2 comentarios publicados No hay duda de que las cuestiones ambientales ocupan un lugar central en el debate sobre el futuro de la sociedad y la energía. En 2025, la transición energética continua en una significativa encrucijada: avanzar irreversiblemente, superar obstáculos estructurales, y dar lugar a cambios sustanciales en la economía y sociedad.
2024 es reconocido como el año más cálido registrado, impulsado por eventos climáticos severos, y no sorprende que los riesgos relacionados con el clima sigan dominando las preocupaciones de la sociedad civil y las generaciones jóvenes.
El contexto geopolítico, marcado por tensiones en Ucrania, la inestabilidad en Oriente Medio y las secuelas del retorno de las políticas proteccionistas liderado por EUA, ha profundizado la crisis energética global. Aunque los acuerdos de la COP29 reforzaron compromisos climáticos, su implementación choca frontalmente con la realidad económica y la complejidad técnica.
El reto de una transición energética compleja
La realidad bascula entre las necesidades para alcanzar la neutralidad climática y las dificultades para llevar a cabo la transición.
Las energías renovables no avanzan con el ritmo necesario para cumplir los objetivos previstos para 2030, 2040 y 2050. Las tecnologías están aún en procesos de mejora continua, los costes son todavía elevados, y muchos países no están ni implantando energías renovables ni reduciendo drásticamente sus emisiones. La búsqueda de la seguridad de suministro y las inercias de la industria en general y, particularmente, de la energética, está condicionando el mercado de futuros previéndose todavía máximos de consumo en gas licuado y petróleo bien avanzada la próxima década, sin atisbos de reducción de la demanda energética.
Hoy día no existe una única solución sostenible para resolver los problemas de la transición. En la industria, en la movilidad y en el sector residencial conviven diversas alternativas y coexisten diferentes sistemas de propulsión, fuentes energéticas, sistemas de descarbonización y vías de almacenamiento de energía diferentes.
Si bien la UE, para reducir posibles dependencias de la economía sobre el subministro de recursos, ya aprobó hacia años la Critical Raw Materials Act, ahora con el incremento de la demanda, esta problemática originariamente industrial se ve extendida al sector de las energías renovables incrementándose la competencia por determinados recursos críticos (litio, cobalto, tierras raras) donde China es hegemónica.
A esto hay que sumar la necesidad de nuevos planteamientos para una red eléctrica basada en fuentes renovables intermitentes que precisa, aparte de la estabilidad, una energía basal como ahora es la nuclear y tener presente los tiempos de respuesta de las diferentes fuentes. El papel de la energía nuclear se suma al debate atendiendo, también, a la inestabilidad de precios y suministros, así como nuevas demandas que dirigen su mirada hacia las centrales de cuarta generación que irrumpen con fuerza en el panorama energético. Hay que recordar que en las propias COP28 y 29 se ha planteado triplicar la producción de energía nuclear para 2050, pese a las objeciones en relación con el tratamiento de los residuos, la seguridad y opiniones muy críticas sobre su rentabilidad,
Integración de renovables
El otro gran tema es que la integración masiva de renovables exige inversiones en redes inteligentes y almacenamiento que requiere una aceleración en materia técnica y de reducción de precios. El 40% de las redes eléctricas europeas necesitan modernizarse para soportar flujos bidireccionales, con inversiones estimadas en 584.000M€ hasta 2030. Un buen ejemplo es el caso de España que necesita cuadruplicar su capacidad de baterías para poder gestionar los 80 GW solares previstos en 2030.
Por su parte, los sistemas de hidrógeno verde, aunque prometedores, requieren avances en electrolizadores y logística de almacenamiento, transporte y en pilas de combustible. En el horizonte no se prevén recursos necesarios para poder abordar el conjunto de las infraestructuras imprescindibles para su consolidación por las dificultades de contar con suficientes fuentes de energía renovable e hídricas para producir, a precios competitivos, hidrógeno verde.
Esta situación, junto con la falta de madurez comercial en los procesos de captura de CO2, pueden explicar la lentitud con que los sectores de la industria pesada como acero y cemento – responsables del 25% de emisiones globales – no avanzan con la velocidad necesaria en la descarbonización, ni tampoco los otros sectores como el manufacturero, el transporte o la agricultura. Según la AIE, se necesitarían inversiones de 2 billones de dólares anuales en la actualidad (alrededor del 2,5% del PIB mundial), incrementándose a casi 5 billones (4,5% del PIB mundial) en 2030, antes de volver al 2,5% en 2050.
Usualmente, en muchas estadísticas y noticias sobre la generación/demanda de energía, se hace referencia al actual consumo de energía eléctrica. No obstante, la descarbonización y desfosilización requiere la electrificación mayoritaria del sistema energético, a más de prever nuevas exigencias de producción energética necesaria para la digitalización de procesos, la introducción amplia de la IA y el uso de los data-center. Los gigantes tecnológicos buscan aumentar sus nuevas fuentes de ya que las GPU/CPU que procesan datos de IA se calientan hasta 10 veces más que las CPU tradicionales, factor que exigirá más refrigeración.
En el campo geopolítico la irrupción de las políticas de Trump está condicionando el mapa energético mundial con refuerzo al negacionismo climático, a la vez que abre el espacio para que los países en vías de desarrollo postergarán sus objetivos respecto al desarrollo sostenible. La nueva administración jugará claramente a las energías fósiles, no ayudando a una descarbonización imprescindible. Muchos de los desafíos geopolíticos a los que se enfrentó el sector energético en 2024 se agudizarán este año. Hay que subrayar el progresivo y creciente problema que constituye la seguridad energética, tanto por la debilidad delante de ataques, los riesgos geopolíticos y la creciente demanda de energía en todo el mundo.
Finalmente, hay que indicar la creciente resistencia (pese al aumento de la concienciación) a la instalación de renovables en el territorio que requiere de más pedagogía y comunicación, así como de decisión política de las autoridades responsables. Como dato, el 68% de iniciativas eólicas en Europa se enfrentan a retrasos por conflictos territoriales, lo que exigiría definición de prioridades considerando la energía un bien común al igual que la salud.
Conclusión
La transición energética ha entrado en una encrucijada, donde el despliegue tecnológico debe combinarse con una gobernanza innovadora. El éxito dependerá de la capacidad para conciliar seguridad energética, competitividad económica, sostenibilidad ambiental, combate al cambio climático, cohesión social y cero emisiones, factores que condicionarán la continuidad o transformación de las energéticas y la evolución de los actuales modelos de negocio del mercado de la energía.
El éxito dependerá también de la capacidad de “democratizar” la participación ciudadana en los temas referentes a la energía considerada como un bien común, la extensión de las renovables y la potenciación de los modelos de proximidad y descentralizados. Así mismo, será necesario disponer de inversiones público-privadas para afrontar el despliegue de energías renovables, redes inteligentes, aumento de la capacidad de la red eléctrica, despliegue del sistema de almacenamiento de energía, y aumento de las infraestructuras.
Los responsables de la toma de decisiones deberán mantenerse alerta a los avances tecnológicos a medida que prioridades mundiales sigan cambiando en 2025 y la demanda de energía siga aumentando, con la necesidad de impulsar un transición inteligente y eficiente en el proceso de combate al cambio climático e impulso de la descarbonización.
J.R. Morante es Catedrático emérito de la Facultad de Física de la Universidad de Barcelona y Héctor Santcovsky es Sociólogo y Politólogo, ex profesor asociado Universidad de Barcelona.
Sol Mediterráneo
04/04/2025