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Una nueva tecnología de mineralización hace renacer la esperanza de almacenar el CO2 y detener el cambio climático

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Para detener el cambio climático y evitar el calentamiento peligroso no hay otra fórmula que dejar de emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera. Pero mientras el mundo avanza lentamente en la reducción de emisiones, hay opciones más radicales para eliminarlos como almacenarlos bajo tierra.

En un artículo publicado en la revista _Science _un grupo de científicos informan de un ensayo  satisfactorio de convertir el dióxido de carbono (CO₂) en mineral de roca y almacenarlo bajo tierra en Islandia. A pesar de que se probó sólo una pequeña cantidad de CO2, este método parece tener un enorme potencial.

El trabajo es la culminación de una década de trabajo científico y de laboratorio del conocido como proyecto CarbFix en Islandia, en el que participan Reykjavik Energy, la Universidad de Islandia, el CNRS de Toulouse y la Universidad de Columbia junto con un grupo de científicos internacionales, entre los que está Wallace Broecker, que fue quien acuñó la expresión "calentamiento global" en la década de 1970.

La idea en sí misma de convertir CO₂ en minerales de carbonato con base de piedra caliza no es nueva. De hecho, la propia Tierra ha estado utilizando esta técnica de conversión desde sus orígenes para controlar los niveles de CO₂ de la atmósfera.

Sin embargo, la opinión científica hasta ahora era que la conversión de un gas como el CO2 en un sólido -conocida como mineralización- tomaría miles de años, y sería demasiado lenta para ser utilizada a escala industrial.

Para resolver esta cuestión, los científicos de CarbFix realizaron una prueba de campo utilizando los pozos de inyección y de seguimiento de Reykjavik Energy. En 2012, después de muchos años de preparación, inyectaron 248 toneladas de CO₂ en dos fases en las rocas de basalto a alrededor de 550 metros bajo tierra.

La mayoría de los proyectos de captura de CO₂ inyectan y almacenan "CO₂ supercrítico", que es el gas de CO₂ que se ha comprimido bajo presión para disminuir considerablemente su volumen. Sin embargo, el CO₂ supercrítico flota, como un gas, y por lo tanto esta fórmula ha sido muy controvertida debido a la posibilidad de fugas del depósito de almacenamiento hacia las aguas subterráneas y, finalmente, de nuevo a la atmósfera.

De hecho, algunos países europeos como Holanda han dejado de almacenar CO₂ supercrítico en tierra debido a la falta de aceptación pública por el temor a posibles fugas en el futuro. Austria, por ejmplo, ha ido más lejos y ha prohibido el almacenamiento subterráneo de dióxido de carbono.

El ensayo en Islandia se realizó de una manera diferente. En primer lugar, se disolvió el CO2 en agua para crear agua carbonatada. Esta agua efervescente tiene dos ventajas sobre el gas CO₂ supercrítico. En primer lugar, es ácida, y ataca al basalto que es propenso a disolverse en condiciones ácidas.

En segundo lugar, el CO2 no se puede escapar debido a que se disuelve y no se elevará a la superficie siempre que se mantenga bajo presión. Solamente si se abre, como ocurre cuando se abre una lata de refresco, el CO2 disuelto se liberaría en el aire.

La disolución de basalto significa que elementos tales como el calcio, magnesio y hierro se liberan por los poros por la acción del agua. Las rocas basálticas son ricas en estos metales que se integran con el CO₂ disuelto y forman carbonatos minerales sólidos.

A través de observaciones y estudios de seguimiento en el pozo monitorizado, se observó que más del 95% del CO₂ inyectado (alrededor de 235 toneladas) se convirtió en minerales de carbonato en menos de dos años. Aunque la cantidad inicial de CO₂ inyectada era pequeña, la prueba de campo de Islandia muestra claramente que la mineralización de CO₂ es factible y, lo más importante, rápida.

Almacenamiento en el fondo de los océanos

La buena noticia es que esta tecnología no tiene por qué ser exclusivo de Islandia. La mineralización de CO₂ requiere rocas basálticas o peridotíticas porque este tipo de rocas son ricas en los metales necesarios para formar carbonatos del CO2. Pues bien, resulta que todo el fondo del océano se compone de una corteza basáltica de un kilómetro de espesor, al igual que grandes áreas en los márgenes continentales. También hay vastas áreas de tierra cubiertas de basalto (las denominadas provincias ígneas ) o peridotita (los llamados " complejos ofiolíticos ").

La capacidad de almacenamiento potencial global de CO₂ es mucho mayor que las emisiones de CO₂ globales de muchos siglos. El proceso de mineralización elimina el problema crucial de la flotabilidad y la necesidad de un seguimiento permanente del CO₂ inyectado para detener y remediar las posibles fugas a la superficie.

En el lado negativo, la mineralización de CO₂ con agua carbonatada requiere cantidades sustanciales de agua, lo que significa que esta técnica de mineralización sólo puede tener éxito donde haya disponibles grandes cantidades de agua.

Sin embargo, no hay escasez de agua de mar en el fondo del mar o los márgenes continentales, pero los costes que implica presentan, de momento, un obstáculo importante para este tipo de opción de almacenamiento permanente.

Según los científicos, una tonelada de CO₂ mineralizado con agua carbonatada tendría un coste de alrededor de 17 dólares , más o menos el doble que el de el almacenamiento de CO₂ supercrítico. Esto significa que, siempre y cuando no haya incentivos financieros tales como un impuesto sobre el carbono o un precio más alto de las emisiones de carbono, no habrá un verdadero motor para el almacenamiento de carbono, con independencia de la técnica que se utilice.

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