanas mal ajustadas), y son coste-eficientes, pero no parece que sea esa la forma de alcanzar unos objetivos tan ambiciosos.

El IDAE estima que el aislamiento más económico, tipo “SATE” con aislamiento de la fachada y cubierta y sustitución de las ventanas, tiene un coste de unos 10.000 euros para una vivienda media, y da lugar a un ahorro del gasto en calefacción del 50% durante 30 años, hasta que el aislamiento debe ser sustituido.

En contraste, el coste medio de instalación de bombas de calor es de unos 3.500 € por vivienda o 6.500 € si incluimos, en valor presente, el coste de sustituir los equipos al cabo de 15 años. Las nuevas bombas de calor aportan 5 kWh térmicos por cada kWh de electricidad consumida, lo cual significa que la instalación de bombas de calor reduce el consumo de energía final de un hogar con caldera de gas a un 20% del consumo original (es decir, un ahorro del 80%, muy superior al del aislamiento térmico).

Por lo tanto, el aislamiento de 1.200.000 viviendas tendrá un coste en el entorno de 12.000 millones de euros, para un ahorro del 50% del consumo de energía para calefacción durante 30 años.  Pero dado que la bomba de calor reduce el consumo de la vivienda en un porcentaje superior, la misma energía se puede ahorrar instalando bombas de calor en solamente 750.000 viviendas, con un desembolso total de menos de la mitad, 4.875 millones de euros (incluyendo el coste de sustituir las bombas de calor al cabo de 15 años).

Dicho de otro modo, la opción de mejora de eficiencia basada en de fomentar el aislamiento de edificios en lugar de la instalación de bombas de calor implicaría un sobrecoste de 7.125 millones de euros que, en el contexto de la crisis económica a la que nos estamos enfrentando, sólo puede calificarse de despilfarro.

Cabría quizás pensar que, aunque el coste de instalar bombas de calor sea menor, el ahorro se vería neutralizado porque el precio de la electricidad es mayor que el precio del gas.  Pero, en realidad, el consumo de gas para calefacción de una vivienda con aislamiento es muy superior (dos veces y media) al consumo de electricidad para calefacción de una vivienda sin aislamiento que instalara una bomba de calor para cubrir sus necesidades de calefacción. Ello se debe a la enorme eficiencia de las nuevas bombas de calor (500%). Por ello, el mayor coste de inversión en aislamiento no se ve compensado por una menor factura energética.

Por lo tanto, ahorrar energía mediante el aislamiento térmico es un despilfarro comparado con la instalación de bombas de calor. ¿Acaso el aislamiento tiene otras ventajas comparativas?  Al fin y al cabo, el compromiso de España no se refiere solamente a la reducción del consumo de energía, sino también a la reducción de las emisiones de CO~2~ y al incremento del peso de las energías renovables. Pero ahí también gana la bomba de calor, por goleada.

El aislamiento de viviendas alimentadas con caldera de gas natural reduce el consumo de gas natural, lo cual reduce las emisiones de CO2 para calefacción en un 50%.  Pero cubrir las necesidades de calor con bomba de calor reducirá las emisiones de CO2 en un porcentaje muy superior (en torno al 95%) no solamente porque la demanda de energía se reduce en un 80% sino porque ya en la actualidad la electricidad proviene mayoritariamente de instalaciones no emisoras de CO2~, y ~el peso de las renovables no hará sino incrementarse en el futuro.

Y mientras que el uso de bombas de calor da lugar a una producción de origen renovable (porque cuatro quintas partes del calor proviene del aire exterior) el aislamiento de viviendas no contribuye en modo alguno a la producción de energía renovable.

Las conclusiones no dependen de la necesidad de calor de la vivienda.  No obstante, a modo de ilustración, la tabla siguiente presenta los costes y los impactos de una inversión en aislamiento térmico comparados con los de la bomba de calor en el caso de una vivienda que usa una caldera de gas para calefacción y con una necesidad de calor de 11.750 kWh anuales.  Cabe señalar que el ahorro en euros está calculado considerando los impuestos y peajes eléctricos, que incluyen el coste de los cargos ajenos al suministro, de modo que se subestima el ahorro derivado de la instalación bomba de calor.  (Lo cual recuerda la importancia de limpiar los peajes de costes ajenos al suministro, o al menos repartirlos entre todas las fuentes de energía para no distorsionar las señales de precios relativos.)

