Se han acabado las fiestas. Empieza un nuevo año. A la lista de sucedidos del 2014 la sobrepasan los propósitos de mejora para el 2015. La lista es larga. Pero, ¡estamos en año electoral! Y por ello, no cabe esperar medidas de alcance. Ya se sabe, en tiempos de tribulación, no hacer mudanzas, como dijo el fundador de la Compañía de Jesús.
Todo va a quedar como está, al menos durante unos meses. Elecciones municipales y autonómicas en primavera, probables elecciones generales a fin de año y posible adelanto electoral en Cataluña. ¿Ante este panorama, quien es capaz de sacar a discusión o a decisión ejecutiva cualquier tema que no sea darle con todo al adversario político?
En el campo de la energía, muchos temas están por resolver, si bien parece que con el nuevo año, han sorprendido los nuevos precios del crudo que, poco a poco, se reflejan en un alivio para el bolsillo del castigado consumidor. Sabemos que se trata de un espejismo cuya autoría recae en los grifos de los principales productores de crudo. También sabemos que está en sus manos recortar la producción y mover al alza los precios. ¡Es un mercado muy imperfecto, imposible de controlar!
La dependencia de los países consumidores es el flanco más débil frente al que solo cabe la racionalidad del usuario final optando por consumos responsables, aparatos con calificación eficiente y ahorro. Pero nuestra clase política no habla en estos términos. Leyendo los programas electorales de las principales opciones políticas, aparece la energía revestida de dogma, la mayoría de las veces.
Desde las propuestas nacionalizadoras de los recién llegados, a la creación de una mesa de expertos para salir del atolladero, a poder ser sin repetir sus mismos errores de gobierno ahora desde la oposición, hasta un programa monotemático, encefalográficamente plano del partido en el gobierno. Nada nuevo bajo el sol. Los problemas siguen en la mesa de operaciones.
Con el nuevo año, se han publicado nuevas tarifas, algunas a la baja como en el gas, otras al alza como en el agua y otras ni se sabe porque los precios se conocen al final del periodo de facturación. Y ello a pesar de que el sistema atenta contra el principio de transparencia como mandan los cánones regulatorios europeos. Pero aquí, ni caso: a lo nuestro, que es regular a conveniencia o connivencia del momento.
Estamos en periodo de tribulación electoral. En las locales o autonómicas la energía no tiene casi papel ya que la jurisdicción del sector energético es nacional y ni a nivel local ni a nivel autonómico hay capacidad de regular casi nada. Ello no es óbice para que algunos ayuntamientos importantes lo intenten con Agencias Locales de Energía o con Iniciativas del tipo Smard Cities. Entes de los que salen rayos y centellas a propósito del autoconsumo y de las barreras para su desarrollo.
Otra cosa será si encaramos hacia fin de año elecciones al Congreso de Diputados. No es fácil llegar al conocimiento de los programas electorales de los partidos en lo referente a energía. Incluso, de llegar a conocerse y a la vista del acostumbrado incumplimiento de los programas, su grado de certeza queda reducido a un muy pequeño porcentaje. Con los excesos del pasado, podemos vivir todo un periodo electoral, por lo que no cabe que en los próximos cuatro años asistamos a grandes decisiones. Más bien, seremos espectadores del desarrollo de los diferentes enjuiciamientos a los que el Reino de España se verá involucrado consecuencia de una pésima regulación de sucesivos gobiernos.
Puede que de producirse plebiscitarias en Cataluña, la energía juegue un papel de elemento infraestructural relevante. Cataluña es la frontera nororiental española y la vinculación de la Península Ibérica con el resto de Europa pasa por Cataluña. Veremos cómo se afrontan estos temas desde los diferentes posicionamientos políticos. Es tiempo de elecciones. No es tiempo de cambios. ¿O quizás, sí?
Jordi Dolader es Senior Partner de MRC Consultants and Transactions Advisers y presidente del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía.
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