Ni smart cities, ni smart grids ni smart meters... Quien va a revolucionar el sistema eléctrico es el consumidor, que hasta ahora tiene un papel pasivo pero que pronto tomará el control de sus decisiones de consumo eléctrico. Esa es una de las conclusiones del informe 'Utility of The Future' del MIT que ya publicó este diario hace un par de meses.
El consumidor tendrá en sus manos la posibilidad de tomar decisiones sobre cuánto, cuándo y cómo demandar electricidad en función del precio de la luz gracias a los dispositivos electrónicos con los que contará en un futuro no muy lejano.
El profesor de la Universidad Pontificia de Comillas Ignacio Pérez de Arriaga, y principal investigador del estudio explica que "no intentamos prever o predecir el futuro, sino que nuestro objetivo es explorar cómo los avances tecnológicos y políticos pueden cambiar el sector de la energía eléctrica en los próximos años. Bajo este espíritu, se presenta una visión de lo que podría ser un futuro posible si abundan los recursos distribuidos y se unen con el uso generalizado de las TIC disponibles actualmente".
Esta visión se centra en una mayoría de agentes del sistema conectados y donde hay una mayor oportunidad para los avances tecnológicos. Con el desarrollo continuo y el despliegue de las tecnologías del Internet de las Cosas, es concebible en un futuro no tan lejano, que la mayoría de los nuevos electrodomésticos domésticos, tanto de electricidad como de gas, podrían contener un chip o estar conectados mediante un dispositivo a Internet y organizarse todo de 'la nube'. Esto ayudaría a los clientes a optimizar todos los servicios de energía que consuman o suministren, según sus preferencias individuales.
Sin embargo, el estudio propone otra opción, más de andar por casa: una 'Energy Box' en cada hogar, individualmente, donde se pudiera realizar el almacenamiento y el cálculo de datos. En el ejemplo basado en la nube, podría haber una coordinación de respuesta de múltiples clientes que darían permiso para acceder a los datos de los usuarios finales (que, una vez más, se almacenarían en servidores basados en nube).
Cada pocos segundos o minutos, dependiendo de la naturaleza del aparato (por ejemplo, un termostato, un frigorífico, un aparato de aire acondicionado, la batería de un coche eléctrico, las luces de la casa, etc.), cada nodo, cada usuario final enviaría y compartiría la información actualizada, en un formato cifrado, sobre la energía consumida o demandada de cada aparato.
Este tipo de configuración de tecnología en realidad se trata de una casa inteligente equipada con paneles solares térmicos y eléctricos, almacenamiento eléctrico y térmico y una unidad combinada de refrigeración y calefacción (CCHP). Cada una de estas tecnologías está conectada a un sistema informático y uno de gestión de datos situado en 'la nube'.
La casa inteligente sería capaz de poner en marcha el aire acondicionado dependiendo de la ocupación del edificio, enviar datos para su almacenamiento en 'la nube', y controlar todos los electrodomésticos de la casa y el equipo basado en las señales que recibe. Los algoritmos de optimización (también calculados en 'la nube') se utilizarían para generar estas señales. Se podrían establecer restricciones de privacidad para limitar el acceso a la información del usuario final almacenada en ella. El agregador tendría acceso a los mercados energéticos, así como datos externos pertinentes (por ejemplo, tiempo, precios de los servicios de electricidad pertinentes, etc.) y prestaría servicios a los operadores de la red de transporte y distribución en nombre del propietario de la casa inteligente, mientras que se optimizaría el uso energético del hogar (de nuevo, según las preferencias del usuario final).
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