En esta carrera, Cataluña, que fue pionera hace 11 años instalando los primeros MWs renovables, parece que no quiere seguir el ritmo del resto de comunidades autónomas.
En noviembre de 2019, los catalanes celebrábamos el fin de la moratoria, que duró 10 años, intuyendo que vendrían nuevos proyectos renovables por delante. Pero el pacto de gobierno de ERC con la CUP anunció otro nuevo bloqueo a las energías renovables.
Decidieron seguir dependiendo de la energía nuclear, que nos dio en 2020 el 55% de nuestro consumo eléctrico; de los ciclos combinados y gas, que nos cubrieron un 25% y, por último, de las renovables, con un tímido 20%. Pero ¿qué pasará cuando en 2031 hayan cerrado las 3 nucleares (Ascó I, Ascó II, Vandellós II) que nos garantizan más de la mitad del suministro? Cataluña debe buscar una solución. ¡Y no puede esperar a 2030!
Pues según estudios de las dos asociaciones de energías renovables de Catalunya (EolicCat y UNEF) es necesario instalar 10 GW renovables nuevos (6 GW eólicos y 4 GW fotovoltaicos) para sustituir el cierre programado de las nucleares. Es un objetivo ambicioso, pues ahora mismo Cataluña cuenta con casi 2 GW entre eólica y fotovoltaica, teniendo que multiplicar por 5 su potencia actual instalada.
Afortunadamente, la Generalitat ha recibido desde noviembre de 2019 un total de 12 GW de nueva potencia renovable. Sin embargo, solo 4 GW han sido declarados como viables, pendientes del resto de trámites administrativos. En el supuesto de que, de forma optimista, todos llegaran a buen puerto, “sólo” faltarían 6 GW para llegar a los 10 GW necesarios para 2030.
Es ahí donde entra Aragón.
Parece evidente que Cataluña está llamada a ser, si no cambian las cosas, importadora de electricidad del resto de España, asumiendo una temeraria dependencia energética exterior.
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