La central nuclear suiza de Mühleberg, en el cantón central de Berna, cesó este viernes sus operaciones tras 47 años de actividad y comenzará a ser desmantelada, un proceso que tardará 15 años y que es el primer paso del país hacia el abandono progresivo de la energía atómica al que se comprometió en 2011.
Un operador de la compañía eléctrica BKW, dueña de la central, pulsó a las 12:30 hora local (11:30 GMT) los dos botones que en tres segundos detuvieron la reacción nuclear necesaria para generar energía, lo que supone la desactivación de una de las centrales más antiguas del mundo, informó la televisión suiza RTS.
Al mismo tiempo la central, que producía alrededor de un 5 por ciento de la energía nuclear del país, se desconectó de la red eléctrica nacional, aunque este proceso ya se había iniciado en la noche del jueves al viernes, cuando ya se desligó de esa red una de las dos turbinas.
Con este cierre, Suiza, que en 2011 adoptó un abandono progresivo de la energía nuclear a raíz de la catástrofe de Fukushima (Japón), mantiene todavía tres centrales de este tipo, con cuatro reactores: Beznau (la más antigua, con 50 años en servicio), Gösgen y Leibstadt, todas en el centro-norte del país.
Las centrales nucleares brindaban hasta hoy al país cerca del 40 por ciento de la energía que consume, mientras que casi el 60 por ciento restante procede de instalaciones hidroeléctricas.
El cierre de la central fue recibido con alegría por el Partido Verde, cuarta organización política en el país tras las elecciones de octubre, que organizó una concentración para celebrarlo junto a la sede de BKW, aunque esa empresa mostró prudencia en torno al futuro de la energía atómica en Suiza.
"El futuro energético de Suiza no está muy claro, porque la energía nuclear representa todavía el 40 por ciento de sus necesidades, y ahora la cuestión es cómo reemplazarla", subrayó en declaraciones a los periodistas la consejera ejecutiva de BKW, Suzanne Thoma.
"Una solución a la larga pueden ser las centrales solares, pero es seguro que tendremos que importar energía de otros países", aseguró.
Desde el Gobierno suizo, la vicepresidenta Simonetta Sommaruga consideró esta semana el cierre de Mühleberg un "paso histórico" para el país, decidido no sólo por razones medioambientales sino también presupuestarias.
"Las inversiones para la seguridad de estas centrales son muy costosas, ésa ha sido la razón para detener Mühleberg, y se irá en la misma dirección con las otras del país", señaló el martes a la televisión RTS.
Los trabajos de desmantelamiento de Mühleberg se iniciarán oficialmente el 6 de enero de 2020, implicarán a unos 200 trabajadores y tendrán un coste de alrededor de 1,4 millones de francos suizos (1,2 millones de euros), gran parte dirigidos a sufragar la siempre complicada gestión de los residuos.
Se calcula que un total de 6.000 toneladas de residuos, menos del 2 por ciento del total, serán almacenadas bajo tierra, en depósitos geológicos profundos, mientras que las 200.000 toneladas restantes habrán de ser recicladas o eliminadas.
La parte combustible del núcleo del reactor, uno de los elementos más sensibles en este proceso de desmantelamiento, será transferido a un tanque de enfriamiento donde permanecerá varios años para que la radiación pueda reducirse.
Los elementos combustibles nucleares serán retirados en 2024 y almacenados en el depósito intermedio de residuos radiactivos de Zwilag, a unos 120 kilómetros al noreste de Mühleberg.
Sólo cuatro reactores nucleares han sido totalmente desmantelados en Europa, debido al complejo proceso que ello comporta: dos en Alemania, uno en Bélgica y el primero que Suiza desarrolló, en Lucens, con carácter experimental y que cerró en 1969 debido a un accidente, sin haber operado nunca para la red eléctrica nacional.
En mayo de 2011, dos meses después del desastre de Fukushima, el Gobierno suizo canceló sus planes de construcción de nuevas centrales nucleares, aunque optó por mantener las operaciones de las existentes, con una vida operativa que los expertos calculan entre los 50 y 60 años.
En noviembre de 2016, los suizos rechazaron por referéndum reducir esa vida operativa a 45 años, lo que habría implicado el "apagón" de todas las centrales nacionales antes del fin de la próxima década, aunque seis meses después confirmaron en consulta popular la prohibición de nuevas centrales atómicas.
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