Una quincena de países europeos —entre ellos Austria, Bélgica, Alemania, Italia, Países Bajos, Polonia y España— han expresado su preocupación por los efectos sociales y económicos que podría tener la entrada en vigor del nuevo sistema europeo de comercio de emisiones para los sectores de transporte y edificios, conocido como ETS2.
Según un documento conjunto remitido a la Comisión Europea, los gobiernos temen que la volatilidad de los precios del carbono y la incertidumbre en torno al coste inicial del sistema, previsto para 2027, provoquen un encarecimiento generalizado que impacte directamente tanto en los hogares como en las empresas.
El temor compartido por estos países es que el precio del carbono, lejos de ser una herramienta previsible y estable para fomentar la descarbonización, se convierta en un factor de inestabilidad económica y social. El documento conjunto presentado ante la Comisión Europea advierte que la incertidumbre en torno al nivel inicial de precios, sumada a los riesgos de volatilidad del mercado, podría provocar un encarecimiento significativo de la vida cotidiana de millones de europeos. El aumento de los costes energéticos y de transporte se trasladaría a los hogares, que ya cargan con facturas elevadas, y a las empresas, que temen perder competitividad en un contexto económico global cada vez más exigente.
Horquilla
Los gobiernos firmantes no cuestionan los objetivos climáticos de la Unión Europea ni el principio de “quien contamina paga”, pero consideran que la falta de claridad sobre la evolución de los precios del CO2 amenaza con generar un auténtico choque social. La preocupación no es menor: la Comisión ha estimado que, durante los primeros años de funcionamiento del sistema, el precio de la tonelada de CO2 podría situarse en un rango de entre 30 y 60 euros. Sin embargo, muchos temen que esta horquilla se quede corta y que, en la práctica, el coste sea mucho más elevado, desbordando las previsiones presupuestarias y dejando sin protección a amplias capas de la población.
En el documento se subraya que un escenario de precios muy altos tendría consecuencias inmediatas en el bolsillo de los ciudadanos. Un incremento de los costes de calefacción, de los combustibles para el transporte o de las reformas en edificios para cumplir con los estándares de eficiencia energética repercutiría directamente en las familias, especialmente en las más vulnerables. Los gobiernos recuerdan que el malestar social frente a las políticas ambientales no es un fenómeno aislado y citan las protestas pasadas en varios países europeos cuando se intentó trasladar al consumidor el coste de la transición ecológica.








Deja tu comentario
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Todos los campos son obligatorios