Los 74 kilómetros de carretera que conectan las instituciones de la Unión Europea en Bruselas con Geel, un municipio del noroeste de Bélgica con instalaciones nucleares del Centro de Investigación Conjunta de la UE, están salpicados de prados con aerogeneradores y casas con placas solares.
La estampa ilustra un debate presente en el territorio comunitario, ávido por alejarse de los combustibles fósiles y alcanzar la neutralidad climática: ¿debe la UE dar el mismo apoyo político y financiero a la energía nuclear y a las renovables?
Cada Estado miembro es libre de elegir sus tecnologías para generar electricidad, siempre que converjan con las metas de reducción de CO2.
Pero las decisiones en Bruselas afectan al reparto de fondos, y la Comisión Europea que preside Ursula von der Leyen ha ido inclinando la balanza hacia la igualdad de trato.
Han contribuido la crisis de precios del gas, la dependencia energética en Rusia, los objetivos climáticos, la carrera tecnológica global y la presión de una docena de Estados miembros, liderados por Francia.
Ese apoyo se ha ido plasmando en leyes más afables con la nuclear, peleadas en cada negociación contra países como Alemania, Austria o España, que creen que le roba espacio a las renovables y acarrea problemas seguridad, gestión de residuos radiactivos y consumo de agua, además de retrasos y sobrecostes en los proyectos.
Los reactores nucleares (SMR)
Pero el respaldo del Ejecutivo comunitario a la electricidad atómica ha pasado ahora a un estadio más tangible, con la creación de la Alianza Industrial Europea Pequeños Reactores Modulares (SMR, por sus siglas en inglés), a la que Bruselas ha destinado 43 millones de euros y en la que ya trabajan parte de sus científicos.
"Los SMR son una tecnología verde", aseguró hoy la comisaria de Energía, Kadri Simson.
Existen 83 proyectos de SMR en Europa basados en media docena de tecnologías y los eurofuncionarios nucleares intentan identificar las mejores, localizar los riesgos, detectar cuellos de botella y generar estándares y protocolos para ayudar a estructurar la fragmentada industria europea.
Hasta ahora, físicos, químicos e ingenieros del área nuclear del JRC se dedicaban a vigilar los niveles ambientales de radiación, certificar materiales para aplicaciones médicas o incluso a desarrollar una prometedora patente para tratar el cáncer de próstata.
Ahora también recaban datos para crear estándares de diseño y modelización informática de los SMR y aportar a los Veintisiete un análisis sobre los pequeños reactores que llegarán al mercado en los próximos años.
"Tienen experiencia aprovechable", explica la directora de Seguridad Nuclear del JRC, Ulla Engelmann, desde Geel, donde la Comisión Europea tiene dos aceleradores de partículas.
Zoológico nuclear
"Los SMR son un zoo de distintas tecnologías difíciles de entender", resume un experto que ya trabaja en ese trampolín para generar sinergias, reforzar las cadenas de suministro y facilitar las inversiones.
Son reactores de hasta 300 megavatios eléctricos basados en la fisión nuclear, como las centrales tradicionales, y se parecen a los propulsores de los submarinos nucleares de los ejércitos de EEUU, Francia o Rusia.
Se fabricarán en serie y serán más baratos, prometen sus valedores, que los ven más seguros que los grandes y valoran que son adaptables: un reactor más pequeño que un camión puede alimentar "in situ" una fábrica o una planta de desalación.
Pero sus detractores subrayan los mismos problemas que achacan a sus hermanos mayores: retrasos sobrecostes, residuos y peligros, enumera Greenpeace.
Bruselas lanzó su "alianza" de SMR en febrero y este viernes ha oficializado su puesta de largo en una charla técnica con industriales, a rebufo de la celebración ayer en Bruselas de la primera Cumbre de la Energía Nuclear, en la que 37 países defendieron la electricidad atómica como solución climática.
La alianza es también un esfuerzo para que la industria europea remonte en una nueva carrera tecnológica.
China estrenó el primer SMR del mundo en 2021, Rusia opera una pequeña central flotante y quiere reactores modulares en tierra antes de 2030 y EEUU cree que los tendrá operativos hacia el final de esta década, aunque los sobrecostes derrumbaron el año pasado un icónico proyecto de NuScale en Utah.
"Nos arriesgamos a perdernos un nuevo comienzo en un sector en el que hay una competencia internacional enorme", apuntó Simson, que espera ver SMR europeos funcionando en la UE poco después de 2030.
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