Ningún comentario Los “bancos de calor” han aflorado en el Reino Unido para paliar el encarecimiento de las facturas energéticas, que agravan una crisis del coste de la vida no solo reflejada en una cesta de la compra vacía: a los bancos de alimentos, ahora se les unen estos espacios habilitados para mantenerse caliente.
Bibliotecas, cafeterías, locales asociativos, parroquias e incluso reputadas instituciones como la Royal Opera House forman parte de una nutrida red en Londres que ofrece decenas de opciones en cada distrito para resguardarse del frío.
"Cualquiera puede venir, cualquier día de la semana", afirma a EFE la directora de programas de participación y aprendizaje de la Royal Opera House, Jillian Barker, a pocos minutos de empezar una actividad gratuita en el luminoso Paul Hamlyn Hall, una vasta estructura de hierro y vidrio de 1860 que una vez formó parte del mercado de flores de su barrio, Covent Garden.
Sin entrada en la mano, decenas de personas van ocupando este espacio diáfano para pasar la hora del almuerzo arropados por la música del piano y las indicaciones que da la directora de la Royal Ballet, Monica Mason, en un ensayo con dos bailarinas de "La Bella Durmiente".
Los bancos calor
"Estamos tratando de dar la oportunidad de venir a un espacio cálido, mantenerse en calor, pero también tener una experiencia cultural fantástica", agrega Barker.
Aun así, no hace falta que haya nada previsto en cartelera. A pesar del riguroso control del personal de seguridad, siempre se puede acceder libremente a las instalaciones de la Royal Opera House en su horario de apertura, sin tener que mostrar ningún boleto ni pagar por una consumición en la cafetería.
Para Barker, la función social de la institución es "de vital importancia", sin poder desconectar el papel cultural del social: "No se trata solo del arte que ponemos en los escenarios, sino que también somos parte de una comunidad".
Una comunidad, apunta, que este invierno no tiene más remedio que lidiar con "horribles facturas de calefacción" en medio de la crisis del coste de vida. "La gente se enfrenta a unas facturas de calefacción que han subido y subido. Para las personas de bajos ingresos, este es un problema muy serio", arguye.
Otra realidad en Reino Unido
La crisis de los precios de la energía, apuntalada en 2022 por el estallido de la guerra en Ucrania, empezó a marcar la agenda ya bajo el mandato de Boris Johnson, quién el pasado mayo no pudo más que balbucear cuando la presentadora del canal ITV Susanna Reid le pidió que aconsejara a Elsie, una mujer de 77 años que, para no gastar calefacción en casa, se pasaba el día en un autobús de línea con su pase gratuito de jubilada.
"Para recortar gastos, Elsie ha recurrido a comer tan solo una vez al día", relató Reid ante el entonces "premier", tras exponer que las facturas de la anciana por suministros energéticos se habían quintuplicado, pasando de 17 a 85 libras mensuales, un coste difícil de sufragar con su pensión de 680 libras mensuales. "¿Qué más podría recortar Elsie de sus gastos?", le espetó la presentadora.
El caso de Elsie puso rostro a las condiciones de vida precarias que cada vez afectan a más población en Reino Unido - con alrededor de 1,3 millones de personas en condiciones de pobreza absoluta, según datos del "think tank" Resolution Foundation- en un país asolado por el 10,1% de inflación, tras haber alcanzado el 11,1% en octubre, la tasa más alta en 41 años.
Deambular dentro de un bus permitía a Elsie pasar las horas en calor sin que estuviera supeditada a pagar una o varias consumiciones, como normalmente se esperaría en cualquier local vinculado a la hostelería.
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Por esta razón, las bibliotecas e instituciones públicas han reivindicado también su función social contra la pobreza energética,** recordando a los ciudadanos que sus puertas están abiertas sin coste alguno y que sus locales forman parte de la red de espacios blindados del frío.
En la biblioteca N4, en el norte de Londres, una madre lee cuentos con su hija de poco más de un año, con intención de alargar toda la mañana en este lugar que también forma parte de los "bancos de calor".
No quiere repetir lo que hizo el día anterior, cuando optó por pasar el rato en una cafetería, cerca de la biblioteca. "El desayuno me costó 7 libras", lamenta.
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