Hace casi tres años que el ministro portugués de Medio Ambiente, Joao Pedro Matos Fernandes, anunció que iba a cumplir con los acuerdos de la COP22 (Cumbre del Clima de Marrakech): cerrar las centrales de carbón como fecha tope 2030. El compromiso no era muy ambicioso si se tiene en cuenta que Portugal solo tiene dos térmicas, Sines y Pego, y que dispone de una buena potencia de respaldo gracias a las centrales de gas.
Pero ahora ha dado una vuelta de tuerca más a ese objetivo y ha adelantado esa fecha. A principios de 2o22 cerrará la central do Pego da Tejo Energia, controlada por un 43,75% por Endesa y por un 56,25% por TrustEnergy (joint-venture 50/50 entre la energética francesa ENGIE y Marubeni, una multinacional japonesa), su licencia de operación termina en 2021, que es también cuando terminan los contratos de adquisición de energía (CAE) con el Estado. Una alternativa para extender la vida de la central de Pego sería reemplazar el carbón por biomasa forestal, pero dependerá de las condiciones que el Gobierno conceda para ello .
Sin embargo, los responsables de la planta consideran que hay un problema de logística relacionada con el suministro de la biomasa, debido a que la central de Pego absorbería alrededor de un tercio de la biomasa que Portugal puede recoger en un año.
En el caso de la central de Sines tampoco llegará hasta 2030. Su contrato con el Estado terminó en 2017 pero fue renovado porque cumplirá 40 años de vida útil en 2025. Sines casi triplica la potencia instalada de Pego, con 1.256 MW, y pertenece a la eléctrica nacional, a EDP, pero la compañía quiere suspender la unidad incluso antes de 2025. La central de Sines se menciona con frecuencia en la lista de las 30 centrales térmicas más contaminantes de Europa.
Portugal tiene sobrecapacidad en la producción de energía, pero si quiere cerrar las térmicas de carbón en los próximos cinco años deberá aumentar la potencia renovable, y para ello, según el director general de Endesa Portugal y exsecretario de Estado de Energía luso, Nuno Ribeiro da Silva, será necesario hacer una inversión de cerca de siete mil millones de euros en fuentes renovables, "particularmente en solar, que todavía tiene que crecer bastante".
Además del valor económico y del impacto en la región donde se encuentra instalada la central do Pego, en los 28 años de concesión, la central ha estado activa el 75% del tiempo. El responsable de Endesa ha lamentado el final de la actividad de la central, porque "es un juguete que está muy bien mantenido" y que, desde el punto de vista ambiental, está operando con un impacto por debajo de los límites definidos por la Comisión Europea. "Esta decisión tendrá consecuencias, gran parte de la producción ibérica sigue siendo respaldada por centrales de carbón que fueron las responsables del 36% de la producción eléctrica en enero", ha añadido.
El cierre de Pego afectará a unas 200 familias que viven directamente de la central, y a otras 100 indirectamente, y dejará de ser un motor de desarrollo de la zona. Por eso Endesa está analizando todas las posibilidades existentes para el mantenimiento de los puestos de trabajo aunque reconocen que va a depender mucho de las políticas ambientales y del contexto fiscal y regulatorio.
La expectativa del Gobierno es que en 2030, Portugal pueda conseguir que las renovables representen el 47% de la demanda de energía final. En esa fecha, la solar representará alrededor del 30% de la capacidad instalada renovable. Además el gobierno luso se han propuesto reducir en un 85% las emisiones de carbono en 2050. Y aunque se hubiera propuesto cerrar las dos únicas térmicas que tiene en 2030, la realidad es que en menos de cinco años podrá presumir de dejar de quemar carbón.
Dabama
31/05/2019