De todas las revoluciones a las que se enfrenta España en esta próxima década, la electrificación de la economía es una de las más disruptivas. Es la solución para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por la quema de combustibles fósiles, asegurando el suministro eléctrico. Europa quiere electrificar al menos el 60% de la economía en 2050 y así cumplir con una reducción de las emisiones en un 95%, y nuestro país debe hacer también sus deberes.
Pero, ¿está preparado? Sin unas redes eléctricas modernas, automatizadas y digitales no va a ser posible la incorporación de más renovables en el sistema pero no solo. "Realmente la transición energética es una pieza más de un proceso de transformación en el que estamos inmersos, una revolución tecnológica e industrial que cambiará la sociedad actual", explica Blanca Losada, presidenta de FutuRed, durante la jornada 'Redes Eléctricas: Claves para la electrificación de la economía', que organizó la plataforma Energía y Sociedad.
"Hay cuatro pilares de esa transformación social y tecnológica", añade Losada, "primero unas redes e infraestructuras eléctricas estables y disponibles, segundo una superestructura de control y automatización que ya está en plena transformación, me refiero por ejemplo al Internet de las Cosas (IoT), que está incorporado a las redes eléctricas, tercero el modelo de información, la propia inteligencia del negocio, donde la Inteligencia Artificial será esencial, y por último, el propio modelo de negocio, el juego de los diferentes agentes que se va a ir modificando al mismo tiempo que esa transformación".
Para todo ello, la representante de FutuRed advierte que "es obligado incorporar la prudencia en un sector tan complejo y crítico en tantos órdenes de la sociedad, hay que ir incorporando poco a poco los planteamientos que ahora son tan novedosos".
"En 2017, del consumo energético total en España, solo el 23% fue electricidad", explica por su parte José María González Moya, director general de APPA Renovables, "y los objetivos que se pretenden alcanzar a 2030 o 2050 son muy ambiciosos, por eso el verdadero trabajo que tenemos por delante es la electrificación. En los últimos diez años no ha aumentado ni ha disminuido sustancialmente el porcentaje de electrificación de la economía, al igual que la participación de las renovables en el mix. Por eso tenemos que correr mucho si el objetivo es que el 75% de la generación eléctrica se produzca con energías limpias".
Se refiere a las conclusiones del informe de la Comisión de Expertos presentado en la primavera pasada, donde se proponían diferentes escenarios en los que no había cambios drásticos para 2030, tan solo en la generación de electricidad. "Según la Comisión de Expertos el reto de aquí a 2030 es aumentar en más de 40.000 MW la potencia renovable (4.000 MW eólicos y 38.400 MW fotovoltaicos), lo que supone a su vez tres retos, uno técnico, cómo vamos a desarrollar los sistemas de almacenamiento, otro económico, cómo vamos a financiar todo este proceso, y uno regulatorio, cómo va a ser el precio del MWh en el pool de 2030 cuando se hayan instalado esos 38.000 MW de fotovoltaica, ¿será cercano a cero?".
Por el momento, y según REE, en España hay 22.972 MW de potencia eólica instalada, 4.440 MW de fotovoltaica y 492 MW de biomasa, y autorizada desde el punto de vista técnico y con capacidad de acceso otorgada, 16.100 MW eólicos, 17.382 MW fotovoltaicos y 945 MW de biomasa. "De toda esta potencia nueva, el 70% está previsto que vierta a la red de transporte, en alta tensión, y el 30% restante en redes de distribución", continúa el experto de APPA, "y junto a toda esta nueva generación, también hay que plantearse la incorporación de los sistemas de almacenamiento y la gestión de la demanda, una de las claves del futuro sistema eléctrico, y que todo esto además suponga un ahorro en el precio final del consumo para que redunde en una mejora de la competitividad de nuestra economía".
Para González Moya, ese futuro sistema eléctrico se enfrenta a un problema inherente a la incorporación masiva de las renovables. "Tenemos que tener cuidado con las consecuencias de incorporar tanta renovables para 2030, porque se desincentivarán a los inversores, hay que mantener el impulso actual, de ahí la importancia de diseñar un mercado y una regulación que acompañe esa transición y no la perjudique", concluye.
Entre los nuevos agentes que van a ayudar a la electrificación de la economía se encuentra el vehículo eléctrico. "Debemos tender hacia la electrificación para librarnos de los altos precios de la energía" señala Rafael Del Río, director técnico de AEDIVE, "y el vehículo eléctrico ayudaría a conseguirlo. Si el 16% del parque automovilístico actual fuera eléctrico, estaríamos hablando de unos cinco millones de coches, y si tomamos como media un consumo de 50 kWh (de los 250 kWh que podrían consumir estos vehículos), nos quedan muchos MWh que podrían descargarse y enchufarse al sistema. Solo con que se vertiera a la red el 10% (5 kWh), dejaríamos de necesitar centrales térmicas, y tecnológicamente ya es posible".
Su propuesta es que los vehículos eléctricos participen en el sistema eléctrico como almacenamiento renovable cuando no haya consumo y "viertan su energía en las horas puntas para ecualizar la demanda", añade.
Almacenamiento, vehículos eléctricos, micorredes, autoconsumo, las nuevas tecnologías sostenibles vienen para quedarse. Y ya hay cambios que se están produciendo o están a punto de hacerlo: la retirada de la generación tradicional, el aumento de los costes de generación, la incorporación de redes "electrónicas", como el blockchain, o los prosumers.
"Los retos a los que se enfrenta esa electrificación de la economía son numerosos, la integración de las tecnologías sostenibles, el refuerzo de las redes con las interconexiones, la digitalización del sector, la estabilidad de las redes o la flexibilidad para gestionar la demanda, entre otros", relata Milan Prodanovich, jefe de la unidad de sistemas eléctricos del Instituto IMDEA Energía, "otros retos sociales o económicos como es la privacidad de los datos, la regulación que redefinirá los papeles de todos los participantes, el desarrollo de nuevos mercados de energía y de servicios y para todo ello, habrá que seguir invirtiendo en I+D+i, en redes más sostenibles, que desarrollen mecanismos avanzados para gestionar la cada vez mayor flexibilidad de la demanda".
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