En todo ese tiempo mi compromiso con la asociación ha sido absoluto porque siempre he creído que la primera condición para la defensa de los intereses de mis empresas y del resto de las del mismo objeto social pasaba por contar con un marco normativo adecuado y que eso solo se conseguía con el trabajo en común de todos los que estamos en el sector.
Detrás de esas siglas de APPA han estado y están decenas, cientos de empresas que un día se atrevieron, sí, osaron podemos decir hoy, a emprender la tarea de generar kilovatios en lo que hasta entonces había sido un coto cerrado, muy cerrado. Ha sido un camino muy duro, han sido muchas las batallas que hemos dado. Primero fuimos ignorados, luego despreciados, más tarde desprestigiados y, posteriormente, descalificados. Pero sabíamos que las renovables eran el futuro: hoy son ya indiscutiblemente el presente.
Quiero destacar que la característica principal de APPA ha sido y es su voluntad de diálogo, la vocación permanente de buscar los cauces para que su voz fuera escuchada. Y digo bien, escuchada. Siempre hemos tenido muy claro que el Gobierno y las distintas administraciones tienen que tomar sus decisiones teniendo en cuenta no solo nuestros argumentos. Debe ser así. Siempre hemos querido tener la oportunidad de exponer los nuestros con coherencia y respetar —no puede ser de otra forma— la decisión final de los políticos. Eso sí, cuesta más respetar algunas decisiones cuando además de no escucharte tratan de darte lecciones erróneas sobre tu propio negocio como ha sucedido, lamentablemente, en los últimos tiempos y especialmente por parte del actual ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital.
Esa vocación de diálogo ha estado empañada por una debilidad manifiesta del sector: su división. Me explico: me empeñé en muchas ocasiones en abrir las puertas a otras asociaciones que se iban creando, incluso con la oferta de mi retirada si eso era un obstáculo, pero obviamente en ese sentido hemos fracasado. La buena relación que hoy tenemos con casi todas las asociaciones no es suficiente para afirmar que con una sola voz hubiéramos conseguido evitar el golpe tan duro que hemos recibido estos últimos años. Nuestra división, “atomización” se ha llegado a decir, ha permitido decisiones que han roto lo que durante nuestros primeros veinte años de existencia fue una política de estado de apoyo a las renovables que aplicaron los gobiernos de UCD, PSOE y Partido Popular.
En estos treinta años he visto pasar por el sector a empresarios y directivos de todo tipo. Algunos que se asomaron coyunturalmente al run run de unas rentabilidades que luego no han sido tanto, otros para especular en un momento determinado con más o menos éxito, pero también —y existen todavía representantes muy destacados de este último grupo— gente que llegó para quedarse. Empresarios y directivos que supieron que estaban en el lugar adecuado, eso seguro, aunque no sé si en el momento adecuado, dado que hemos tenido la mala suerte —por decirlo de alguna manera— de que algunos políticos han tomado decisiones erróneas cuando en lugar de frenar había que acelerar.
Muchos de nosotros hemos tenido un argumento fundamental para hacer frente a las inmensas dificultades que hemos soportado en estos tres decenios. Ese argumento ha sido y es el convencimiento de que lo que estábamos haciendo es algo positivo para el conjunto de la sociedad. Las ventajas sociales, económicas, territoriales y medioambientales de las renovables son incontestables y su utilización responde a la necesidad de luchar contra el principal reto que tiene la Humanidad como es el cambio climático.
Hoy, como presidente de Gesternova, empresa que ha tenido el honor de patrocinar la cena con la que el sector conmemoró hace unos días este 30 aniversario, sigo en la misma línea como comercializador, suministrando a nuestros clientes electricidad de origen cien por cien renovable y representando en el mercado la generación de productores exclusivamente renovables. Lo mismo digo de Contigo Energía, nuestra filial recién creada que presta todo tipo de soluciones energéticas y siempre sostenibles.
Como conclusión: esa voluntad de diálogo permanente del sector renovable, ese convencimiento de que estamos en el lugar oportuno apostando por una energía sostenible (en todos los aspectos) requiere, por una parte, ser correspondida desde la Administración (no es el caso hoy) y, por otra, y lo que es más importante, unidad del sector y no la atomización de una sopa de siglas.
José María González Vélez es presidente de Gesternova y expresidente de APPA.
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