Tabla: Comparación de los costes e impactos del aislamiento térmico con los de la bomba de calor en una vivienda con una necesidad de calor de 11.750 kWh

(*) Se ha considerado un precio del gas de 5,69 c€/kWh y un precio de la electricidad de 13,35 c€/kWh (cargos e impuestos incluidos).  También se ha considerado que en el periodo 2020-2050, en media un 20% de la electricidad que alimenta las bombas de calor provendrá de centrales de gas de ciclo combinado y el resto de renovables.

Por lo tanto, si tomamos como criterios de selección el cumplimiento de los compromisos medioambientales de ahorro de energía, reducción de emisiones y producción renovable, se observa que, comparado con aislar la vivienda, instalar bombas de calor:

  • tiene un menor coste de inversión,
  • reduce más el gasto en calefacción,
  • reduce más el consumo de energía,
  • reduce más las emisiones de CO~2~,
  • contribuye _más _al objetivo de producción renovable

Los resultados son contundentes y queda claro que se podrían conseguir los objetivos medioambientales y la transición energética con un coste muy inferior apostando por las bombas de calor en lugar del aislamiento.  Ello liberaría miles de millones de euros que podrían destinarse a promover el empleo o ayudar a personas vulnerables (es decir, para hacer política social). En realidad, dando prioridad a la instalación de bombas de calor en los hogares de los ciudadanos de renta más baja se puede descarbonizar el consumo de calefacción a mínimo coste y, al mismo tiempo, hacer política social.

Alguien podría pensar que, aunque la bomba de calor sea mejor que el aislamiento térmico de edificios para luchar contra el cambio climático y aunque, al mismo tiempo, permita hacer política social, tal vez no sea la mejor actuación si lo que importa es crear empleo. Pero, para mantener esta afirmación es necesario analizar primero si es avalada por los datos.

Aislar una vivienda de 5 plantas viene a necesitar de unas cuatro semanas de trabajo de un equipo de unas 4 personas, es decir, 80 días-hombre; y es una inversión que dura 30 años.  En contraste, puede bastar un día de trabajo de un equipo de 2 personas para instalar cuatro bombas de calor tipo “split” en una vivienda (las más sencillas de instalara), lo cual implica 4-días hombre de trabajo si consideramos que las bombas de calor se deben sustituir pasados los 15 años.

Los 80 días-hombre necesarios para el aislamiento de un edificio es una cantidad de trabajo muy superior a los 4 días-hombre necesarios para la instalación de bombas de calor en una vivienda.  Pero si el edificio consta de 5 plantas y 4 viviendas por planta, los 80 días-hombre por edificio implican solamente 4 días-hombre por vivienda, de tal modo que, en realidad, ambas opciones implican básicamente la misma creación de empleos directos.  La comparación podría ser incluso favorable a la bomba de calor si lo que se instalan son sistemas de bomba de calor centralizado con conductos, sistemas que aportaran no solamente calefacción sino también agua caliente sanitaria, o incluso bombas de calor para calefacción con suelo radiante.

Estos cálculos no tienen en cuenta la creación de empleos indirectos.  Pero la fabricación de aislamiento no es una actividad intensiva en mano de obra, de modo que no crea mucho empleo indirecto. E incluso, si en la actualidad el volumen de fabricación de bombas de calor es reducido, una fuerte apuesta del Gobierno por las bombas de calor podría ir acompañada de incentivos para la instalación de nuevas fabricas de montaje de bombas de calor.

La conclusión es que se podrían conseguir los objetivos medioambientales comprometidos a 2030 y la transición energética con un coste muy inferior apostando por las bombas de calor en lugar de por el aislamiento. El dinero así ahorrado podría dedicarse a crear empleos en otros sectores o a políticas sociales.  Por ello, no tiene sentido apostar por el aislamiento térmico, ignorando el potencial de las bombas de calor, ni siquiera si el objetivo real fuera la creación de empleo o la ayuda a familias vulnerables.

Oscar Arnedillo Blanco es Director Gerente en NERA Economic Consulting y Jorge Sanz Oliva es Director Asociado en NERA Economic Consulting.

Noticias relacionadas

Un comentario

  • Miguel

    10/06/2020

    Habrá que hacer un poco de ambos. Mejor aislamiento y bombas de calor, pero también suelo radiante en zonas frías.
    La hibridación será clave para ajustar consumo y generación del sistema eléctrico

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Todos los campos son obligatorios

Este sitio web está protegido por reCAPTCHA y la Política de privacidad y Términos de servicio de Google aplican.